Paula 1101. Sábado 5 de agosto 2012.
A los 26 años José Pedro Godoy es un pintor de oficio ya instalado en la escena del arte joven chileno. En 2008 obtuvo el segundo lugar en el concurso Cabeza de Ratón, que ha lanzado a muy buenos artistas, y su obra ya forma parte de colecciones privadas en Chile, Argentina y Estados Unidos. Incluso hay quienes, antes de que exponga, ya reservan algunos cuadros, como Ramón Sauma y Gabriel Carvajal, dos coleccionistas que en los últimos años están comprando mucho arte contemporáneo chileno.
Parece que Godoy hubiese salido del siglo XVIII para instalarse en el mundo actual y comentarlo con imágenes. Desde chico, el artista sintió fascinación por esa pintura cortesana europea que mezcla lujo y decadencia y se complace en el detalle. Ese imaginario, sumando a los recuerdos de su propia adolescencia, nutrió la serie de obras que ahora está presentando con el título El progreso del amor, basada en la serie del mismo nombre del pintor del rococó francés Honoré Fragonard (1732-1806). "En estos cuadros trato de representar ese estado primero de la juventud, cuando llegas a un punto en que te das cuenta de que la sexualidad es algo que te pasa. Es hablar de ese punto, que es como un estado de suspenso", dice el artista.
Fragonard es una referencia total. El pintor rococó muestra escenas bucólicas que expresan la relajada vida de la nobleza de la época, muchas de las cuales ocurren en jardines y parques que se reproducen con lujo de detalles, configurando una especie de escenografía paradisiaca.
Más allá de la temática, lo erótico en el arte de Godoy es la pintura misma. En sus obras la sensualidad es transmitida con lujo de detalles, texturas, colores y atmósferas.
El cuerpo masculino
Practicando una pintura de esencia figurativa y académica, Godoy se aproxima con mirada propia y actual a temas como el erotismo, el amor y la homosexualidad. La elección del óleo sobre tela no solo es un recurso, sino que contribuye al clima de la obra. "Material y visualmente, la pintura es muy erótica", dice. "El hecho de que se haga a mano, que tenga relieve y cuerpo, hace que el espectador genere otra aproximación, que se detenga: la pintura no es inmediata". Por eso, más allá de la temática, lo erótico de su obra es la pintura misma. Sus cuadros tienen una fuerte carga narrativa, el espectador siente que algo pasó o está a punto de pasar: el verdadero acontecimiento se despliega a nivel de la visualidad, que se desborda en colores, atmósferas, texturas y formas.
Un elemento que se ha destacado en la obra de Godoy es la idealización del cuerpo masculino, que sigue los estereotipos del canon clásico. Pero sus desnudos, o semidesnudos, lejos de ser provocativos, sugieren un clima de inocente tranquilidad. "Hay una referencia gay que me parece interesante. Me interesa proyectar una imagen alegre y armónica de la homosexualidad. Estoy desilusionado de cómo los medios abordan la homosexualidad, con una mirada que siempre es deprimente", concluye Godoy. Esta es la segunda muestra individual de Godoy. En 2010 hizo otra en la Sala Gasco, igualmente elaborada. Ambas incluyen un trabajo muy exhaustivo, que dura al menos dos años. "No me interesa exponer por exponer", dice el artista. "No veo qué ganaría mostrando cosas que no sean realmente significativas".
Para esta seria el artista contrató a ocho modelos que retrató en los jardínes del Museo de la Moda, generando escenas y poses similares aa las que se encuentran en los cuadros de Fragonard. Para otros cuadros fotografió a sus propios amigos en situaciones más contemporáneas, por ejemplo, en una piscina.