Mientras daba un discurso en homenaje a su padre en 2006 -profesor de literatura de la Universidad de Minnesota, muerto dos años antes-, Siri Hustvedt (1955), autora de varios libros de ensayo, poesía y novelas, y señora además, de Paul Auster, se puso a temblar tan fuerte que creyó se iba a caer. Pero siguió hablando, como si nada. Los médicos quedaron perplejos, porque no se detectó nada en el electro. Debía ser un trastorno de conversión, como se llama hoy a la vieja histeria: un problema psiquiátrico y no neurológico ni orgánico. Entonces, Siri se puso a investigar el mundo de la siquiatría y la neurología y escribió un libro donde se pregunta, pensando en las brujas

de Salem o las histéricas decimonónicas: "¿La gente se quedaba de pronto paralizada, ciega o presa de convulsiones sin ninguna causa orgánica? ¿Cómo podía ser eso? A menos que creyeras que unos fantasmas, espíritus o demonios surgían de repente del cielo o del infierno y se apoderaban del cuerpo de una persona, ¿cómo podía afirmarse que aquel fenómeno no era físico y orgánico?". No hay una salida rápida de la trampa sique/soma: "¿Cómo veo, siento y pienso y qué es en realidad mi mente? ¿Mi mente es lo mismo que mi cerebro?". La mujer temblorosa o la historia de mis nervios (Anagrama) ofrece esa valiosa exploración sobre la dificultad de ser, pensar y enfermar, aplaudida por el neurólogo Oliver Sacks.