Lo que las mujeres privadas de libertad quieren que el mundo exterior sepa
La Avenida Vicuña Mackenna está repleta. Los autos avanzan, paran, bocinean. Los estudiantes salen corriendo amontonados del metro San Joaquín. Santiago retoma su ritmo, y es lógico que así sea: es lunes, 28 de febrero, nueve y poco de la mañana. Se acabaron las vacaciones.
Pero allí, en la Calle Capitán Prat 20, allí donde residen casi 500 mujeres, no importa que sea lunes. Solo importa que sea un día más de su condena o, más bien, un día más cercano a su libertad.
Hoy, sin embargo, es un día diferente en su rutina. Al menos para cinco mujeres de entre 26 y 43 años que aceptaron conversar con Paula sobre qué les gustaría que el mundo exterior sepa sobre ellas, sobre la cárcel, sobre su realidad en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín.
El acercamiento
La conversación se da en una sala al costado de la Capilla Buen Pastor. Las paredes están llenas de mensajes trabajados en los talleres de Mujer Levántate, fundación liderada desde hace años por la capellana Nelly León. Se lee: “tranquila, mamá”; “brilla, weona, brilla”; “la familia es lo primero”; “no todas las amistades son buenas”; “las malas decisiones te llevan por el mal camino”; “piensa la cosas antes de hacerlas…”.
En general, las mujeres que están privadas de libertad reflexionan mucho sobre su día a día, su presente y su futuro. En esos talleres u otros, impartidos por la Red Acción Carcelaria (RAC). Es lo que cuenta Catalina Rozas Facuse, directora ejecutiva de la fundación.
En las visitas de RAC, muchas mujeres se acercan a contarles sus historias, sus vivencias y emociones. Las integrantes de la fundación decidieron pasarles, al final de sus talleres sobre salud sexual y reproductiva, papeles y lápices para poder escribir qué pensaban anónimamente. El resultado las emocionó. Los mensajes decían “no por cometer un delito somos malas personas”; “me gustaría que la gente supiera que no tenemos un trato digno ni de atención de salud”; “es un cambio en tu vida. Totalmente. Se viven cosas que no imaginaste nunca vivir”; “aprendiendo de este aprendizaje en mi vida”.
“Decidimos compartir esos mensajes anónimos en redes sociales. Lo empezamos a hacer porque vimos que había una necesidad de compartir lo que les pasaba. No estaba pensado en nuestros talleres levantar esa información, pero vimos que las mujeres quieren que se sepa quiénes son y qué viven, y quieren comunicarlo hacia el mundo exterior, porque hay muchos estereotipos asociados a lo que es la cárcel”, afirma Catalina.
Este reportaje busca hacer lo mismo. Invitar a distintas mujeres de la cárcel de San Joaquín a contestarnos una única pregunta: ¿qué le dirías al mundo exterior si tuvieras la oportunidad de hacerlo?
Sus respuestas, por supuesto, no agotan la realidad de las más de 3.500 mujeres privadas de libertad que hay en Chile. Pero sí dan luces de cómo son, qué quieren, qué viven y cómo se sienten.
Aquí, sus respuestas completas:
“No nos vean como malas mujeres” - Romina, 43 años
“Llevo 8 meses acá. Les diría a los de afuera que no tengan esa mala impresión de las personas que están acá. La gente es muy prejuiciosa, nos juzgan rápidamente y la verdad es que yo soy una de esas personas que estoy privada de libertad injustamente. Si bien yo creo que son muy pocas las que pueden estar en mi situación, pero hay otras chicas que sí han cometido un error, pero que no nos vean así porque la mayoría somos buenas”.
“Al principio cuando yo llegué pensaba que era lo peor y sin embargo gracias a Dios he ido avanzando y eso yo lo valoro. Acá tenemos la sección de la laboral que yo lo encuentro fantástico porque, si bien estamos acá, yo no estoy ahí en un patio mirando caras, no, estoy trabajando, estoy produciendo y eso me hace sentir bien como persona. Soy mamá, soy esposa, soy hija, pero también he trabajado toda mi vida”.
“Yo siempre digo: si se contagia lo malo también se puede contagiar lo bueno. Y eso buscamos acá con las compañeras… Me gustaría decirle a quien está afuera que no nos vean como que somos mujeres malas porque no es tan así. Aquí si bien sufrimos mucho, también hacemos de todo, todas queremos salir, queremos volver y reinsertarnos, volver a estar con nuestros hijos, esa es la prioridad”.
“Uno elige la forma en la que uno quiera pasar el tiempo” - Rosalba, 40 años
“Llevo cuatro años acá, me faltan tres. No pienso hacer los tres, pero sí mi condena es de siete años. Yo les diría que este es un lugar… A veces uno de afuera piensa que es lo peor, que es un terror, que a uno la maltratan, pero no es así y depende de cómo uno trate de hacerlo y de vivirlo, uno elige la forma en la que uno quiera pasar el tiempo que uno tenga aquí, porque por lo menos si uno quiere tener buenas conductas, si quiere estudiar, si quiere hacer talleres uno lo puede hacer, si quiere cambiar de vida lo puede hacer. Pero si quiere seguir igual, puede incluso estar peor de lo que viniste. Si quieres puedes vivir una vida peor que la que trajiste de la calle”.
“Quisiera decirle a Gendarmería que evalúe los criterios o los beneficios que otorgan a uno. Por ejemplo, yo soy extranjera, yo tengo buena conducta full, estudio, afuera tenía a mis hijos que estudian en la universidad… Yo no soy delincuente, pero sí cometí un error, soy primeriza y cumplo con todos los requisitos para optar a un beneficio, pero al no tener una red de apoyo aquí en Chile obvio que me la van a negar… ¿Y cómo lo hago si soy extranjera?”.
“Y al mundo exterior, les diría que continúen su vida, que nunca dejen que su mente caiga por algo o por alguien, por una necesidad. Nunca hagan algo que los traiga hasta aquí porque estarán lejos de su familia, lejos de todo. Es como se dice por ahí ‘un cementerio de personas vivas’, para mí es como que sí estoy viva porque sé todo lo que pasa, pero a la vez estamos como en una cápsula donde el tiempo se para y sí, las personas afuera siguen, pero nosotras aquí estamos y no podemos hacer nada”.
“Estar privada de libertad te crucifica socialmente” - Pascal, 26 años
“Llevo acá cuatro años, me quedan 12. Más adelante, cuando tenga más años voy a postular a un beneficio”.
“La verdad es que faltan oportunidades, faltan muchas oportunidades, porque el estar privada de libertad te crucifica socialmente. Entonces cuando la sociedad ya te sepulta por ser mujer y más encima eres privada de libertad… Faltan muchas oportunidades y confianza en los planes de reinserción”.
“También está el descriterio de los jueces para formar una condena, porque es diferente una condena para primerizas y una condena de reincidente y hoy están siendo las mismas, entonces la mayoría de las mujeres estamos siendo condenadas a 15 años, 10 años, 20 años y encuentro que hay un descriterio muy grande”.
“También pienso que las oportunidades al salir de acá son muy bajas, es decir; ¿por qué hay gente reincidente? Porque no se les da la oportunidad para trabajar como corresponde y vuelven a reincidir. En mi caso soy primeriza y un descontrol de cinco minutos me costó 15 años de condena. Entonces encuentro que faltan muchas oportunidades y mucho criterio del Ministerio Público”.
“Yo nunca me había interiorizado, cuando estaba afuera, sobre la gente privada de libertad, pero estando acá ha sido completamente diferente. Sí he visto compañeras que han tratado de salir adelante, pero bajo sus propios medios. Porque afuera, no solamente a ellas, sino también a su familia, a sus hijos, a todos los discriminan. Se habla siempre de la reinserción social, pero al final son solamente palabras. No encuentro que haya un actor que diga: ‘ya, yo te voy a entregar las herramientas para que salgas y puedas trabajar conmigo’. No existe eso a no ser que seas de aristocracia básicamente porque si es por el Estado o por la sociedad existe siempre la cruz de que estuviste privada de libertad, tienes antecedentes y no eres una persona confiable”.
“Me gustaría reinsertarme” - Ruth, 41 años
“En este recinto llevo cuatro meses, pero en total llevo cuatro años de condena. Me quedan tres años, pero quisiera irme antes, si Dios quiere”.
“Me gustaría decirles que a pesar de estar en este lugar que estamos, no es tan malo como muchas personas piensan. Aun así, para las personas que estén afuera: ¡no comentan ningún tipo de delitos ni cosas malas para que tampoco lleguen a este lugar! Porque aquí estamos lejos de nuestras familias, lejos de todo, más quienes son extranjeras”.
“Igual todo depende de uno mismo. Acá hay muchas niñas que son jóvenes y andan en el patio pelando, haciendo cosas malas… Es un infierno para ellas, pero para las personas que son tranquilas, como yo… Yo no fumo, no consumo droga, no hago nada de eso e igual el tiempo como que lo voy usando para cosas productivas y se me va yendo más rápido. Cuando llega la noche ya estoy cansada. Me baño, me acuesto y ya se me fue el día, ‘un día menos’, como decimos”.
“La reinserción… Nosotras como ya somos delincuentes, no nos es fácil reinsertarnos a la sociedad. Pero sí me gustaría reinsertarme, que haya más trabajo, que haya más empleos para las personas que tengan antecedentes, que no les cierren las puertas… Esas cosas son importantes, porque por eso hay muchas personas que vuelven a delinquir, porque no encuentran trabajo. Eso quisiera decir”.
“Ya no quiero más” - Nery, 42 años
“Llevo siete años y medio de condena, estoy para 15 años… Actualmente estoy postulando a un beneficio de (régimen) semiabierto”.
“Empezaría por decir que aquí, si uno quiere, puede cambiar, si uno desea… Solamente el decir la palabra cárcel que lo estigmatizan a uno como algo feo, horrible. Y sí, uno la pasa mal porque te privan de tu libertad, pero también la cárcel te da alternativas, herramientas que depende de uno si las toma o las deja…”.
“Hay talleres, capacitaciones, infinidad de cosas que antes no había y ahora sí. Obviamente te va a costar al momento de salir, como a todas, yo creo que es un desafío muy grande. En lo personal, yo estoy próxima a un beneficio e igual me da miedo poder salir y decir ‘pucha qué hago’. Yo he cambiado no por un beneficio, sino porque ya estoy cansada de esta vida, ya no quiero más”.
“Hoy por hoy soy una mujer cambiada y no quiero más con esto, es la última vez que estoy aquí y puedo decir que sí va a depender de mí porque aprendí hartas cosas que desconocía: nunca en mi vida había descubierto que era buena para las manualidades, nunca hubiera hecho muchas cosas que hoy por hoy soy capaz de decir ‘sí, soy capaz de hacer muchas cosas’”.
“Gracias a Dios estoy bien, hay un espacio cerrado acá donde uno trabaja y ganas un sueldo mínimo, todo el mundo junta su dinero para que el día cuando salgas no salgas como con las manos vacías. Sales con un dinero que puedes invertir ya sea en hacer un oficio o una capacitación… Aquí hay varios cursos que se te dan y con eso puedes empezar tu vida afuera. Obviamente nos va a costar acostumbrarnos a ahorrar, acostumbrarnos a depender de un sueldo que son 410.000 y antes ganabas más dinero porque hacías cosas ilícitas… ¡Pero gastabas más también, no valorabas el dinero! Aquí no, aquí uno empieza a valorar esas cosas”.
Además de estas cuatro mujeres, muchas otras han dejado sus impresiones por escrito, de forma anónima. Aquí, algunos de esos mensajes:
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.