Hace unas semanas Jackie Guiloff (46 años) inauguró su segundo local. Al de La Dehesa, que fundó hace cuatro años, ahora sumó el de Nueva Costanera. Allí, esta mujer atlética y bronceada tiene su oficina, llena de revistas Appetizers, el libro Cooking with Curtis, de Curtis Stone, y dos ediciones de Lucía Santa Cruz -La buena mano y Cocinando con gracia-. De esas publicaciones, Guiloff, profesora de Educación Física de profesión- saca ideas y las adapta a su cocina con fama de exquisita y que ella define como casera, tradicional y elegante. "Mi objetivo es resolver el problema del tiempo. Que no porque no tengas tiempo de cocinar o nadie que lo haga por ti, dejes de invitar a tu casa o dejes de celebrar", explica. De ti se dice que eres banquetera y chef.
¿Cómo te defines tú?
Antes era cocinera, hoy soy una empresaria gastronómica.
¿Cómo se te ocurrió lanzarte en esto?
Me separé, necesitaba producir más plata – tengo cuatro hijos: de 21, 18, 11 y 10 años- y reinventarme. O me echaba a morir o hacía algo. Partí por accidente. Me gustaba recibir en mi casa, siempre fui perfeccionista y estética en eso, cocinaba los fines de semana y un día una amiga me pidió que le hiciera unas cosas para una fiesta. Luego, en una revista, para un tema de deliverys, publicaron una bandeja mía con aperitivos. Entonces comenzó a llamarme mucha gente para hacer pedidos. Si me pedían una lasaña, aunque jamás hubiese preparado una, la hacía igual. Vi una oportunidad y la tomé.
¿Eras de cocinar o alguien en tu familia te enseñó?
No tengo recuerdo de que sea un interés que naciera en mi niñez. Tampoco tengo la influencia de alguien. Mi cercanía a la cocina comenzó cuando me casé e hice un par de cursos, nada más.
Emocionalmente, para tu reconstrucción en momentos difíciles, ¿qué significó comenzar con este negocio?
Fue una inyección de autoestima. Cuántas mujeres siguen casadas por miedo a que no serán capaces de hacerse cargo de sus vidas, salir adelante y hacer lo que sea para que eso ocurra. Las mujeres tenemos mucha fuerza. Los hombres cargan con una suerte de "dignidad": o son gerentes o todo está mal. Si yo hubiese tenido que ir todos los días a buscar fruta a La Vega para vendérsela a mis amigas, lo hubiese hecho feliz.
Partiste cocinando sola en tu casa.
Sí, hasta que fue un caos total. Fueron cuatro años cocinando en mi casa, con la ayuda de mi nana, la Mary, que hoy es jefa de cocina; y con mis hijos dando vueltas. La casa pasada a comida. Hasta que para una Navidad fueron tantos los pedidos, que tenía hasta el living lleno de plásticos y bandejas. Dejé de tener capacidad para cumplir con la cadena de frío y decidí instalarme en La Dehesa.
¿Cómo se aprende a ganar plata?
Cuando trabajaba en la casa era más fácil. Yo compraba todo y sabía perfectamente cuánto me habían costado los ingredientes y a cuánto debía vender. Ahora todo es más complejo y estoy aprendiendo, porque lo administrativo no es mi fuerte. Mi fortaleza es lo creativo y que los sabores hablen.
¿Qué es lo difícil de emprender cuando eres mujer?
Mientras los hombres trabajan y punto, ser mujer implica muchos roles y quienes somos emprendedoras no tenemos horario. Muchas veces he tenido que postergar a mis hijos: no he podido ir a buscar al colegio a uno o acompañar a otro. No siempre están en el primer plano que me gustaría que estuviesen. Eso es muy difícil.
Tu pyme está creciendo. ¿Hasta dónde llegan tus expectativas?
Estoy en la delgada línea roja: quedarme aquí, donde estoy bastante cómoda y con el desafío de ordenar lo más posible lo administrativo, o crecer. Hoy sé que estoy perdiendo oportunidades de venta por falta de capacidad, pero como todo empresario tengo miedo y sé que la única manera de crecer con éxito es muy de a poco.