Los azares del cuerpo

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En el último par de años me he dedicado a leer libros escritos por mujeres y cuyas protagonistas son solo mujeres. No es que los ande buscando, sino que abundan en librerías; en la última década han brotado fértiles por Latinoamérica. Azares del cuerpo, la obra debut de la escritora colombiana María Ospina, es uno de ellos. En una Bogotá caótica y cruzada por escenarios sociales diversos, los seis cuentos de este libro relatan la vida de distintas mujeres. Como profesa su título, sus cuerpos se tropiezan en el azar, deambulan por las calles intentando vincularse con el entorno. Son cuerpos que buscan no ser devorados, cuerpos desarticulados, que se acogen, abrazan, transitan y se amoldan.

Una de esas mujeres es una exguerrillera de las FARC que llega de vuelta a la ciudad a intentar reinsertarse. Su cuerpo fuerte y atlético, que antes combatió en la selva, pierde sentido en la urbe; debe transformarse en el débil cuerpo de una cajera de supermercado para adaptarse y sobrevivir. En la otra vereda, una mujer mayor establece un vínculo cercano con su depiladora, quien semana a semana le arranca los pelos de sus viejas carnes y la embellece para darle un último impulso a una vida que se desgasta. ¿No es esa la manera en que deambulamos la gran parte de las mujeres? En Colombia, en cualquier parte del mundo. Tratando de llevar un cuerpo que aprendimos a sentir incómodo desde niñas, insuficiente, frágil y determinante, como una fachada ajena que nos define ante los otros. Haciendo el esfuerzo por transmutarlo para que se adapte a lo que se busca de él, a riesgo de cambiar quiénes somos.

No es casualidad que en la mayoría de los libros que he leído la experiencia de ser mujer esté cruzada y definida por el cuerpo; la anorexia, la gordura, la belleza, el envejecimiento, la maternidad y la no maternidad, el deseo o la violencia sexual. Nuestra identidad está anclada a un cuerpo que parece más público que privado. Hace unos siglos no podíamos respirar con las costillas ceñidas en un diminuto corsé y ahora reclamamos en las calles con el torso desnudo para que no nos violen ni nos maten. Y es que el territorio de dominación y de lucha de la mujer ha sido históricamente el cuerpo que habitamos.

¿Hay algo de feminismo en tus cuentos?

Nunca quise llegar a estos cuentos desde lo teórico feminista o desde reflexiones políticas. Los cuentos se pueden leer en clave feminista, pero la ficción ocupa un territorio distinto al de la teoría. Llegué a estos cuentos desde imágenes y experiencias propias. Desde allí empezaron a brotar una serie de inquietudes que por supuesto también las comparte el feminismo. Este libro se inserta además en un momento histórico que está llamando a las mujeres a cuestionar su lugar frente a los sistemas de opresión, y también en la reflexión de cómo nos afectan las asimetrías de poder. Estos cuentos hablan directa o indirectamente de todos esos temas que aborda el feminismo, empezando por la corporalidad.

Hay muchos elementos que unen estos relatos, el central lo adelanta su título: los azares del cuerpo.

Las mujeres de estos cuentos reflexionan sobre su cuerpo; cómo se miran, cómo se tratan, cómo se violentan. Me interesaba observar cómo se reacomoda el cuerpo femenino, visto más allá de los parámetros del deseo heterosexual. La roncha, la herida, el pelo, la cicatriz, las huellas físicas. Administramos el cuerpo por presiones sociales, pero también por deseos propios. La literatura que más circula sobre este tema está escrita por hombres de maneras muy trilladas y muy repetitivas. A mí me interesa ese cuerpo vulnerable a otros, expuesto, administrado desde una perspectiva distinta. También cuerpos de diferentes edades, diferentes modos de vivir la carne, no solo el de la mujer joven.

Esos cuerpos buscan refugio y también ser refugio para otros. Siento que las mujeres hemos estado separadas mucho tiempo, y el feminismo de cierta forma nos ha devuelto esa colectividad.

Hubo mucha teorización en las feministas de los 70, de la segunda ola, que habló de esas comunidades de apoyo, de esa solidaridad femenina. Comunidades que por lo demás son centrales para la búsqueda de la igualdad. Es una comunidad que va más allá de la familia y de la pareja convencional. La creación de comunidades femeninas de apoyo nos da la posibilidad de trascender esas soledades. A mí me interesaba trabajar en esa búsqueda de colectividad, pero no necesariamente como una construcción exitosa. Muchos de estos cuentos son sobre mujeres que buscan ser acogidas o acoger, pero esa hospitalidad a veces no se logra. También hay dificultades, a veces el cuidado está marcado por tensiones, deseos, y asimetrías de poder.

En tus narraciones no existe esa mirada masculina, de ver a la mujer como un objeto de deseo. Las mujeres son narradas desde y por sí mismas. ¿Cómo ves el relato sobre la mujer hoy en la literatura?

Actualmente circulan muchos relatos sobre la corporalidad, la sexualidad y el deseo femeninos narrados a través de una mirada que trasciende a la mujer fabricada para el deseo del hombre, que trasciende la mirada masculina y esa obsesión de que la mujer desea al hombre. María Fernanda Ampuero, Samanta Schweblin, Mariana Enríquez; se está empezando a hablar de experiencias femeninas múltiples, de su heterogeneidad. De vínculos que van más allá de la mujer siendo observada desde de la mirada clásica y convencional de lo heterosexual. Esos textos están ahí, pero obviamente no circulan con tanta fuerza como otros, encuentran ciertos obstáculos para ser visibilizados y también para ser premiados. Todavía hay mucho trabajo por hacer para darles la importancia necesaria, para dejar de considerarlos simples "historias de mujeres", sino parte de una literatura más amplia.

Mi cuento favorito es el de la exguerrillera que deserta y vuelve a Bogotá a buscar a su hermana. Narras un conflicto social doloroso para Colombia, que supongo, como toda guerra, ha sido extensamente narrado y protagonizado por hombres. Tu mirada, por el contrario, se hace cargo de la complejidad humana detrás de las mujeres de esa guerra. Pensando en los conflictos sociales que vive Latinoamérica, ¿cómo ves la mirada y el rol político de la mujer en ellos?

Hay algo muy positivo en todos estos cambios y movilizaciones sociales que estamos viviendo; las mujeres y el feminismo están visibilizando cómo el patriarcado y sus violencias están íntimamente ligados con la opresión económica, la desigualdad, la destrucción de la naturaleza, el autoritarismo y el conflicto armado. La sexualidad y el género son dimensiones centrales al hablar de cambios sociales y cambios políticos. Por eso el ecofeminismo, por ejemplo, es tan interesante; ve una relación en las prácticas de conquista y explotación de la naturaleza y en la manera en que se ha explotado el cuerpo femenino o se ha sometido a la mujer a todo tipo de desigualdades y violencias. No se puede hablar de guerra sin hablar de cuerpo, género o sexualidad. No podemos pensar en estas dinámicas violentas si no abordamos estas dimensiones.

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