El aporte del lente femenino
Que nosotras tendemos a exteriorizar las emociones y los hombres a guardarlas, que a nosotras nos comunican más las palabras y a ellos más la acciones, que nosotras somos mucho más empáticas y ellos más racionales, son solo algunas de las frases más comunes para hablar de las diferencias entre mujeres y hombres. Los cierto es que la discusión sobre las particularidades de nosotras y ellos no está zanjada y por años ha transitado entre los factores biológicos y culturales.
Una de las autoras que ha abordado las diferencias desde el punto de vista fisiológico entre hombres y mujeres, es la antropóloga y biológa Helen Fisher. En su libro "El primer sexo", señala que la mujer habría ido desarrollando a lo largo de millones de años de evolución una estructura del cerebro y habilidades diferentes a las de los hombres, particularmente adaptadas a la sociedad global actual. "Estudié minuciosamente un raudal de datos sobre temas tan diversos como anatomía cerebral, conducta animal, sicología, estudios de género, comercio mundial y demografía. En breve, encontré cientos de estudios científicos que documentaban una serie de diferencias biológicas y sicológicas entre mujeres y hombres. Por ejemplo, las mujeres tienen facultades excepcionales generadas en la historia profunda: habilidad verbal, capacidad para interpretar posturas, gestos, expresiones faciales y otros signos no verbales, sensibilidad emocional, empatía, excelente sentido del tacto, olfato y oído; paciencia, capacidad para pensar y hacer varias cosas simultáneamente; una amplia visión contextual de las cuestiones, afición a hacer planes a largo plazo, talento para crear redes de contacto y para negociar, impulso maternal; y preferencia por cooperar, llegar a consensos y liderar sirviéndose de equipos igualitarios. Los hombres tienen también muchas dotes especiales. Entre ellas figura una magnífica comprensión de las relaciones espaciales, talento para resolver problemas mecánicos complejos, capacidad para centrar la atención y habilidad para controlar muchas de sus emociones. Lo que voy a argumentar aquí es que todas ellas forman parte de la arquitectura del cerebro masculino desde hace muchos milenios. No significa esto que, hombres y mujeres, pendan como marionetas de los hilos del ADN", explica en su publicación.
La visión cultural sobre las miradas diferenciadas de hombres y mujeres es la otra visión. Esta señala que "la producción de formas culturalmente apropiadas respecto al comportamiento de los hombres y las mujeres es una función central de la autoridad social y está mediada por la compleja interacción de un amplio espectro de instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas. Así como las instituciones económicas producen aquellas formas de conciencia y de comportamiento que asociamos con las mentalidades de clase, las instituciones que se encargan de la reproducción y la sexualidad también funcionan de manera similar", explica Marta Lamas en el libro 'El género. La construcción cultural de la diferencia sexual'.
Al respecto, Lorena Astudillo, vocera de la Red Chilena Contra La Violencia Hacia Las Mujeres, sostiene que las mujeres y hombres terminamos siendo lo que se nos enseñó que debíamos ser, como parte de una sociedad que se conjuga en todas sus estructuras para hacernos creer que no hay alternativa posible al binarismo hombre mujer. "La socialización juega un papel fundamental en la construcción de los imaginarios cerebrales, entonces más que tener diferencias sicológicas, lo que tenemos son diferencias en la forma en que se nos educan a hombres y mujeres; lo que termina influyendo en nuestros constructos, en nuestras formas de ver el mundo y por supuesto, en nuestros aspectos sicológicos", dice. "Las mujeres hemos sido socializadas y educadas mayormente en la empatía, en ser capaces de ponernos en el lugar de otras personas, en la ayuda y en el hacernos cargo de ciertas situaciones. Todas habilidades adquiridas y aprendidas".
Cómo aporta nuestra mirada
Por razones biológicas o culturales, las mujeres sí somos más afectivas, capaces de expresar nuestras emociones, de crear lazos de confianza y también de ser críticas. Leemos rostros, expresiones, tonos de voz y lenguaje corporal mejor que los hombres y también cuidamos de nosotras y de nuestro entorno. Habilidades con las que hemos contribuido en el desarrollo de las sociedades
Ximena González, doctora en Estudios Hispanos y profesora de la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro (EEUU), explica que "las mujeres han contribuido a la deconstrucción y reconstrucción de las categorías de pensamiento desde otras esferas. Es posible ver cómo las mujeres, desde el espacio público, se han organizado para crear movimientos que buscan cuestionar las categorías de pensamiento que las excluye como seres políticos", dice. "Resulta relevante reflexionar en diálogo con la realidad, porque es un proceso que incluye al colectivo y, por consiguiente, es un proceso que se hace con el otro. Sabemos que es posible optar por una posición neutral con relación al sistema, podemos caer en la desidia y en la indiferencia, sin embargo, también debemos reconocer que todos y todas estamos dentro de él".
Sobre el sentido de la comunidad que se les atribuye a las mujeres, Lorena señala que existen diversas experiencias que dan cuenta de la importancia que tiene para nosotras vivir de esa forma. "Por ejemplo, en algunas poblaciones las mujeres se han organizado contra la violencia que viven por parte de las parejas y han diseñado estrategias como tocar un pito cuando están siendo agredidas para que las demás vengan a ayudar. En la población La Victoria, pintaban murales frente a las casas de los agresores, denunciando la violencia que allí se vivía; también en tiempos de dictadura se organizaban las ollas comunes o el 'comprando juntas' donde las mujeres se organizaban para comprar al por mayor y así reducir el costo. Otro ejemplo es la creación de las guarderías comunitarias, que surgieron como una alternativa de cuidado de las y los hijos, para mujeres que debían salir a trabajar".
Y es que esa conciencia de colectividad, suele ser femenina. Valery Dawson, sicóloga del Centro de Estudios de la Realidad Social (CERES), señala que no podría decir que las mujeres tienen más competencias sociales, pero sí que desde niñas han sido educadas en el área de las emociones. En ese sentido desarrollan desde pequeñas habilidades para la identificación, integración y comprensión afectiva. "Siguiendo esa lógica, tienen una afectividad más integrada y eso les permite desarrollar aptitudes comunicacionales, conversacionales, capacidad de escucha y empatía a lo mejor distinta", explica. "Y ese es nuestro principal aporte".
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