“Un sábado por la mañana pedaleando con un amigo, llegué a una reflexión sobre la experiencia cotidiana de las mujeres al enfrentarnos a las miradas de los hombres, y cómo éstas –todavía– afectan nuestra libertad.
Existen dos tipos de miradas masculinas: por un lado, cuando caminamos solas. Somos objeto de miradas lascivas que nos observan sin disimulo, como si fuéramos simples objetos de deseo. Es como cuando nos encontramos con un par de zapatos que nos obsesiona y calculamos cuánto tendríamos que ahorrar para tenerlos. ¡Pero no! Nosotras no somos mercancía en rebaja, somos seres humanos que merecemos respeto y no ser objeto de miradas inapropiadas.
El segundo tipo de mirada es la más cínica, cuando estamos acompañadas por otro hombre. Las miradas masculinas se vuelven furtivas, o en ocasiones, no nos miran en absoluto. Es como si de repente nos volviéramos invisibles, como si nuestra presencia no importara. Pareciera que tienen un código tácito entre hombres que se resume en: no desearás a la mujer de otro. Esto implica que no deben mirarnos. Y me pregunto, ¿acaso nuestra existencia sólo es relevante si estamos “marcadas” por la compañía de un hombre?
Cuando estamos acompañadas por otro hombre las miradas masculinas se vuelven furtivas, o en ocasiones, no nos miran en absoluto. Es como si de repente nos volviéramos invisibles.
Recuerdo la conversación que tuve con mi amigo. Le planteé el problema desde mi perspectiva. Le pregunté si le parecía incorrecto que me miraran, no sólo por mi propia incomodidad, sino también porque no estaban “respetando su presencia”. Su reacción fue de total incredulidad, como si nunca antes hubiera considerado el impacto que esas miradas pervertidas pueden tener en una mujer. Me sorprendió su respuesta porque da cuenta de que los hombres –ni siquiera aquellos que se autodenominan feministas o aliados feministas, como mi amigo– se han cuestionado todo esto que nosotras venimos cuestionando hace rato.
Lo mismo ocurre en las redes sociales, cuando subimos historias en Instagram en compañía de amigos, los comentarios siempre buscan dilucidar si nuestro acompañante es algo más que un simple amigo. Y si no lo es, hay que prepararse para recibir “halagos”, no solicitados, incluso a veces con connotaciones sexuales. Ellos creen que cuando publicamos una foto, no lo hacemos simplemente porque nos gusta cómo nos vemos; por alguna razón deducen que queremos atención masculina o que en ese acto hay un trasfondo sexual. Como si lo único que buscáramos en la vida, es su atención y aprobación.
¿Lo más irónico? Incluso en estos tiempos en los que luchamos por la igualdad de género; aunque seamos mujeres fuertes e independientes, siempre hay alguien dispuesto a recordarnos que aún vivimos en un mundo donde la mujer no es digna de respeto. Y eso se nota en cómo nos miran los hombres.
Es momento de desafiar estas miradas invasivas y establecer nuestras propias reglas. Somos constructoras y protagonistas de nuestra propia historia. No dejemos que nadie limite nuestra libertad ni reduzca nuestra valía a una simple mirada”.
*Marcela Zúñiga Clavería es lectora de Paula y nos envió su reflexión al mail hola@paula.cl