Conservadores de la moda

Rómulo Lizana y Osvaldo Mendiburu, dueños de la casa de alta costura Click, son una especie en extinción. Llevan 44 años haciendo moda chilena para chilenas a la usanza antigua: compran cortes franceses e italianos, trabajan con seda y brocato, tienen costureras que hilvanan a mano y se demoran dos horas en atender a cada clienta, entre ellas Julita Astaburuaga, de la que son íntimos. "Las mujeres elegantes se están muriendo", sentencian.




Paula 1143. Sábado 15 de marzo de 2014.

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Julita Astaburuaga es la clienta más emblemática de los Click, por eso quisieron que fuera ella, y no una modelo, quien exhibiera sus creaciones en esta edición. "La ropa que hacen los Click es de nivel europeo, no hay una cosa semejante en Chile", dice Julita que aquí posa junto a Osvaldo (a la izquierda) y Rómulo.

Una mujer toca el timbre. Tiene cita con Rómulo y Osvaldo que la esperan en su edificio de mármol, en nueva costanera, lleno de vestidos finísimos. Es la casa matriz de los Click, firma de alta costura fundada en 1970 que partió en una pequeña tienda en la calle pedro de valdivia. Los diseñadores van de riguroso traje, pañuelo al bolsillo, camisa alba, anillo de varios quilates al dedo. Son las 12 en punto. Rómulo ajusta su reloj de oro. Osvaldo, acomoda su chaqueta de broches dorados. El piso reluce. La escalera de bronce también.

Rómulo es chileno, sociable, locuaz. Osvaldo es argentino, esquivo, altanero. Ambos estudiaron Arte; uno en la Universidad de Chile, el otro en Buenos Aires. Juntos, han dedicado sus vidas a "hacer vestidos bonitos para las amigas", a diseñar prendas de seda natural, brocato, crepés o satín terminadas a mano, con cortes seleccionados que aún traen de fábricas italianas, francesas e inglesas. Cortes como el princesa o el arquitectónico, tomados de moldes de Givenchy, Dior, Chanel o Yves Saint Laurent, firmas que, en los setenta, cuando estaban partiendo con su boutique, Osvaldo traía de Europa. "Eran moldes hechos en tela tocuyo, muy cotizados entonces por sastres y modistas", recuerdan.

De esta manera replicaron en Chile los vestidos que usaban las europeas más estilosas; trajes de fina tela y caída perfecta. También los trajes dos piezas de combinaciones atrevidas que son un clásico de los Click: fucsias, blancos y negros, con telas a lunares mezcladas con líneas, verde pistacho, rojo italiano, escocés y paños de Hermès.

Julita Astaburuaga, Marie Rose Mac-Gill, Raquel Argandoña, Martita Larraechea se han lucido usando prendas de los Click. Y más atrás, en la década de los setenta y ochenta, también llevaron sus modelos las señoras de militares, las damas diplomáticas y aquellas que se incorporaban recién al mundo laboral, empresarial y social.

Rómulo describe el proceso de la moda chilena de esos años, así: "La moda nacional empezó en los años 50. Primero con la casa Los Gobelinos que trajo representaciones de Christian Dior. Ellos empezaron a hacer grandes desfiles. Venían a modelar chicas de Buenos Aires y París. Entre 1960 y 1970 se hicieron desfiles. Pero, a partir de 1975, cuando ingresamos nosotros, vino el fenómeno del voluntariado. Las voluntarias acudieron a la moda para recaudar fondos. Nosotros hacíamos grandes colecciones a beneficio de los ancianos de Conapran en el Palacio Cousiño. El evento se replicaba dos veces al año con 25 modelos, bajando las escalinatas del palacio unas 120 veces. Primero sport, ropa de tarde, ropa de noche, trajes de novia. La gente se arreglaba mucho para ir al evento. Después había un cóctel fabuloso. Y toda la gente tenía interés de estar, de ser vista, de pertenecer a ese glamour".

Eran tiempos contradictorios. En la calle la dictadura paseaba los tanques y en los salones se brindaba con champagne: toda una Belle Époque criolla.

Osvaldo: La historia ha influido en la moda. Vi en la calle gente vestida de militar para la perestroika y de árabe con el auge del petrodólar.

Y en Chile, ¿cómo se notó la influencia de la dictadura en la moda? ¿Tuvo algún impacto en pasarela?

Osvaldo: Acá la gente es moderada. Yo nunca vi que nadie diera el pecho por la patria. Nunca se sobrevistieron, debe ser que la cordillera nos hace más tímidos.

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"Cada vez es más difícil encontrar modistas. Las que hay, hay que cuidarlas como hueso santo. Una hija de modista no quiere seguir el trabajo de su madre porque seguramente la vio coser hasta las tres de la mañana cada noche".

EL TIEMPO PERDIDO

¿Cuándo fue que se acabó el cuento de hadas de la moda con esos vestidos largos? Según los Click, la elegancia aristocrática empezó a morir a partir de los ochenta.

"En esos años fue la debacle de la moda, porque entraron los japoneses que desvirtuaron la moda clásica, la alta costura. Ellos llegaron a París y empezaron a hacer cosas muy extravagantes, costuras por fuera, hombros fuera de lugar. Eso fue lo que desvirtuó el oficio de la ropa", sintetiza Rómulo.

Osvaldo agrega que "con el tiempo la gente se fue poniendo cada vez más informal para todo, no solo para la moda. C'est fini el glamour. Cada vez las cosas fueron más informales y hoy hemos llegado al extremo de ver gente que anda por la vida con short y zapatillas. Eso nunca se vio antes".

Verlos a ustedes vestidos así, tan formales, es raro hoy en día.

Rómulo: Tienes razón nosotros somos de la vieja guardia.

Osvaldo: Somos de museo, porque nos levantamos de terno y pañuelo. Tú caminas hoy día por el mall y no hay ninguna persona vestida formal. Es una revoltura tremenda.

Rómulo: Te voy a decir una cosa. Este desorden es mundial.

Osvaldo: En la televisión se ve. En la calle se ve.

Rómulo: La señora chilena no. La señora chilena es elegante, se arregla para irse a pagar y para ir a votar, es una ceremonia que da gusto.

Osvaldo: Los hombres no. Yo cuando voy a votar soy el único que va de blazer. Mayormente todos van de short.

Rómulo: Eso es la moda.

Osvaldo: Una bola de nieve.

Y lo que ustedes venden ¿no está ya pasado de moda?

Osvaldo: Esto también es moda, pero para gente formal.

Rómulo: Vestirse bien es lo mismo que poner una mesa elegante con copas de cristal. Hasta un charquicán puede ser un plato de lujo si está bien presentado.

Osvaldo: Nuestras clientas dan comidas en sus casas y se arreglan para ese evento, por pequeño que sea, se ponen sus alhajas, sus perfumes. Pero a la gente joven la convidan a comer y va como la pilló el día. Ninguna preocupación. Hasta en matrimonios la gente va vestida de calle. ¡Y los hombres sin corbata! ¡O con la corbata en la cabeza! Una desprolijidad total.

Rómulo: Nosotros creemos que vestirse bien es parte de un estilo de vida. En nuestras casas todo está cuidado al detalle, las antigüedades, los empleados, las flores, el servicio. Vivimos como la tradición manda. Como vivían nuestros antepasados.

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"Vestirse bien es parte de un estilo de vida. En nuestras casas todo está al cuidado al detalle, las antigüedades, los empleados, las flores, el servicio. Vivimos como la tradición manda. Como vivían nuestros antepasados".

LA INTIMIDAD DEL PROBADOR

Rómulo y Osvaldo circulan por su tienda de Nueva Costanera. En la radio suena Julio Iglesias.

Rómulo y Osvaldo abrieron el negocio a pesar de que oficialmente están de vacaciones. Reciben a una clienta, sin aspavientos. Es como si ella entrara al doctor, todo muy profesional. Rómulo se especializa en indagar en las biografías de sus clientas para saber qué tipo de ropa le puede gustar o no. Mientras la señora está en el probador se entera de que ella acaba de comprar una casa en Pucón, que su madre está enferma y que los maestros de una construcción que dirige la tienen hasta la coronilla. Entre prueba y prueba Rómulo puede estar con una clienta durante dos horas como mínimo. A cada una le dan hora para atenderla correctamente. Ellas llaman y ellos agendan una cita. Si el traje le queda largo o corto, se le ajusta la basta en seguida. Las señoras salen perfectas. Ellos las dejan en la puerta.

Rómulo: La gente se desviste para probarse y eso provoca un contacto mucho más íntimo, más profundo. Conocemos toda la vida de las clientas, así que esto es más secreto que el confesionario. Es tanta la amistad, que nos cuentan sus secretos, sus problemas, sus casorios, sus entierros, sus dramas, sus nacimientos, sus muertes.

Osvaldo: Conocemos a sus hijos, a sus nietos, bisnietos, nanas, perros y gatos.

Rómulo: Este trabajo para mí no es un trabajo. Somos de una generación que no hace las cosas por dinero, sino por sentirse realizado.

Osvaldo: Nuestras clientas son nuestra familia. Acá no vas a encontrar a gente de la farándula. Ayer fuimos a un funeral de una muy cercana. Y cerramos la tienda en su honor.

Rómulo: Ese tipo de mujeres elegantes se está muriendo. Las personas se conforman con ropa china, hecha en China, con telas chinas pagadas en cuotas. Todo en Chile es chino. Fíjate en las etiquetas. Nada es para siempre, todo es desechable.

Osvaldo: Nosotros no usamos etiquetas, la etiqueta va por dentro. Lo desechable traspasa la moral y las costumbres. Yo soy un conservador. Y quizás nosotros somos los últimos soñadores que pretendemos hacer una moda chilena hecha en Chile para las chilenas. Vamos seis veces al año a Europa a comprar cortes de tela a fábricas de seda que están a punto de cerrar. Todo lo clásico está a punto de cerrar. De morir. Además, cada vez es más difícil encontrar modistas. Las que hay, las tenemos que cuidar como hueso santo.

Rómulo: Una hija de modista no quiere seguir el trabajo de su madre porque seguramente la vio coser hasta las tres de la mañana cada noche. Es un trabajo cansador.

Osvaldo: Nosotros cuando éramos más jóvenes nos quedábamos cortando o diseñando también hasta las tantas.

Rómulo: Este es un trabajo unas veces muy glamoroso y otras veces, no tanto. Pero nosotros venderemos vestidos bonitos hasta que la última mujer elegante de Chile nos toque la puerta.

¿Y si Michelle Bachelet, por ejemplo, toca la puerta?

Osvaldo: Por supuesto. Quien quiera venir que venga. Acá no hay ideología.

¿Cómo consideran que se viste ella?

Rómulo: Como una Presidenta, porque modelo no es. Las presidentas se tienen que vestir como presidentas y hay que juzgarlas por lo que hacen, no por lo que andan trayendo puesto.

¿Vistieron a Lucía Hiriart?

Rómulo: A la señora Lucía le hicimos una tenida cuando tuvo que ir a ver a los Reagan a Estados Unidos y cuando murió su padre. Llegaba su escolta, tomaba el vestido y eso era todo.

¿Y a Martita Larraechea la vistieron en sus tiempos de primera dama?

Rómulo: Somos amigos con Martita desde antes que fuera primera dama. Es una mujer encantadora. A ella siempre la hemos vestido en Click, pero no quiero aprovecharme de los nombres de nuestras clientas, no corresponde. Son nuestras amigas y no sé si es prudente contar que se visten acá.

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Julita Astaburuaga, Marie Rose Mc Hill, Raquel Argandoña, Martita Larraechea se han lucido usando prendas de los Clicks. "En todos mis cumpleaños me visto con algo de ellos", dice Julita que en abril cumplirá 95.

JULITA TOP

A los Click no les gustan las modelos. Las encuentran muy flacas.

"Acá hacemos vestidos para gente que come", acota Osvaldo. Para mostrar su ropa en esta edición hicieron una petición expresa: en vez de modelos querían que Julita Astaburuaga posara con ellos usando sus creaciones. Y es que es su clienta más emblemática, con la que tienen una larga relación.

En los ochenta la modelo favorita de los Click era Ana María Vélez, sin embargo, cuando Julita Astaburuaga llegó desde Europa a fines de los ochenta, no pudieron evitar poner sus ojos sobre ella. Ya la habían conocido en Europa donde ella tenía una intensa vida social. La señora del diplomático Fernando Maquieira, de quien se separó, estaba en la lista de The most beautiful women in the world, según una revista de la época. Se había sacado un poco de pechugas en una clínica de Suiza porque consideraba que tenía mucho y se lucía en publicidades como rostro de las cremas Pond's; crema que hasta hoy ella usa.

"Las mujeres elegantes se están muriendo. Las mujeres hoy se conforman con ropa china. Hecha en China, con telas chinas pagadas en cuotas. Todo en Chile es chino. Todo es desechable".

Julita –que en abril cumplirá 95 años– llega a la tienda de los Click y levanta de inmediato el ambiente. Rómulo y Osvaldo la reciben con dos besos en la cara cada uno. Ella les pasa la cartera y comienza la sesión. Son varios vestidos que le tienen dispuestos cerca del probador para que ella elija.

Julita: Rómulo, pásame esa preciosura de lentejuelas que está colgada allí.

Pide encumbrada en zapatos de terciopelo negro de 10 centímetros de altura.

Con ayuda de Rómulo, Julita se pone el vestido brillante, un echarpe de tul y un collar de perlas de tres vueltas que Rómulo saca de una vitrina llena de joyas.

Julita: Parezco la reina de Saba y eso que no soy más que una anciana con marcapasos. La ropa que hacen los Click es de nivel europeo, no hay una cosa semejante en Chile. Todo lo que fabrican a uno le queda bien, no sé muy bien por qué. Hasta un jeans les queda elegante. ¿Ya no hacen cosas de jeans?

En la alfombra roja de la gala de este último Festival de Viña, Julita usó un top de tul de los Click que combinó con una falda que se hizo con un vestido viejo.

Rómulo: Cuéntale que en otras galas reciclamos ese vestido que compró tu mamá en París en 1929.

Julita: Ah, sí. Era entero bordado de brillantes. Mi mamá lo cortó y se hizo una blusita fome. Con el resto de la tela, los Click me hicieron una pieza preciosa. En todos mis cumpleaños me visto con algo de los Click. Cuando cumplí 90 años, me hicieron una falda muy linda y una estola preciosa.

Rómulo: Pero estamos conscientes de que no podemos vestir a todo Chile.

Osvaldo: Lo que hay colgado aquí es para la elite.

Julita: Y para esta vieja de mierda.

Un pantalón de Click vale unos 200 mil pesos.

Un blazer de terciopelo 800 mil.

Y una capa bordada, lo mismo que una joya de brillantes.

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