Paula 1172. Sábado 25 de abril de 2015.

A los 20 años Lisa Lovatt-Smith fue la editora de moda más joven en la historia de la revista Vogue; a los 24 adoptó a una niña abandonada, y a los 30 se volvió benefactora de orfanatos en África. En este libro narra su extraordinaria historia, que terminó cambiando la vida a miles de niños en Ghana.

La niñez de Lisa Lovatt-Smith fue triste. Era la niña gordita, pobre e impopular del colegio. Hija de una pareja de jóvenes ingleses que se radicó en España y se separó al poco tiempo, su madre hacía sacrificios enormes por ganarse el sustento, como viajar cada día más de veinte kilómetros para ir a trabajar: "El trayecto no bajaba de dos horas. Pero hizo esta locura todos los días durante casi diez años solo para seguir viviendo cerca de la playa. Y yo tenía la aguda conciencia de estar sola en el mundo", recuerda Lovatt-Smith casi treinta años después en su libro de memorias Mañana quién sabe, recién publicado por Turner.

Lisa creció y se volvió linda y busquilla. En la explosiva Barcelona postfranquista, con 16 años, trabajaba dando clases de inglés y modelando para productos cosméticos. Un día abrió la revista Vogue y se enteró de un concurso: buscaban nuevas periodistas para la edición inglesa, había que mandar cuatro artículos, uno de ellos autobiográfico. Fue así como Lisa llegó a Londres, lo hizo todo bien en Vogue y terminó siendo la favorita de la nueva directora, Anna Wintour. Inventó modas increíbles con Lord Snowdon y Mario Testino y se hizo mejor amiga de Karl Lagerfeld. A los 24 años ya era una veterana, vivía en París, pero veía que esa locura y creatividad se acababan tras la sonrisa fría y perfecta de Claudia Schiffer.

Un día se encontró fuera de su casa con Sabrina, una niña de cinco años que estaba sola, angustiada, hambrienta. La terminó adoptando, justo cuando se había enterado que no podría tener hijos. Pero con los años, Sabrina se volvió una pequeña delincuente, y en su desesperación Lisa pensó que les haría bien viajar juntas, hacer algo con sentido. ¿Por qué no extremar la experiencia y, en vez de gozar las playas mediterráneas, partir de voluntarias a África durante un mes? Podría ser una buena lección para ambas. Fue un viaje sin retorno. Lisa terminó dejando todo y se radicó en Ghana para ayudar a los niños: adoptó a varios, se volvió una gran madre. Para siempre. Aprovechó sus contactos y creó la Fundación OAfrica, que se propuso nada menos que transformar el sistema de orfanatos en el país.

Hoy, cada año cinco mil niños reciben cuidados y educación y salen de los orfanatos –antes verdaderos centros de explotación y tráfico–, hacia vidas familiares mejores gracias a la acción de esta ONG, una de las más prestigiosas del continente, que trabaja junto a Unicef y al gobierno.

Un texto que habla de la determinación y el coraje, de la capacidad de hacer las cosas bien aunque todo parezca torcido y, sobre todo, de entregarse totalmente a la posibilidad de cambiar.

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