La nueva generación de pintores

60 artistas menores de 30 años que trabajan con la pintura –en cuadros u otros formatos– son compendiados en el libro Sub 30 (Ograma, 2014) que acaba de lanzar el artista Jorge González Lohse. El proyecto rescata la vigencia de la pintura emergente en Chile y se exhibe hasta el 25 de mayo en el Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal (MAC).




Paula 1144. Sábado 29 de marzo de 2014.

60 artistas menores de 30 años que trabajan con la pintura –en cuadros u otros formatos– son compendiados en el libro Sub 30 (Ograma, 2014) que acaba de lanzar el artista Jorge González Lohse. El proyecto rescata la vigencia de la pintura emergente en Chile y se exhibe hasta el 25 de mayo en el Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal (MAC).

Sub 30 es el tercer proyecto dedicado a la pintura chilena que realiza el artista, docente, editor y curador Jorge González Lohse. Dos iniciativas le anteceden: Cambio de Aceite (2003), que consistió en una publicación y una exhibición, y Revisión técnica/100 pintores (2010), un libro que actualizaba y ampliaba la investigación anterior. En estos tres proyectos, que han ocupado sus últimos diez años, González Lohse manifiesta la intención de afirmar la vitalidad de la pintura: tras esta necesidad late el decreto de las vanguardias europeas del siglo pasado –demoledoras de "lo viejo" y constructoras de "lo nuevo"–, que anunciaban la muerte de la pintura. Sentencia que Duchamp (ícono de la vanguardia visual) remachó sarcásticamente con su célebre denominación de "el pintor como un estúpido". Estos míticos preceptos siguen citándose y reproduciéndose, una y otra vez, en el medio del arte y, quizás por eso, continúan motivando proyectos que defienden la buena salud de la pintura que, después de todo, nunca ha dejado de ser el código más usado por los artistas de todo el mundo.

El realismo de estos artistas Sub 30 se observa en el registro de lugares residuales, objetos olvidados, ocultos, ruinosos o insignificantes; o bien en personajes que se insertan en situaciones triviales, en las que aparentemente no sucede nada, o no se sabe qué pasa.

Pero mientras que todos los lenguajes se han cruzado hasta desdibujar sus fronteras, y cuando los artistas contemporáneos utilizan indistintamente las técnicas y los formatos, nadie duda de que lo importante es qué dice una obra, cómo lo dice y qué efecto genera en el entorno, independientemente de que el artista opte por la pintura, la escultura, la instalación, la fotografía, el video o una combinación de muchas cosas. Entonces ¿por qué insistir sobre la pintura? Para el editor de Sub 30 hay una razón biográfica: él mismo se formó como artista y eligió la pintura a finales de los 80, cuando la atención del arte se volcó sobre un grupo de artistas que utilizaban herramientas conceptuales para ejercer una crítica a la dictadura. Sub 30 se publica en un momento completamente distinto, cuando la pintura compite de igual a igual con múltiples manifestaciones, en un escenario cultural más diversificado. Sin embargo, sorprende descubrir en este libro que aún sigue arrastrándose la sospecha por la capacidad que tiene la pintura para ir más allá de la imagen y plantear posturas críticas, generando modelos de pensamiento sobre el mundo y la sociedad.

La publicación reflexiona sobre el contexto en que operan los nuevos artistas chilenos que trabajan con pintura, explicando, por ejemplo, cómo los nuevos medios globalizan los referentes y las imágenes que llegan a las obras, instalando nuevas actitudes. El editor también aclara que este libro pretende interrogarse respecto de cómo y por qué han ocurrido estas transformaciones en la creación pictórica y aclara, por otra parte, que se trata de revisar el panorama general, compilando a artistas muy jóvenes, cuyos destinos son impredecibles, ya que podrían consolidar su obra o quedarse en el camino. "El libro no pretende nada definitorio, más bien es un documento editorial", señala.

Esta idea de registrar un momento del arte sin la certeza sobre el valor futuro de las obras, hace que el libro eluda emitir juicios de valor sobre los artistas y las obras. La clave más accesible la entrega Lohse cuando señala que "lo que se puede vislumbrar es una vuelta al dibujo como sistema de pensamiento y representación, una pérdida considerable del sustrato político de las décadas anteriores y un renacer del modelo realista". Si bien cada autor está presentado con muy buenas imágenes y una pequeña reseña, no se ofrece ningún argumento que "venda" la selección de los artistas. Considerando el tremendo esfuerzo que significó sacar este libro, uno esperaría una afirmación más clara y jugada sobre las obras, que asumiera el riesgo de la apuesta.

Escenas banales: seis artistas

Una de las claves que se plantean en el libro Sub 30 es la presencia de pintores jóvenes que recuperan el modelo realista desde la tradición del paisaje. Aquí, seis ejemplos.

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Benjamín Edwards (28)

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Trabaja a partir de fotos sacadas de diarios que traspasa en pintura sobre tela o cartón, develando las zonas ambiguas de la fotografía y aludiendo, de este modo, al hecho de que toda imagen muestra algo mientras que, al mismo tiempo, oculta otra cosa. Ejemplo elocuente es El escondite, un cuadro que tiene como referente la vista aérea del lugar donde una niña estuvo secuestrada.

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Francisco Rodríguez (25)

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Fragmentos de espacios exteriores e interiores que remiten al abandono son las que este artista representa utilizando planchas de fierro oxidado como soporte. Camas, sillas, ventanas, líneas de horizonte, postes de luz son elementos realistas que él lleva a un código de abstracción geométrica, reforzando la idea de su insignificancia y fragilidad.

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Dominique Bradbury (25)

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En su obra despliega paisajes, retratos o situaciones cotidianas que borronea con un tratamiento pictórico caracterizado por el uso de la mancha y el monocromo. En sus pinturas lo cotidiano se enrarece, producto de una mirada que espía, que observa de reojo, para detenerse en espacios domésticos residuales que adquieren un sentido de extrañeza y misterio.

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Ivana de Vivanco (24)

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Esta artista lleva a un lenguaje contemporáneo escenas que remiten a la pintura clásica, ofreciendo gran cantidad de citas y guiños sobre la historia del arte. Sintetiza al máximo los cuerpos que comparecen en la obra, haciendo que el realismo de la escena desaparezca, arrasado por el tratamiento pictórico que privilegia la mancha y el derrame.

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Sofía del Pedregal (25)

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Sus imágenes son paisajes y escenas desoladas, que ella obstruye bloqueándolas con color o restándoles partes para interferir la mirada. "Mediante el uso de una gran variedad de técnicas y materialidades collage y pintura sobre tela, óleo sobre madera, acrílico sobre impresión digital, grabado sobre papel– explora los límites de lo figurativo bajo una fuerte impronta gestual", explica el libro Sub 30.

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Wladymir Bernechea (24)

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"Paisajes monocromos, habitaciones vacías, escaleras y remansos, grandes bloques de concreto en el horizonte; en definitiva, extraños y silenciosos parajes, lugares que parecieran ocultar una historia, insinuar un relato, son las que Bernechea lleva desarrollando mediante una pintura descolorida o, mejor dicho, cuyo motivo es la ausencia de color", explica el libro Sub 30.

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