Don Draper, en la serie Mad Men, termina su lata de cerveza y la lanza en medio del parque en donde hacía un picnic con su mujer y sus hijos. Betty Draper, sacude la manta del picnic y caen envases plásticos, papeles y restos de lo que habían comido. Se suben al auto y se van. Bajo el árbol que les daba sombra, yacen las huellas de sus visitantes. Huellas que hoy se han transformado en toneladas de basura que flotan en el mar, asfixian peces y deforman caparazones de tortugas marinas.
Todo empezó ahí, por los años 50, cuando el entusiasmo por hacer la vida más cómoda terminó por llevarse las buenas costumbres y con ellas los envases de vidrio, las bolsas de tela para el pan y los cambuchos de diario para las compras en el emporio. Aparecieron así los grandes supermercados, los envases plásticos, la vida rápida y desechable. Las bolsas negras para meter todo lo que no queremos ver, y que más tarde viajan a lugares lejanos y desconocidos en el camión de la basura. Ya no tiramos la latas de cerveza en medio de los parques como lo hacía Don Draper, las juntamos en vertederos para no verlas. Pero como el planeta es un terreno limitado y enteramente conectado, las corrientes de agua y las napas subterráneas terminan por llevar una enorme parte de la basura al mar. A ese lugar azul y misterioso en donde comenzó la vida.
Años atrás, algunas publicaciones como National Geographic alertaban que los nuevos hábitos estaban teniendo serias consecuencias para el medio ambiente. Pocos lo tomaban en serio. Gracias a Internet actualmente las imágenes de cerros de basura en vertederos sobrepoblados de ratones y palomas, ya no son ajenas a nadie. Tampoco el océano de plástico de Taimur Nagar, en las afueras de Nueva Delhi. Y si no lo ha visto, googléelo.
Hace años que en mi casa nos hacemos cargo de la mayoría de los desechos que generamos. Empezamos por separar los plásticos: PET, PP, PE, PS, otros plásticos, metales. Decenas de envoltorios y varias categorías. Horas limpiando envases y poniéndolos en baldes para llevar al Punto Limpio. Descifrando luego en qué ventanilla hay que dejar cada cosa, porque la creatividad de los creadores del sistema no tiene fin, y hay varias mezclas de materiales que terminan por liquidar la misión.
Hace un tiempo me hice consciente de que muchas veces, luego de casi una hora de trabajo, volvía a entrar al supermercado y compraba nuevamente los mismos productos en los mismos envases que había dejado en el reciclaje. Días después, repetía lo mismo. Así me di cuenta de que no sabía que había algo que hacer antes de ponerse a reciclar: rechazar. Esa es la palabra que me faltaba. Rechazar no solo la bolsa, rechazar el aceite en botella plástica, rechazar el café en vaso de "cartón", rechazar la bombilla, rechazar todo el plástico que pueda. Esa es la única manera de no llegar al punto limpio con kilos de basura. La otra palabra es preferir: vidrio, envases retornables, comprar a granel, ir a la feria, cocinar más.
Es verdad que el reciclaje es un comienzo para despertar la conciencia y buscar información. Pero el reciclaje no es la única solución. Rechazar los productos desechables, reducir el uso de plásticos, reutilizar los envases, reincorporar los desechos orgánicos a la tierra, son hábitos que podemos adoptar. Y si después de todo ese esfuerzo queda algo, reciclar. Pero esa es la última R de las 5 que hay que aplicar.
Un documental en Netflix: A Plastic Ocean
Para comprar productos y rechazar el plástico: https://bumilifestyle.com
Para reducir desechos orgánicos: compostera.cl
Para comprar a granel además ferias libres y tostadurías de barrio: La Nacional, Galvarino Gallardo 1522, Providencia. Sin Envase: Irarrázaval 3620, Local 3, Ñuñoa.
Para reciclar y conocer la red de puntos limpios: http://www.triciclos.net/es/