La palabra punk “es el hilo que conectaba todo lo que nos gustaba: borracho, desagradable, inteligente sin ser pretencioso, absurdo, divertido, irónico y cosas que atraían al lado más oscuro”, dijo alguna vez Legs McNeil, fundador de la revista Punk y a quien la historia musical responsabiliza por acuñar el término con el que se define a este movimiento cultural que nació a comienzos de la década de 1970 principalmente entre Estados Unidos y Reino Unido.
1976 es conocido como el “año cero” del punk rock gracias a los Ramones, cuatro músicos provenientes de Queens que revolucionaron la escena musical de la época con su disco homónimo, hasta el día de hoy reconocido como uno de los mejores de la historia del género.
Pero pese a que muchos de los nombres que se repiten entre los adeptos a la música punk son masculinos, al género y movimiento cultural se les reconoce una importante presencia de mujeres que escribían sus propias canciones, no seguían cánones de belleza ni temían a gritar con la misma agresividad que los hombres.
Sí, se podría argumentar que en los 60 habían importantes bandas de rock femeninas, pero lo cierto es que pocas tuvieron el atrevimiento y reconocimiento de los pares como el caso de las punk, mujeres independientes y valientes que no hicieron caso a las barreras impuestas por los roles de género que impedían a sus predecesoras ser parte de la rebelión.
El inconformismo del punk daba pie para que aquellas mujeres, cansadas de los cánones e imposiciones sociales de género, sacaran la voz e hicieran historia.
También en 1976 en Londres nace The Slits, grupo punk compuesto por cuatro mujeres que encarnaban el empoderamiento femenino. Eran tan punk -algo disruptivo, sin normas y una especie de desastre, lejos del mainstream del momento-, que incluso en uno de sus conciertos la vocalista fue apuñalada sobre el escenario y solo algunas de sus canciones pudieron ser registradas en estudios de grabación.
Sobre locura y alucinación cantaban Siouxsie & the Banshees, con ritmos capaces de poner los pelos de punta, encabezadas por Siouxsie Sioux, quien más de una vez reformó la agrupación porque sentía que sus integrantes sonaban a rock. Su objetivo musical: que las guitarras sonaran como la escena de la ducha de Psicosis.
Muy distinta era Debbie Harry, la vocalista de Blondie e ícono del punk más pop. Igual de rupturista que las demás, su personalidad chocaba con un lado más femenino y sexy, pero de esa sensualidad que no da cabida a la inocencia, esa sensualidad propia de una mujer dueña de sí misma. Algo absolutamente novedoso para la época.
La “madrina” de la cultura punk, Patti Smith, pareciera ser una categoría en sí misma: más allá de la música, es uno de los íconos feministas de los 70 que no ha dejado de publicar al respecto, ya sea a través de su música, fotografías o libros. En sus propias palabras no se define como punk, pese a que su música haya adoptado el género en algún momento, pero los especialistas aseguran que fue parte de su influencia y su obra la que ayudó a cementar el punk y a construir puentes para nuevos estilos musicales.
Hay cientos de mujeres íconos del punk que aprovecharon el momento cultural para mostrarse diferentes, poderosas, irrespetuosas e irreverentes. Redefinieron con su música, su maquillaje, su peinado y su estilo personal lo que significa ser mujer, y por lo mismo sacaron a la vez ronchas y aplausos.