Liberen la teta
Pasa que, aunque ya hace décadas que la moda, el cine y la publicidad empezaron a incorporar pechugas desnudas dando cuenta de sus distintas formas, tamaños y turgencias, nadie ha dicho que podemos hacer lo que queramos con ellas. No, señora. Si usted, persona corriente, decide salir a la calle con una blusa transparente y sin sostén será señalada con dedos inquisidores y puede que le impidan la entrada a algunos lugares.
¿Te ha pasado? Posteas en tus redes sociales la portada de un disco donde aparece un seno femenino y unos minutos después tu foto es eliminada. Censurada. O pones una pintura de Klimt o la imagen de la pasarela de la moda de París... da lo mismo, en realidad, porque hoy la pechuga descubierta está en cualquier parte si se trata de vender algo. Pero en Instagram (o en Facebook) los usuarios no pueden subir pechos. Las normas lo prohíben. Me pasó hace pocos días cuando quise mostrarle al mundo el collage que creé inspirada en las marchas feministas, tan orgullosa. Exhibía pechugas por montones, aunque deconstruidas, ubicadas fuera del cuerpo de sus dueñas, en vuelo, alardeando redondeces. Alcanzó a recibir algunos likes, un par de comentarios que no logré leer y listo. Imagen desterrada para siempre de Instagram, por "no cumplir con los estándares de la compañía".
¿Oíste alguna vez algo más absurdo? A mí me tomó un ratito encontrar tetas para recortar entre las revistas y libros que guardo para estos fines artísticos. Pude elegir, de hecho. Me costó hallar pechugas caídas o viejas, eso siempre. Las de las publicaciones eran todas jóvenes y erectas o infladas con bombín, como les gustan a algunos caballeros, tristemente.
¿Instagram vive en el siglo pasado? Nada de eso. Pasa que, aunque ya hace décadas que la moda, el cine y la publicidad empezaron a incorporar pechugas desnudas dando cuenta de sus distintas formas, tamaños y turgencias, nadie ha dicho que podemos hacer lo que queramos con ellas. No, señora. Si usted, persona corriente, decide salir a la calle con una blusa transparente y sin sostén será señalada con dedos inquisidores y puede que le impidan la entrada a algunos lugares. Si en algún momento de confusión creyera que las concurridas playas de la Quinta Región son como las del Mediterráneo y decide hacer topless, sabrá que en Chile esta práctica está penada por ley y no será la primera en irse detenida por mostrar el torso. Lo saben de sobra las activistas de la lactancia, que llevan años dando la pelea con #freethenipple (liberen el pezón) para poder amamantar a sus hijos en cualquier lugar sin que las censuren o confinen. Sí, por alimentar a sus hijos.
¿Cuál es el escándalo? Una encuesta de dudosa reputación pero cuyos resultados los medios publican hasta el cansancio determinó que un 71% de la población chilena desaprobó el topless de las estudiantes feministas en su marcha histórica. Es decir, se sabe que una mayoría está a favor de todos los cambios en materia de igualdad de géneros, incluido el aborto en 3 causales, pero una mayoría equivalente repudia que para protestar las chicas se saquen la blusa. ¿Tiene sentido?
¿Qué les pasa con las pechugas, gente? Uno entiende que los mayores de 60 años consideren de mal gusto que las señoritas se saquen la ropa mientras gritan improperios y alzan sus puños en señal de justicia. ¿Pero el resto? No estamos ya acostumbrados al insistente tetismo mediático? ¿O solo se acepta el desnudo si es para vender algo a los hombres y con los cánones que ellos han establecido como admisibles? La moral al revés. Hay pechugas por todos lados, pero pechugas reales no, por favor. Que no se te vaya a notar el pezón por debajo de la blusa. Anda a amamantar al baño, que se ve feo.
El hombre y su deseo supuestamente desenfrenado e irracional, otra idea cultural cada vez más derribada. Así es como el feminismo va floreciendo en países como el nuestro, cuando empezamos a preguntarnos qué tiene de malo que nos saquemos la maldita polera, y nos respondemos que es todo lo contrario, que se trata de un acto transformador e insurrecto, necesario y nada trivial en este camino a la igualdad, aun cuando estemos en pleno siglo XXI y vivamos en el planeta de la teta omnipresente.
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