La presión por ser la chica perfecta

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La promesa es la siguiente: si te levantas a las 5 a.m. en punto a hacer ejercicio, meditar y tomar un desayuno “instagrameable”, tu vida se arregla. Que si compras los productos adecuados para tener la rutina de autocuidados perfecta, vas a ser la mejor versión de ti misma. Esto es lo que las jóvenes estan viendo en redes sociales; a ‘Esa Chica’ (o ‘That Girl’ en inglés) que muestra una vida productiva, en control. Se trata de una promesa atractiva, que las retiene en TikTok y las convence. De hecho, el deseo por ser esa chica perfecta se ha transformado en tendencia: a la fecha el hashtag #ThatGirl acumula 7,5 billones de visualizaciones, mientras #ThatGirlAesthetic, 1,4 billones.

Para la psicóloga Stefanella Costa, Investigadora del Centro de Estudios en Neurociencia Humana y Neuropsicología y del Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia de la UDP, la clave del éxito ha sido gracias a la lógica estructural de la sociedad moderna y de las exigencias del capitalismo. “El terreno está fértil para que tendencias como éstas se hagan populares. Cómo ser exitosas y productivas, va a prender en el contexto actual. Además, esta tendencia tiene que ver mucho con el autocontrol, algo que nuestra sociedad valora muchísimo”, dice.

Levantarse temprano, hacer deporte y comer sano no son cosas esencialmente negativas, de hecho podrían ser parte de una rutina bastante saludable, pero ¿qué pasa cuando bajo esta idea se condiciona el acceso a una mejor vida, a tener ciertos productos de belleza o seguir rutinas inalcanzables? ¿O cuando no somos influencers, no tenemos plata o somos madres y no podemos seguir este estilo de vida? ¿Necesitamos ser ‘Esa Chica’ para estar resueltas, seguras y felices?

“Me sentía frustrada con mi propia vida por no tener ese tipo de vida, de mega productividad. Sentía que no era lo suficientemente perfecta ante los ojos de los demás si no tenía la vida resuelta o un tipo de cuerpo específico”, dice Camila (24), que a partir de esto decidió tomar terapia y dejar las redes sociales por ocho meses. “Nunca hice cosas que no quería, pero sí me agobiaba un poco la idea de que podría haber estado haciendo más. Sentía frustración por saber que desde mi realidad esto es naturalmente imposible. Es como una tensión entre ‘el que quiere puede’ y el ‘estoy tratando de hacer lo mejor que puedo’”, agrega Consuelo (23).

La insatisfacción con la propia vida justamente tiene que ver con cómo se ha instalado este ideal de felicidad, resolución y amor propio, que tiene características establecidas y visibles. Como por ejemplo, dice la especialista, quienes muestran este contenido generalmente son mujeres blancas, adineradas y flacas, algo que aporta a la idealización de estas características. Si no soy así, fallé, basícamente. “Tiene que ver con el auto amor tóxico y con cómo se ha ido instalando una idea de lo que es amarse a sí mismas, que finalmente es paradojal. Ámate a ti misma, pero de esta forma y haciendo tales y tales cosas. Es un imperativo imposible y destinado a fracasar. Se convierten en ideales morales que, cuando no se logran, viene la culpa. Estos ideales de nuestra sociedad tienen raíces judeo cristianas y vienen aparejadas con la culpa, que es el mecanismo más efectivo para hacer que la gente los cumpla”, asegura.

Como sentía que no se cuidaba mucho, Camila (23) comenzó a intentar vivir como ‘Esa Chica’, pero no lo pasó nada de bien. “Me estresé y frustré mucho. Una se puede llegar a deprimir o sobre exigir demasiado por tratar de ser hiper productiva, cuando nuestro estilo de vida es distinto. La mayoría estudiamos y trabajamos, y no nos da para levantarnos a las 5 a.m. a hacer ejercicio, yo prefiero tratar de descansar un poquito entre tantas responsabilidades. No puedo evitar pensar en el impacto que este tipo de contenido puede causar. Es fuerte ver el bombardeo de información en TikTok, video tras video de estas chicas mostrando sus vidas perfectas y productivas. Me da ansiedad y me cuestiono qué estoy haciendo con mi vida y por qué no soy tan productiva como ellas”, asegura.

“El gran problema de esto es cómo en nuestra sociedad este tipo de ideales quedan rápidamente ligados a la moral. Por ejemplo, actualmente ser productiva y ser saludable son dos ideas morales. La contracara de esto, que son la flojera y los cuerpos aparentemente no saludables, con la gordura, son castigadas por representar una falta de moral. Acá hay un autocontrol llevado al extremo donde muchos aspectos humanos, como el deseo, quedan fuera”, dice la psicóloga Stefanella Costa, quien agrega la relevancia de cómo las características sociodemográficas de las creadoras de este contenido pasan a ser un imperativo.

“Aunque hace tiempo dejé de seguir a esas mujeres con vidas perfectas, con mucho tiempo disponible y cuerpos irreales, igual me metía por Instagram a ver sus perfiles. Después de estar horas viendo sus vidas, pensaba que nada me iba a salir bien, que no sirvo para nada y que no merecía nada por no tener esas vidas ni ese cuerpo. Fui más allá empecé a buscar en YouTube mujeres que subían sus rutinas como para copiarles. Con esa intención, había días en que dejaba de comer por querer ser como ellas. Empecé a hacer cosas que no me gustaban, como ejercicios que no disfrutaba y que no los hacía por mi salud, sino que para estar más flaca. Si no hacía la rutina era como un fracaso, no me sentía productiva, me miraba al espejo con asco”, dice Irune (22).

Si bien compararse con otros y otras es una característica humana, esta tendencia ha contribuido a acentuarlo. “El comparar la apariencia física con alguien que ves en internet, algo que hacen mucho los adolescentes, está muy relacionado con la insatisfacción corporal que, por ejemplo, es un factor de riesgo para los trastornos de alimentación. Estas cuentas de redes sociales entregan una especie de “oferta” sobre cómo lidiar con las angustias propias de la vida, sobre todo en la adolescencia; una “oferta” muy poco saludable porque implica entrar en un autocontrol absoluto, que elimina toda otra forma de vida más conectada con tus propios deseos y con los otros”, dice la experta.

Y concluye: “El argumento de por qué esta tendencia es buena es para mejorarse a una misma, ser productiva y por sobre todo, ser saludable, son consignas del capitalismo, que al final, tienen que ver con la optimización. Somos producto de un sistema y como tales, tenemos que optimizarnos, dejando fuera todo aquello que tenga que ver con nuestra humanidad, que incluye tener ganas de dormir hasta más tarde, tener deseo de comer cosas ricas y todos esos “pecados capitales”, que son parte de la vida”.

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