Paula 1127. Sábado 3 de agosto 2013.
Sebastián Preece (40) realiza intervenciones en el espacio extrayendo elementos de lugares residuales, marcados por la memoria de sus habitantes. Calles, muros, casas abandonadas, adquieren nueva vida en sus obras. Es el único chileno que exhibe en la importante trienal California-Pacífico, hasta el 17 de noviembre. Parte de su trabajo está expuesto permanentemente en la Galería Patricia Ready, que representa al artista en Chile.
Lo que mueve la curiosidad de Sebastián Preece es hacer visible la historia oculta de los espacios y reflexionar sobre cómo esa memoria afecta nuestros modos de vivir y habitar. Egresado de la Universidad Arcis, comenzó pintando, pero en 2002 realizó una obra que marcó la ruta de su trayectoria. El trabajo se titulaba Fábrica se declara en quiebra al inaugurar. Para hacerla, Preece estuvo vivenciando rincones del Hospital del Salvador varios meses y, finalmente, decidió trabajar en un entrepiso con ventana al patio, que estaba lleno de hojas secas. Ahí construyó una escultura-contenedor de hojas.
Teóricos que han escrito sobre su obra catalogan a Preece como una especie de "arqueólogo contemporáneo" que, más que objetos, rescata los ecos del pasado que siguen resonando en el presente. Transitando este camino personal, se la ha jugado por un proyecto de obra difícil y arriesgado, que implica mucho esfuerzo en su realización, y se instala, sin miedo, fuera del sistema convencional de arte. De hecho, sus obras no son objetos que luego puedan venderse y circular (aunque hay fotos de registro muy bellas, que ahora están expuestas en la Galería Patricia Ready). Por eso, gran parte de sus intervenciones han sido en espacios culturales –como museos o exposiciones de bienales– o, sencillamente, en el espacio público (calles, hospitales, pasadizos de edificios), manteniéndose a distancia del circuito comercial.
La potencia de su trabajo le ha valido importantes reconocimientos, como la Beca Pollock-Krasner Foundation, además de presencia en influyentes exposiciones como la Bienal de La Habana y la de Venecia, captando la atención de curadores de peso, como Gerardo Mosquera y Dan Cameron, quien ahora lo llevó a la Trienal California-Pacífico, en Newport Beach, muestra que reúne a destacados artistas de la cuenca del Pacífico y en la que Preece es el único chileno seleccionado.
Pero lo suyo no es una investigación arqueológica centrada en los objetos, sino que lo mueve un componente subjetivo muy fuerte, en el que la historia sociocultural se convierte en historia personal: construye su obra a partir de la experiencia de habitar en los espacios que intervendrá. Muchas veces, no se trata de intervenir directamente el espacio sino, simplemente, de exhibir los vestigios de esa experiencia. Como cuando en 2011, en la Bienal de Curitiba, intervinó la cubierta de tres mesas con chicles que recogió mientras recorría la ciudad.
Una de sus obras más potentes es De Los Ángeles y demonios: modelo de un retrato de familia, realizada entre 2004 y 2007 y exhibida en la Universidad Arcis. Para hacerla, Preece se trasladó a vivir un año a una antigua casa familiar en la periferia de la ciudad de Los Ángeles, destruida por el terremoto de 1939. Para recuperar su propia memoria biográfica, hizo excavaciones entre las ruinas, recuperando y clasificando diversos objetos, libros en descomposición, un gran pedazo de muro de adobe y otros fragmentos de la construcción. Los elementos fueron trasladados a Santiago, y se exhibieron en vitrinas, en condiciones climatizadas, por dos años. Así, los objetos fueron sometidos a un nuevo ciclo de vida: la reedición de la memoria en pleno presente.
En otra ocasión, en 2010, Preece trasladó un refugio abandonado de un ermitaño en Farellones, con sus enseres viejos y ahumados, y lo montó en el Museo de Bellas Artes. En su nuevo contexto, el refugio pasaba a competir con una instalación ultra contemporánea. Esa vez Preece comentó: "Encontré pisadas marcadas, grasa y polvo. Todo el refugio estaba suspendido en el tiempo. Incluso, tenía la mesa puesta para tomar el té. Ese personaje había elegido vivir en el otro límite de la ciudad, con lo esencial. Vivía para suplir sus necesidades, algo tan preciso y precioso. Pura huella, sudor y desgaste".
Libros carcomidos por la tierra y el paso del tiempo y un gran muro de adobe fueron rescatados por Preece para someterlos a un nuevo ciclo de vida en la exposición que montó hace 3 años en Santiago. Fotografías hechas por Preece que registran parte de este y otros de sus trabajos que se exhiben en la Galería Patricia Ready.
Fotografías de libros que el artista desenterró de las ruinas de su casa familiar están disponibles en la sala de venta Galería Patricia Ready.
En 2010, Preece trasladó un refugio abandonado de un ermitaño en Farellones, con sus enseres viejos y ahumados, y lo montó en el hall del Museo de Bellas Artes. No modificó la estructura ni los materiales, pero los mostró desarmados, como piezas escultóricas que se instalan sobre el suelo.