Los efectos secundarios de hacer dietas restrictivas

Dietas restrictivas - paula



Las dietas, no importa cuál sea, no son una buena herramienta para la baja de peso a largo plazo.

Ya se ha demostrado, con evidencia consistente, que los pacientes sí logran bajar, sin embargo, en su camino hacia esta pérdida de peso se van desencadenando una serie de alteraciones y con ello un deterioro en su relación con la comida: hay dificultades para sostener hábitos restrictivos, ya que vivir en restricción genera más fijación por los alimentos, estrés en respuesta a la carencia y la gran mayoría vuelve a incrementar su peso con el tiempo.

Es importante mencionar que el hacer dietas restrictivas, o también dietas que excluyen alimentos que deseamos, imponiendo reglas y dándole un valor moral a los alimentos, es un escenario propicio para comenzar a configurar un trastorno de la conducta alimentaria; anorexia, bulimia o trastornos por atracón. Una situación grave pues bien sabemos que la anorexia es un trastorno mental que nos puede llevar a la muerte, y que la bulimia y los trastornos por atracón son patologías psicobiosociales que impactan fuertemente en la calidad de vida de quienes lo padecen.

Y si bien sabemos que la concienciación sobre la prevención de las conductas de riesgos para el desarrollo de los trastornos involucra varios aspectos, como el componente genético y personal, el social puede ser muy determinante, especialmente en una sociedad en la que aún cuesta percibirse corporalmente desde una mirada positiva, pues seguimos viviendo en un entorno y cultura que premia a los cuerpos delgados.

Esto último sigue arrastrando a las personas a las dietas con sus nocivos afectos adversos. Hay un famoso estudio –el experimento de Minnesota– en el que se analizó el efecto de la restricción en el cuerpo físico, con el objetivo de poder entender como volver a alimentar a los soldados que venían de la II Guerra. Si bien este estudio se realizó poniéndole atención a los cambios biológicos de la inanición por falta de nutrientes, también se pueden analizar los cambios y alteraciones psicológicas.

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En este estudio se reclutaron a 36 hombres sanos. Se buscó que los participantes perdieran el 25% de su peso inicial y para eso se les dio comida en base a ese objetivo: una dieta restrictiva por seis meses y luego tuvieron un periodo de realimentación de tres meses.

¿Que sucedió? Los participantes referían –aparte de estar irritables, con baja energía, dificultad para concentrarse y más introvertidos– que la comida pasó a ser uno de los temas más importantes de su vida. La hora de comer se transformó en un ritual, y muchos de ellos, que nunca antes habían cocinado o se habían preocupado de qué comer, empezaron a buscar recetas de cocina y cocinar.

Si llevamos este ejemplo a la vida actual, la restricción de alimentos se traduce en conductas como el aumento de la obsesión por contar las calorías, comer a escondidas, los atracones, mayor comparación con otros y nosotros mismos en relación al cuerpo y a lo que comemos, vergüenza al comer los alimentos prohibidos frente a los demás, ideas de compensación de manera obsesiva... en resumen, a que la comida ocupe un mayor el espacio mental en nuestro cerebro.

La sobrevaloración de lo que son los alimentos y el acto de comer, genera lo que hoy conocemos como comedores emocionales; y las consecuencias son las ya conocidas subidas y bajadas de peso constantes en el tiempo, de la mano con frustración y sensación de incompetencia. Por eso son tan dañinas las dietas restricitivas. Porque lo único que consiguen, en vez de una baja de peso, es una lamentable y dañada relación entre la comida y el cuerpo.

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