Lecciones de un mes de yoga: El valor de terminar lo que empezamos

Lo que aprendí haciendo yoga Paula



El yoga no es lo mío. No importa cuánto intente practicarlo, simplemente no es una disciplina que me motive a hacer actividad física. Soy más de correr, boxear, saltar la cuerda y hacer cualquier tipo de actividad cardiovascular intensa, que me agote, que me quite el aire. Por eso cuando me anoté a hacer un programa de 30 días que incluía una hora diaria de yoga, entré segura de que no lo iba a terminar. No me imaginé jamás que lo que aprendería de esta práctica no estaría relacionado ni con la flexibilidad ni con el balance, sino que con algo mucho más intangible: La importancia de terminar lo que empezamos.

Pasa con yoga, y seguramente también con otras disciplinas, que durante la clase hay posturas o movimientos que requieren de ciertas habilidades. No digo que haya que ser un artista circense, pero sí se necesita fuerza y elasticidad que muchas veces no tengo, por lo que hay clases en las que lo único que puedo hacer es acercarme lo más posible a lo que debería estar haciendo, y agradecer que la clase no sea presencial y que nadie me esté mirando.

Es distinto a correr, por ejemplo. A no ser que estés lesionado, si pones de tu parte puedes terminar una carrera o un entrenamiento. Solo tienes que empujar y poner un pie delante del otro. Pero cuando físicamente te ves incapacitada para seguir con el entrenamiento, ¿cómo lo terminas? ¿No es mejor dejarlo hasta ahí y esperar que al día siguiente sea más fácil?

El verdadero reto, durante este mes de yoga, no fue lograr posturas imposibles ni pararme de cabeza, sino que terminar la hora de clase todos los días. Incluso si pensaba que no tenía sentido, porque no iba a poder lograr todo lo que me proponían. Eso incluía superar frustraciones, sentirme menos por no conseguir lo que creía que tenía que conseguir y terminar muchas veces más tensa de cómo había empezado. Pero siempre que se cumplían los 60 minutos y la instructora aplaudía felicitándome, sentía que, al menos, había hecho algo que en algún momento pensé que no iba a ser capaz de hacer: terminar la lección.

Según el psicólogo Gregory Ciotti, “el principal obstáculo conocido para terminar con lo que empezaste eres tú, tus miedos, ansiedades y dudas. Parte de esta vacilación está garantizada, porque quieres asegurarte de que todos tus patos estén en fila, pero llega un punto de quiebre donde toda tu revisión y perfección no es más que una ilusión que creaste para seguir escondiéndote. Mientras más tiempo dejes pasar, más te demorarás en aprender algo significativo que te va a ayudar a avanzar”.

Y me di cuenta que este año fue un poco así, como un mes de yoga que parecía imposible de terminar. Cada enero intentamos planificar cómo seremos durante los próximos meses, qué queremos lograr y cómo lo vamos a lograr. Nos entusiasmamos con la idea de dejar malos hábitos e incorporar otros mejores, quizás de sumar a alguien especial a nuestras vidas o de hacer crecer la familia. Pero en un año donde lo que más vivimos fueron pérdidas y desafíos de toda índole, creo que el simple hecho de haberlo terminado es un logro suficiente.

Porque quizás no conseguimos concretar nuestros sueños de enero, pero remplazamos esos ideales por otros. Pasamos más tiempo en casa, ordenando ideas y planificando quizás cosas con las que antes no nos hubiéramos atrevido a soñar. Nos dimos cuenta, como nunca, que uno propone y la vida dispone, y que esperar la perfección o que todo vaya de acuerdo a un plan es una locura. Descubrimos que, a veces, dar lo mejor que podemos dar es suficiente.

Inhala y exhala

Otra cosa que tiene en común el yoga con el 2020 es que para avanzar en posturas es importante saber respirar. Inhalar y exhalar se vuelven acciones clave para mantener la calma, para recuperar la altura de miras y para entender que esto va a pasar y que, con un poco de suerte, todo va a estar bien.

De hecho, del yoga es que viene la noción de que con ciertas respiraciones podemos lograr objetivos como tranquilizarnos, concentrarnos o incluso dormirnos. La doctora Sheila Patel escribió este agosto: “La respiración es esencial para la vida. Desde el primer aliento hasta el último, tomamos aire cerca de 500 mil millones de veces, normalmente sin pensar en ello. Lo que quizás no has considerado es que la mente, el cuerpo y la respiración están íntimamente conectados y pueden influir el uno en el otro”.

Según la colaboradora de Deepak Chopra, la respiración está influenciada por los pensamientos, mientras que estos a su vez se ven influenciados por la respiración. “Aprender a respirar de forma consciente y alerta es una herramienta valiosa para restaurar el equilibrio entre la mente y el cuerpo, algo muy útil en tiempos de estrés”, dice.

Haciendo yoga por una hora durante 30 días, aprendí que puedo terminar lo que empiezo, mientras me lo proponga y establezca resultados realistas. Y aprendí también que muchas veces para avanzar, crecer y mejorar, solo necesito despejar la mente y, aunque suene excesivamente simple, respirar. Pero también descubrí que a veces la meta no está donde creíamos, y esta semana me volví a inscribir, para 30 días más.

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