En la última década, las adicciones han acaparado la atención en el ámbito de la investigación científica. No solo se ha buscado desentrañar las raíces de estas problemáticas, sino que también se han realizado esfuerzos importantes en el campo de la prevención.
Existe, sin embargo, un segmento de la población que ha permanecido en gran medida en las sombras de estas investigaciones: las personas mayores.
Recién en 2021, el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA), dio un paso adelante al examinar el uso de alcohol y drogas en personas de 60 años y más. Los resultados preocuparon a las autoridades.
El informe reveló que en este rango etario, el consumo de sustancias adictivas, especialmente el alcohol y los medicamentos sin receta médica, es más significativo de lo que se creía.
Aproximadamente dos de cada cinco personas admiten haber consumido alcohol en el último mes, y de estos, dos de cada tres reconocen haber experimentado episodios de embriaguez. Por último, uno de cada diez encuestados dice haber utilizado medicamentos sin receta en el último año.
Durante la vejez, el uso de drogas y alcohol puede tener un impacto mayor en el organismo en relación con otras edades. Además, impacta directamente en la calidad de vida no solo por los daños propios de las sustancias, sino también porque aumenta el riesgo de otras patologías de salud mental, como cuadros de ánimo y demencia. Hay mayores riesgos de caídas y trastornos del sueño.
“Aumentan también los conflictos a nivel familiar, acrecentando el riesgo de abandono e institucionalización”, explica el psiquiatra del Centro de Memoria y Neuropsiquiatría de la Universidad de Chile y del Hospital del Salvador, Tomás León Rodríguez.
“A medida que envejeces, se producen cambios fisiológicos y tu cerebro se vuelve mucho más sensible. Tu tolerancia disminuye conforme tu cuerpo cambia. Eso puede ponerte en peligro”, explica el geriatra de la Universidad de California, Benjamin Han.
En Estados Unidos, se han encontrado nuevas evidencias de que este es un problema serio. Un estudio sobre el trastorno por consumo de opioides, es decir personas que muestran patrones problemáticos de uso de estas sustancias, mostró un aumento de tres veces en cinco años en personas mayores de 65 años. Pasó a 15,7 casos por cada 1.000 en 2018, desde 4,6 casos por cada 1.000 en 2013.
¿Por qué entonces no alarman estas cifras?
Un problema invisible
Según Vicente García Huidobro, psicólogo especialista en adicciones del centro Nuevo Norte, existe una invisibilización general en torno al sufrimiento de las personas mayores que se exacerba en el ámbito de la salud mental y las adicciones.
“En este caso existe una invisibilización completa. Hay una insensibilidad con respecto al sufrimiento pero también hay vergüenza por parte de los hijos para sincerar la situación y solicitar ayuda. Entonces se minimiza, no se ve como una enfermedad sino como algo de ancianos”, explica. “Se hace la vista gorda porque ya son mayores”, añade.
En ese sentido, Tomás León asegura que desde la familia y los equipos médicos existe un cierto “nihilismo” a la hora de tratar las adicciones en personas mayores.
“Persiste la idea de que esa persona ‘ya no va a cambiar’ y por lo tanto, no debe tratarse ni manejarse”, explica. “Tanto esta como otras patologías de salud mental son subdiagnosticadas en personas mayores, sobre todo en hombres”, agrega.
La Organización Mundial de la Salud advierte incluso que muchas veces son ellos mismos quienes no son capaces de ver este tipo de realidades como algo problemático, debido a los estereotipos y estigmas de la vejez.
Otras de las razones que esgrimen los especialistas a la hora de hablar de esta invisibilización, es la utilización de sedantes a pesar de los conocidos riesgos. “Existe una tendencia a utilizar estos sedantes de manera artificial, sin tratar las causas de esta”, dice León.
Prevención solo para jóvenes
Por otra parte, hay una ausencia de campañas de concientización que incluyan a las personas mayores.
Hay estudios que demuestran que cuanto más tarde es el inicio del consumo de drogas, existen menos posibilidades de desarrollo de adicciones y menos daño asociado, explica García Huidobro.
Es por eso que, debido a la falta de recursos, las campañas suelen ir focalizadas a los más jóvenes. “Creo que es importante que también se considere la situación de los adultos mayores como una forma de ir sincerando y así hablar más directamente sobre los temas relacionados a las sustancias, cómo afectan todo tipo de relaciones y a las personas mayores, que es una población vulnerable”, explica.
Para que estas campañas sean efectivas, dice León, deberían incluir información que detalle los riesgos y efectos propios del consumo en esa edad específica, desmarcándose de la información general.
También es importante considerar que las adicciones en personas mayores han aumentado no solo desde la vereda del alcohol y los fármacos. También se están dando nuevos tipos de adicciones, como la ludopatía.
“Muchas veces a través de los aparatos celulares están accediendo a juegos online, a máquinas tragamonedas. Ha aumentado tanto el nivel de adicciones químicas como las adicciones conductuales como la ludopatía”, explica García Huidobro.
Hay dos cifras que podrían ayudar a entender lo importancia de abordar esta problemática. La primera es que para el 2050, las personas mayores de 60 años llegarán a ser un 32% de la población de nuestro país, frente al 20% actual. El crecimiento va a la par con el ritmo mundial que muestra que a mediados de siglo, el porcentaje de mayores de 60 años se duplicará, pasando del 11 al 22%, según datos de la OMS.
La segunda, es que según datos del mismo organismo, un 15% de este segmento de la población sufre de alguna condición de salud mental, por lo que prevenir y tratar las adicciones podría ser fundamental para asegurarles una buena calidad de vida.