Paula 1142. Sábado 1 de marzo de 2014.
El vestido como pieza clave, y una silueta y estampados geométricos que hacen referencia a formas arquitectónicas, marcan el espíritu de la colección otoño-invierno 2014 que la diseñadora presentó en NY.
Han pasado más de treinta años desde su primer desfile, protagonizado por Iman, y Carolina Herrera sigue firme en su declaración de principios: elegancia, coherencia y sobriedad. "Una colección no es un popurrí", declaró la diseñadora a los medios que la abordaron apenas terminó su desfile otoño-invierno 2014 de la Semana de la Moda de Nueva York.
Esta vez, el hilo conductor de su colección es la geometría inspirada en la arquitectura: de ahí que el volumen cobre importancia en una propuesta marcada por la presencia de vestidos y polleras, chaquetas y tops, todos complementados con stilettos bajos de Manolo Blahnik.
El volumen y la espacialidad, punto de partida del nuevo trabajo de Herrera, se hace evidente en las polleras rectas y amplias; en los cuellos redondos y muy holgados de algunos tops y vestidos, y en chaquetas de hombros redondeados, tipo capullo, con terminaciones en piel.
Los vestidos son las piezas centrales. Cortos y largos, algunos de silueta maxi y otros ceñidos, y varios con cristales bordados. Su sello distintivo son los estampados abstractos y geométricos, muchos de ellos pintados a mano, y las aplicaciones triangulares y en forma de polígono.
La seda, el fieltro de lana y el jacquard son las texturas dominantes, en una paleta que va desde azul pizarra, el caoba oscuro y cobrizo, hasta el rojo anaranjado, el cobalto y el turquesa. Los cinturones altos en terciopelo complementan varios looks, así como aplicaciones de piel y cuero.
Los accesorios
Muchos de los looks que presentó Herrera en la pasarela llevaron guantes, cortos y largos hasta los codos, muy femeninos, en piel, lana y cuero. El otro accesorio fueron los maxi-aros que, hechos con piedras y voluminosas aplicaciones en piel y seda, llegaban casi hasta los hombros.
Los pelos
Las modelos lucieron peinados altísimos con moños gruesos y tirantes (a cargo del célebre estilista Orlando Pita), y otras llevaron elevados sombreros tipo fez, reminiscentes del estilo marroquí, en café, turquesa y azul. En ambos casos el efecto era como de una torre elevándose.