La mujer que yo era (antes de ser madre)




La mujer que yo era murió. La mujer que en diez años se cambió de casa 9 veces, de ciudad 4 veces y de trabajo 7 veces, ya no existe. Murió cuando nació mi primer hijo y me convertí en madre.

La mujer trabajadora y que quería seguir creciendo en la pega intentó sostenerse mientras mi hijo iba a la sala cuna, adecuando su horario de trabajo y poniéndose al día de los pendientes en las noches. Pero esa mujer también murió, cuando nació mi segundo hijo.

La mujer mamá que pensé que sería tampoco existe, y en verdad nunca existió. Con mi compañero tuvimos talleres de parto, hice cursos de lactancia y me preparé para parir sin anestesia, y nada resultó como pensé. Tuve dos cesáreas y lactancia mixta. Mi maternidad comenzó siendo culposa y me ha costado mucho visibilizar que la maternidad idílica no existe.

La mujer pareja tampoco es la que era; con hartas salidas, harto para conversar y hartos trasnoches. Ahora, nuestro gran panorama es un picoteo y conversar tranquilos mientras nuestras guaguas duermen, o simplemente mandarnos memes. No se tampoco con claridad como era la mujer pareja de antes, pero sin duda, no es la que soy ahora.

Extraño mucho a la mujer que yo era. Extraño mis tiempos libres, mis horarios, mis mil activades, mis cambios de casa o cuidad, porque no tenía nada que me atara. Extraño salir con amigos, hacer panoramas con poca planificación y conversar de otros temas. Extraño mucho la relación con mis amigas no mamás y extraño pasar tiempo sola.

Hoy tengo dos pequeños de uno y tres años, y aunque los amo y no los cambiaría por nada en el mundo, a veces, actúo que soy una mamá que no se cansa y que se las puede todas y termino el día pensando que no hice nada. Entonces, en soledad y silencio, vuelvo a repetirme que no se quién soy, además de ser mamá.

No sé por dónde buscar ni como encontrarme entre el desánimo que siento y el agotamiento del día a día. Mi trabajo, que antes me encantaba, ahora me aburre. Mi ciudad, que antes sentía que era el lugar que había elegido para “echar raíces”, ahora no se si es donde quiero estar. No tengo hobbies y eso me abruma, pero a la vez, no me interesa tener ninguno. Siento que suena paradójico, pero recién, a tres años de mi primera guagua, estoy en duelo por la mujer en mí que murió cuando dio vida.

Eso sí, tengo dos certezas. La primera y más importante es que habito un hogar. Mi hogar que no es mi casa, si no que es mi compañero, nuestros hijos y nuestra perra. Me gusta pensar en que nos elegimos y que queremos un proyecto juntos.

La segunda, es que esa mujer que yo era no va a volver, y que existe una nueva mujer en mí, que tiene fuerza, que es talentosa, amorosa y capaz. Sé que existe y espero encontrarla, para que me encienda una pasión por nuevos gustos, proyectos y desafíos, más allá de la maternidad. Este texto lo escribí para eso, para verbalizar que estoy en su búsqueda.

Mientras tanto, miro a mis cachorros y espero que en todos sus proyectos y caminos futuros sepan encontrarse, quererse y aceptarse. Y si en algún momento se pierden a ellos mismos, vuelvan al hogar y puedan verse como yo los veo: con ojos de orgullo y amor infinito.

* Sofía tiene 35 años y trabaja en educación

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