De acuerdo con un estudio realizado por Bronfman y Buitrago en colaboración con el Laboratorio de Innovación de Género y el Banco Mundial (2021), un 39,3% de los hogares que no usan el cuidado formal infantil en Chile, basan su decisión en las dificultades de acceso a los servicios, calidad y otras percepciones en torno a la necesidad de cuidados infantil formal o la relevancia de la estimulación temprana. A su vez, los autores hacen mención a que un 60,7% de los hogares que no ocupan el sistema formal prefieren cuidar a sus hijos/as en el hogar, ya sea a cargo del padre, la madre, un pariente o un cuidador remunerado.
Lo anterior da cuenta de dos problemáticas asociadas a la cobertura del cuidado infantil en nuestro país. La primera tiene relación con el bajo porcentaje de niños y niñas que están siendo enviados a la sala cuna y jardín infantil. La segunda, la falta de cobertura en lugares de alta demanda por el servicio, particularmente en sectores donde la necesidad de trabajar de la madre es mayor. De esta manera, abundan las salas vacías en algunas localidades mientras en otras las salas están saturadas y con cientos de familias esperando un cupo.
La evidencia indica que cuando los niños y niñas participan en sistemas educativos desde la primera infancia, se favorece su desarrollo integral, obteniendo mejores resultados académicos a lo largo de su escolaridad,
A la luz de la evidencia, resulta importante aplicar medidas de gestión georreferenciada que permitan atender las necesidades de los distintos territorios, transfiriendo recursos subutilizados a aquellos que están saturados. Por otra parte, es necesario atender a las necesidades de las familias para que efectivamente sea una opción enviar a sus hijos e hijas al sistema de cuidado infantil formal. Barreras como largos trayectos, jornadas incompatibles con la de sus trabajos y la mala percepción de la calidad del servicio de cuidado hacen que para muchas familias no haya más alternativa que dejar el trabajo y transitar hacia la informalidad, o bien, deciden quedarse al cuidado de sus hijos/as, dependiendo de otros, afectando así su autonomía económica.
Sólo por mencionar un ejemplo: en las regiones de Aysén, Magallanes y la Antártica Chilena, y Arica y Parinacota, sólo un tercio -incluso menos- de los prestadores financiados por el Estado reciben a niños y niñas en jornadas completas (Bronfman y Buitrago, 2021), siendo incompatible con las jornadas laborales de sus padres, especialmente cuando de los más vulnerables se trata, ya que son ellos los que menos pueden acceder a trabajos flexibles.
Resulta relevante, entonces, abordar las necesidades de las familias observando de cerca las razones por las que no están utilizando el sistema, y responder a la falta de cobertura que dificulta la conciliación del trabajo y la vida familiar, afectando a miles de niños y niñas en su desarrollo. Por otra parte, es urgente promover la asistencia de los niños/as al sistema de cuidado infantil y asegurar su acceso, garantizando la calidad, lo cual, sin duda contribuye a garantizar la igualdad de oportunidades desde temprana edad. La evidencia indica que cuando los niños y niñas participan en sistemas educativos desde la primera infancia, se favorece su desarrollo integral, obteniendo mejores resultados académicos a lo largo de su escolaridad, sugiriendo así que el cuidado infantil de calidad es un componente clave para reducir las brechas socioeconómicas tanto de los niños/as como de las mujeres madres (Bronfman y Buitrago, 2021).