Las mujeres de Chile
Diez artículos de historiadores nacionales forman el primer tomo de la Historia de las mujeres en Chile (Taurus), que desmenuza la vida femenina desde la Conquista hasta fines del siglo XIX. Ana María Stuven, editora del libro junto a Joaquín Fermandois, entrega las claves para entender este período y el que vendrá en el tomo II, sobre el siglo XX, a comienzos del próximo año.
¿Qué revelación sobre las chilenas encontraste al preparar el libro?
Que desde su rol doméstico la mujer ejercía importantes funciones de poder. Educar a los hijos e influir sobre sus maridos tenía gran repercusión social, incluso política. Las mujeres fueron temerarias, por ejemplo, en su defensa de la Iglesia: en 1865 fundaron un periódico, El Eco de las Señoras de Santiago, para impedir que se derogara el artículo 5º de la Constitución, que establecía la prohibición de cultos distintos al católico; otra vez amenazaron tirarse bajo las ruedas de un carruaje para presionar al Presidente Montt. Estas mujeres lograron saltar todas las vallas y son excepcionales. Hubo muchas mujeres notables: Martina Barros, Rosario Orrego, Lucrecia Somarriva, todas escritoras; la última, hasta montó un diario.
¿Cuál es el hecho histórico clave de todo ese período?
La educación y el acceso de la mujer a las llamadas profesiones científicas, una gran cruzada iniciada por sectores liberales en la prensa para disminuir el poder eclesiástico. Luego, las propias directoras de colegios de señoritas, como Isabel Le Brun de Pinochet o Antonia Tarragó, fueron decisivas en que se promulgara el Decreto Amunátegui, en 1877, que les permitió a las mujeres entrar a la universidad. Desde ahí se situaron en la vida pública, y también a través de la beneficiencia, pues buscaron profesionalizarse para ejercerla mejor. Son abogadas que defienden mujeres, matronas que atienden en los hospitales, y lo hacen para ejercer mejor su rol como mujeres no para
competir con los hombres.
¿Qué procesos destacarías del siglo XX, la segunda parte que viene?
La mujer asume pleno protagonismo en la defensa de sus derechos. Ya no se trata solamente de la mujer de clase dirigente sino también de las trabajadoras, que formarán sus propios sindicatos y otras organizaciones a fin de conseguir la igualdad. En el último tercio del siglo ya hay mujeres en el parlamento y en puestos de gobierno, pero la plena igualdad es aún un proceso en marcha: no solamente debe encontrarse en lo institucional y jurídico, sino también en el plano cultural, donde los roles femeninos y masculinos aún pueden revisarse para que la mujer no se vea constreñida por factores relacionados con sus funciones naturales.
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