“Te fue infiel porque solo piensa en sexo”, “son animales, no saben controlarse”, “es parte del instinto masculino”. Estas frases no solo se repiten a lo largo de la historia, sino que llegamos a creerlas a tal punto de considerarlas verdades absolutas a la hora de justificar una infidelidad. Pero lo cierto es que nos encontramos frente a un mito sexista; los hombres no solo piensan en sexo y su deseo es tan controlable o no como el de las mujeres.
“Es importante recordar que la sexualidad tiene el principio básico de diversidad”, dice la psicóloga y sexóloga Carola Fernández. Esto quiere decir que no hay una única manera de vivir sexualmente, ya que nuestra forma de habitar la sexualidad depende de muchísimas variables, muchas de ellas biográficas y subjetivas. Insistir en mantener esta creencia nos aleja de comprender cómo opera realmente nuestra propia sexualidad y la de nuestras parejas.
Todavía hay quienes creen que el hombre es un animal impulsivo, cuyo deseo es tan exacerbado que no puede contenerse frente al más pequeño de los estímulos. Para Carola, este mito ha tenido tanta aceptación que ha validado infidelidades, ya que las presenta como algo inherente a la naturaleza masculina. Por consiguiente, para la especialista no es raro observar y encontrarse con un sinfín de historias de mujeres que, a pesar del inmenso dolor emocional que les genera, mantienen relaciones en las que estos deslices son reiterados.
“El costo de esto es que muchos se lo creen y no se permiten generar prácticas vinculares más responsables. Al mismo tiempo, genera un miedo intrínseco en mujeres que piensan que sin importar lo mucho que sean amadas, sí o sí les serán infieles. ¿Te imaginas las consecuencias de iniciar una relación de pareja suponiendo que te van a ser infiel? A lo menos resulta ser el mejor caldo de cultivo para la inseguridad, la desconfianza y los celos”, asegura.
¿Los hombres de Marte, las mujeres de Venus?
Creer que los hombres son por naturaleza seres más sexuales, o que viven el deseo de forma más desbordante que las mujeres, es una forma de simplificar algo tan complejo como las relaciones humanas e incluso de infantilizar a los hombres y quitarles cualquier tipo de responsabilidad emocional.
Para la psicóloga y sexóloga Teresa Muse, distinto es que, como lo han comprobado muchos estudios internacionales, los hombres tiendan a fantasear más durante el día, porque regularmente están expuestos a estímulos que provocan la excitación, tales como contenidos sexuales que llegan a grupos de redes sociales y plataformas pornográficas, entre otras.
“Se cree que uno puede tener mayor o menor deseo sexual, pero eso no va a depender del género con el que te identifiques. Por ejemplo, actualmente muchos hombres se permiten expresar que no viven con un fuerte deseo sexual y no posicionan el sexo como prioridad en su vida de pareja. En contraparte, las mujeres se permiten conectar más con su sexualidad, fomentando así mayores niveles de deseo. Entonces los niveles de deseo sexual no se explican por género con el que te identificas necesariamente, sino que muchos otros elementos y vivencias de tu historia vital” explica Muse.
Carola, por su parte, postula que el deseo se presenta de manera diferente en cada ser humano y que éste se cultiva en la medida que estamos expuestos a ciertos estímulos que excitan sexualmente. “Más allá de tener vulva o pene, nunca hay que olvidar que nuestra sexualidad se configura de manera mucho más compleja. Es por eso que nos podemos encontrar con mujeres con altos índices de deseo sexual y hombres que tienen un deseo sexual basal, más bajo”.
En su consulta, más de alguna vez Carola se ha encontrado con hombres que aseguran no sentir interés sexual y que piensan que hay algo mal en ellos, pero en la medida que se explora en profundidad su propia sexualidad, se descubre que se trata solamente de una manera distinta y alejada del estereotipo de “macho que solo piensa en sexo y que es posesivo sexualmente”.
“Esta idea de que todos los hombres son de Marte y todas las mujeres son de Venus, ha quedado en el pasado”, asegura Fernández y añade: “La diversidad sexual nos ha enseñado que cada persona es un planeta distinto. El problema no es que seamos diferentes, el problema es querer suponernos iguales y pensar que todas las mujeres viven su sexualidad de una manera y los hombres de otra”.
Finalmente, Teresa explica que para efectos de infidelidad, esta no se podría justificar en la naturaleza masculina, sino que en muchos otros factores. Uno de ellos -y probablemente el más común- son los rasgos de personalidad de quien es infiel, tales como presentar dificultades para poner límites, la tendencia al descontrol de impulsos y estilos de vínculos más narcisos, donde se busca satisfacer su necesidad independiente de estar en un compromiso con exclusividad sexo afectiva.