Los números de la depresión paterna

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La depresión paterna en la etapa perinatal es un fenómeno que no está reconocido oficialmente como trastorno psiquiátrico en los manuales diagnósticos, lo cual hace que su investigación sea compleja y escasa, a pesar de que cada vez hay más interés en esta temática. Así, la prevalencia de este cuadro es muy disímil según el estudio, la época y el país en el que se realice, pero un metaanálisis (estudio que revisa varios estudios) del año 2016 llegó a la conclusión de que su prevalencia es de un 8.4%.

Si hablar de salud mental ya es difícil, hablar de la depresión en torno a la parentalidad lo es aún más, ya que se espera que tanto la maternidad como la paternidad se vivan sin malestar. Por otra parte, a propósito de estereotipos y roles de género, para muchos hombres resulta difícil reconocer que están sufriendo y pedir ayuda, pues suelen asociar la palabra “depresión” a cuadros clínicos más graves, tales como el deseo de hacerse daño (Morales, Catalán y Pérez, 2018), lo cual puede hacer que ignoren o minimicen otro tipo de sintomatología. En el caso de la depresión perinatal paterna, las principales manifestaciones son alteraciones del ánimo y ansiedad, preocupación respecto del embarazo y la salud del hijo/a que se espera o que acaba de nacer y perturbaciones en el comportamiento (Bruno et al, 2020).

Dentro de los factores de riesgo de este tipo de depresión, se encuentran características psicológicas propias tales como baja autoestima, así como la falta de redes de apoyo, información insuficiente sobre el embarazo y el parto, percepción de tener pocas habilidades parentales, historial de pérdida gestacional o muerte perinatal anterior, embarazo no planificado, etc. (Bruno et al, 2020) Un factor de riesgo particularmente relevante es la depresión de la pareja en la etapa perinatal, ya que durante el embarazo los estados emocionales de la pareja se influencian mutuamente (Morales, Catalán y Pérez, 2018; Bruno et al, 2020).

La depresión perinatal paterna no sólo tiene consecuencias individuales para quien la padece: la sintomatología depresiva en alguno de los padres tiene efectos negativos tanto en el funcionamiento familiar y de pareja como en el desarrollo infantil (Morales, Catalán y Pérez, 2018; Bruno et al, 2020), y el impacto es aún mayor si ambos padres están deprimidos, aumentando el riesgo de los niños/as de presentar problemas emocionales. En este sentido, es sumamente relevante abordar esta temática desde la corresponsabilidad y coparentalidad, que es la capacidad de la pareja de ser un equipo en relación a la crianza, tomando decisiones en conjunto atendiendo a las necesidades del sistema familiar (Morales, Catalán y Pérez, 2018). Es fundamental que cuidemos tanto a las madres como a los padres en el proceso de gestación y nacimiento de sus hijos, que exista acceso a la información y espacios donde cada uno pueda vivir la transición a la parentalidad desarrollando confianza en sus propias habilidades parentales. Un ejemplo concreto de cómo avanzar en estas materias es incorporar a los hombres en los controles perinatales, tanto para la pesquisa de sintomatología depresiva como para la psicoeducación en torno a la parentalidad (Morales, Catalán y Pérez, 2018). Esto sería un avance para que las madres no sientan que tienen toda la responsabilidad del embarazo y el bienestar del niño, y al mismo tiempo que los padres no se sientan meros espectadores de un proceso tan relevante en sus vidas.

Junto con avanzar en coparentalidad, necesitamos tener conciencia de la corresponsabilidad social que tenemos tanto con las madres como con los padres. Para cuidar a nuestros niños y niñas, tenemos que apoyar y acompañar a quienes los cuidan, generando las condiciones para que la parentalidad se viva de manera sana y de esta manera las familias puedan desarrollarse en plenitud.

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