El lenguaje que usamos para comunicarnos está vivo y en constante cambio. Si en los sesenta la palabra de moda era macanudo, en los ochenta fue groso y en los 2000, bacán. Vivimos una época en la que sabemos que a partir de cómo decidimos referirnos a las cosas construimos realidad. Y por eso permitirnos cambiar la manera en la que hablamos es una oportunidad para desarrollar formas respetuosas que nos acerquen a una sociedad más amable, empática e inclusiva.

"Una de las áreas del lenguaje que es más susceptible al cambio es el léxico, esas palabras que usamos para hablar de este mundo y otros posibles", asegura Carlos González, doctor en Lingüística y académico del Departamento de Ciencias del Lenguaje de la PUC. En las últimas décadas se han producido cambios desencadenados por el surgimiento de una aldea global o por los movimientos que buscan igualdad de derechos para la mujer, la comunidad LGBTI+ y las personas con discapacidades. A esto se suman los movimientos migratorios, que han llevado a que los chilenos tengamos mayor conciencia de la existencia de otro, y de que uno mismo es un otro, dejando de lado expresiones habituales en la conversación coloquial de hace algunos años. "Lo más relevante es la atención que actualmente existe a un lenguaje que evita hacer discriminaciones sexistas entre hombres y mujeres o diferencias xenofóbicas, transfóbicas y otras, sobre todo en discursos o espacios públicos", asegura Pablo Astudillo, académico e investigador de la UAH, quien se ha dedicado al estudio de la diversidad sexual y género en contextos educativos.

"Más allá de palabras puntuales, lo primero que necesitamos como sociedad para avanzar hacia un lenguaje más amable, que no ofenda sino que integre, es vernos, reconocer quiénes somos, saber cuáles son nuestros intereses, alegrías y dolores. Necesitamos comprendernos". Isidora Mena, psicóloga y directora ejecutiva de Valoras UC.

Cinco palabras que quisimos dejar atrás

Estas denominaciones, aceptadas hace algunas décadas, actualmente han quedado fuera del lenguaje formal y de a poco han empezado a salir del lenguaje coloquial por ser consideradas ofensivas o discriminadoras.

Decíamos niña para referirnos a una mujer adulta en tono condescendiente/ Decimos Mujer.

Decíamos indio para referirnos a alguien perteneciente a una etnia originaria/ Decimos nombre del pueblo originario al que pertenece.

Decíamos maricón/ Decimos homosexual

Decíamos marimacho/ Decimos lesbiana

Decíamos inválido/ Decimos persona con discapacidad

"Nadie se atrevería a decir estas palabras en un espacio público, pero si analizas las rutinas de humor, siguen

persistiendo formas de discriminación que tienen

sus propias víctimas. Y debemos hacernos cargo de eso". Pablo Astudillo, doctor en sociología, especialista en diversidad sexual y temas de género en contextos educativos.

Crear un lenguaje respetuoso

Para poder designar ciertos objetos u ordenar el cómo deben ser las personas, actualmente siguen existiendo normas sexistas. En ese contexto, según comenta Pablo Astudillo, los adultos tienden a ver a los adolescentes como personas con menos prejuicios de este tipo, lo que no significa que sean más cuidadosos. A ojos del especialista, cada generación defiende los cánones de cómo creen que deben ser las personas y los integran lo mejor que pueden a través del lenguaje, pero también reproducen sus propias formas de discriminación.

Esta situación que hace sentido en la teoría se torna compleja a la hora de criar y ser autoridad frente a los más jóvenes. La psicóloga Isidora Mena recomienda construir una relación que se aleje de cualquier forma autoritaria clásica como cerrar conversaciones "porque soy tu mamá y yo lo digo" o "porque soy tu papá y punto". "La autoridad debe estar en la capacidad de vincularnos con los más jóvenes, de comunicarnos de verdad. De escuchar y darles valor a las necesidades que transmiten, no tratarlas como demandas a las que se responde irreflexivamente", asegura.

3 claves para construir una autoridad respetuosa desde el lenguaje

Escucha de verdad

Sin prejuicios, sin temor ni preguntas insidiosas, sin interés en darles consejos. Solo escucha genuinamente.

Expresa tu opinión (y entiéndela como tal)

Esa es tu perspectiva, y no es la única. Pregúntales su parecer frente a ellas.

Respeto para ser respetado

Trátalos con respeto y exígelo de vuelta como lo harías con cualquier ser humano par.

Para favorecer el lenguaje amable de los niños, Sol Gajardo, profesora Waldorf recomienda:

Promover la imaginación y el juego libre

Compartir y jugar con otros

Respetar cada momento del día

Mantener el lenguaje cariñoso de los adultos cuidadores