La nostalgia por las teleseries del pasado

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Era 1981, en vísperas de las fiestas patrias, y Chile se paralizaba frente al televisor esperando saber quién era el asesino de Patricia. El capítulo final de La madrastra, la primera teleserie a color producida en Chile, superó los 80 puntos de rating y logró tal expectación en el público que marcó un hito en la cultura popular. Los diarios especularon con titulares sobre su final durante semanas, e incluso abrieron un concurso para que la gente jugara a ser detective y adivinara el desenlace. Dicen que, durante los meses de su emisión, el tráfico disminuía a las 20hrs en Santiago y que hasta las reuniones de apoderados se reprogramaban para alcanzar a llegar a la casa a prender el televisor. El éxito de La madrastra creó las pautas sobre cómo producir teleseries en Chile, y a partir de ahí, las áreas dramáticas de los canales se fueron fortaleciendo e instauraron una verdadera guerra. Las dos principales cadenas televisivas, TVN y Canal 13, se disputaban el trono del rating con producciones cada vez más jugadas. “La hora de la teleserie” pasó a ser una institución de la familia chilena, quienes se congregaron hasta entrados los 2000 frente al televisor, tomando once, para seguir capítulo a capítulo ficciones que -con todos sus melodramas y cursilerías- retrataban la idiosincrasia chilena. Cómo olvidar a la Fiera montando a caballo, a la “Poto loco” intentando sacar cuentas, a Sarita Mellafe manipulando a medio mundo, al alcalde de Sucupira desesperado por inaugurar el cementerio y a los ahogos de Olguita Marina aclamando por libertad; varios personajes quedaron en la memoria colectiva y siguen dando vueltas en nuestro imaginario popular. Hoy, a 40 años del inicio de la era emblemática de las teleseries nacionales, periodistas, actrices y fanáticas miran ese pasado y le hacen un homenaje a la época de oro de la televisión chilena.

La actriz Blanca Lewin, quien ha sido parte del elenco de más 18 teleseries emitidas entre finales de los 90 hasta la actualidad, recuerda que esa cercanía con las producciones nacionales se fue creando desde su infancia, con teleseries de los ochenta como Ángel Malo, SemiDios o la Torre 10. Luego en su juventud se enganchó con Sucupira y Estúpido Cupido, teleseries que la fueron formando en los códigos actorales de la televisión. Sus propios personajes, además, pasaron a ser parte de esta cultura, como la ingenua Tato en La fiera o la rebelde y feminista Clarita en Pampa Ilusión. Hoy Blanca recuerda con nostalgia esa forma especial de hacer teleseries, en un contexto social distinto al de hoy, con la llegada de Internet y nuevos formatos de reproducción. “Esas teleseries de finales de los 90 y 2000 tenían la gracia de que intentaban instalar temas, no desde el marketing o lo que creyeran podía estar de moda. Conectaban con la gente y generaban empatía porque realmente trataban de poner tema en el debate público y de acercar realidades que estaban lejos de la discusión, cuando todo ocurría en Santiago. Así pasó con los gitanos, con la gente en Isla de pascua y con el sur de Chile; tenían un rol de desprejuiciar sobre ciertas comunidades y hacerlas más queribles. Esa era la gran gracia que tenían”. Blanca también atribuye este éxito a otro contexto de los canales de televisión. “En esa época se manejaban otros presupuestos, una teleserie así tenía todos los días 30 puntos de rating, en los capítulos finales por lo bajo 60, generaban un impacto muy grande en la sociedad. También el hecho que se hicieran en exteriores y con un largo tiempo de preproducción, nos permitía a los actores un tiempo de preparación y de vincularnos entre nosotros, de crear una relación entre los personajes y aprender ciertas destrezas si era necesario; por eso es la gran calidad que tenían. Hoy el periodo para hacer eso es muy breve, la verdad es que la diferencia que hay hoy día en cómo se producen las teleseries es abismal”.

La periodista Carmen Rodríguez, coautora de “Pantalla Viva”, un libro que recopila con imágenes 40 años de teleseries chilenas, evidentemente es también una nostálgica de aquella época. “En las casas chilenas de la década del 80, como la mía, era un ritual terminar de hacer las tareas, llegar de clases o del trabajo e instalarse a ver la teleserie chilena, que empezaba a las 19:00 o 19:30 horas. En nuestras teleseries de las décadas pasadas vemos casas en las que suenan los teléfonos fijos, o los pitos de las teteras. Las amamos porque son parte de nuestra vida, porque todos tenemos recuerdos imborrables que se relacionan con algunas de estas historias televisadas.”

Buscando en Instagram, hoy se pueden encontrar varias cuentas dedicadas a rememorar escenas clásicas de las teleseries de antes y que comparten memes de personajes emblemáticos. Entre ellos @comunidad.telenovemaniatica, con 16mil seguidores. La mujer detrás de la cuenta, que prefiere mantener su anonimato, se declara una fanática de las teleseries de antaño y dice que creó la cuenta con el fin de difundir estas producciones a las nuevas generaciones que se las perdieron. “Las nuevas generaciones tienen que saber de la calidad de teleseries que se hacían antes, la preocupación de los canales en cada detalle de los personajes. Los guiones de antes eran excelentes, se nota que había un interés en hacer algo interesante para el público”. Desde la cuenta observan que hoy hay una especie de “revival” de la época y mucho interés de parte de la gente por recordar estas producciones. “Dan nostalgia esas teleseries, cuando llegábamos a tomar once a ver la novela en familia, era lindo porque lo veíamos todos juntos. Hoy ya no pasa eso”.

Isabel Rodríguez, Directora de Programación de TVN, también nota, y con datos duros, ese repentino interés. Hace unos meses abrieron la plataforma TVN.play, donde se puede ver “on demand” las producciones históricas del canal. Los resultados son evidentes: entre las teleseries más vistas se encuentran La Fiera, Romané, Los pincheira y Sucupira, entre otras. Lo mismo en las cifras de youtube con El circo de las Montini y Romané. “Normalmente son contenidos muy vistos en nuestras plataformas y hay comunidades de fanáticos en torno a las distintas teleseries pidiendo que las subamos para poder revisarlas. Ponerlas ahora en pantalla también da valor a nuestra propia industria de teleseries y nos reconecta con esas historias. Son historias que representaban a los chilenos en su diversidad, que nos permitieron conocer Chile desde otro punto de vista, que eran espejo social de los problemas, interés y vínculos familiares de esa época y por eso también congregaban a los distintos miembros de la familia frente a la pantalla.” Isabel atribuye también este repentino interés al contexto actual que estamos viviendo. “Hoy en día en que hemos pasado por periodos de incertidumbre de alguna manera representan algo certero, conocido y que claramente responde a un despertar de nostalgia que nos conecta con aquello que sabemos que es seguro. Esta es una tendencia que se replicó en gran parte de la industria de la televisión en el mundo y que también ha tenido eco en Chile”

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