“A comienzos del 2017 me vine a vivir a Canadá. La decisión la tomé porque me sentía aburrida de la vida que estaba llevando en Chile. Hace poco me habían ascendido en el trabajo, y esa decisión, más que alegrarme me hizo sufrir. Me di cuenta de que lo que me mueve en la vida no es el éxito sino que la felicidad y la mía al menos no estaba ahí. Además, venía saliendo de una relación de pareja en la que no lo pasé bien, así que hasta cierto punto, mi viaje fue la manera de arrancar.

El plan inicial era venirme un año, pero hasta ahora llevo cinco. Acá aprendí inglés, conseguí un trabajo y tengo una vida tranquila. Lo único que no ha funcionado tan bien es el amor. Y lo recalco porque es un ámbito importante en mi vida; lo doy todo en mis relaciones y siempre tengo la esperanza de encontrar al amor de la vida. En ese intento hace un tiempo conocí a un gringo con el que tuvimos química. Comenzamos una relación que para mí tenía muchas expectativas, pero al poco tiempo, y como me había pasado siempre, terminó en una decepción.

Y es que, aunque suene contradictorio, tengo un problema con los hombres: los quiero y los necesito, pero me caen mal. Es básicamente porque no los entiendo y no me entienden, y porque los encuentro desubicados, con poco tacto.

Fue eso lo que me pasó también con el gringo, que no nos entendimos. Además, cuando comenzaron nuestros problemas yo tenía un viaje programado a Chile para ver a mi familia. Así que decidí viajar pensando en que, a mi regreso, quizás podríamos volver a conversar y en una de esas retomar nuestra relación. Volver a intentarlo.

Llegué a Chile el 6 de febrero de este año. Las primeras semanas estuve muy mal de ánimo por este quiebre y porque sentía que la historia se repetía: otra vez salía arrancando de un quiebre amoroso. En eso estaba cuando me vi envuelta en una historia de amor mágica, quizás la que siempre soñé.

Todo comenzó el 30 de marzo. Hice match en una app de citas con un chico. Cuando lo vi por foto no le encontré nada del otro mundo, más allá de que era deportista y eso me gustó. Además habíamos hablado un par de veces por audios de Whatsapp y en esos intercambios de mensajes lo encontré muy simpático y entretenido. Así que me animé a la cita. Pusimos como punto de encuentro la Plaza Ñuñoa. Cuando llegué, él estaba sentado en una banca de la plaza. Esto va a sonar cliché o casi increíble, pero al mirar sus ojos desde lejos sentí algo mágico; algo me pasó con su mirada.

Entramos a un bar. Mi plan era estar un par de horas, de hecho había quedado con mi papá para que me fuera a buscar al metro. Pero no sé cómo pasó el tiempo y de pronto alguien nos tocó el hombro para decirnos que el local ya estaba por cerrar. Habían pasado casi cuatro horas, no sé cómo. Solo puedo decir que en ese rato hasta lloré en un momento en el que me contó una historia de su familia. Ese nivel de conexión tuvimos, como si nos hubiésemos conocido de toda la vida.

Al final llegué a mi casa a las 6 a.m. En algún punto antes él me ofreció llevarme a mi casa, pero cuando estuvimos a punto de despedirnos no pude evitar decirle que me faltó tiempo, que no quería despedirme. A él le pasó lo mismo. Y así comenzó nuestra historia que duró un mes, pero que pareciera haber durado un año. En esos días fuimos juntos al teatro, a acampar, al sur; hicimos todo lo que las parejas suelen hacer en mucho tiempo.

También fuimos conscientes de que esto tenía una fecha límite: el 30 de abril, para cuando tenía pasajes de vuelta a Canadá. Las primeras semanas esta fecha era solo un dato, pero luego se comenzó a transformar en un fantasma pues ninguno de los dos quería que esto se acabara.

Por primera vez estaba viviendo la historia de amor que siempre soñé. Así que con la misma honestidad que la primera noche le dije que no quería irme a mi casa temprano, esta vez le dije que no quería volver sola; o al menos que estaba dispuesta a buscar alternativas para seguir juntos.

Quedamos en que él vendrá en Junio y ahí veremos qué pasa. Sé que todo esto ha pasado en poco tiempo y que cualquiera podría decir que es efecto del enamoramiento del principio. Pero yo lo veo distinto. Me encontré con un hombre que no era como los que había conocido, que hasta cierto punto es como yo en términos emocionales: abierto, tierno, no intenta hacerse el bacán, al contrario, ha sido muy entregado y no tiene miedo de demostrar lo que siente por mí.

Y eso es lo que más me gusta de esta historia. Debido a mis decepciones anteriores en algún momento pensé que el amor sano no existía. Que uno siempre terminaba cayendo en esas conductas tóxicas como hacerse la interesante para que el otro te pesque. Aunque nunca perdí la esperanza de encontrar el amor, igual tenía miedo y me escudaba para no sufrir. Pero aquí me pude entregar tal y cual soy, porque reafirmé mi idea de que el problema no es el amor, si no que el modelo que nos lleva a caer en conductas nocivas.

El amor genuino es lindo y nos hace bien. En mi caso ha sido una relación corta e intensa, pero en la que ninguno ha perdido de vista el ser responsable con lo que sentimos. No sé lo que ocurra en el futuro, pero hoy me siento bien entregándome por completo, como es mi naturaleza, y admitiendo, esta vez sin miedo, que soy una enamorada del amor”.

Carolina (prefiere no decir su apellido) tiene 35 años y vive en Canadá.