Paula 1206. Sábado 13 de agosto de 2016.
Princesos: El concepto surgió en las redes sociales en 2013, en México, con memes que evidenciaban el discurso sexista que exige que las mujeres sean tratadas con respeto, dejando fuera este tipo de trato con los hombres. La prensa de ese país titulaba "Princesos, la nueva moda que invade las redes sociales". Los memes, entonces, jugaban con dar vuelta el sentido cambiando a la protagonista por un hombre: "Si una mujer te chifla no gires, no eres un perro", "Mujer: si no tienes ovarios para luchar por tu princeso, no lo mereces" o "Todo hombre necesita una mujer que lo trate como princeso".
Lo que nació para develar un discurso sexista, culminó en que muchos hombres se sintieran identificados realmente con el concepto de "princeso" por las características de rol de género femenino que se le atribuyeron. Así nacieron grupos de Facebook con nombres como "Lo que callamos los princesos", "Los princesos no trabajan" o "No al matrato de los princesos".
El sociólogo y máster en gestión cultural Juan Carlos Molina estudia las tribus urbanas y cree que la irrupción de los princesos "responde a un agotamiento en la construcción social de los roles clásicos. Vienen a resignificar lo femenino en lo masculino. El mundo adulto está acostumbrado al rol típico masculino: rudo, competitivo, racional. Y lo femenino, todo lo contrario: delicada, sensible. Pero estos jóvenes trasgreden esos códigos clásicos y se plantean como hombres en exceso sensibles y pretenciosos".
Los princesos son, por definición, heterosexuales. Y ocupan las herramientas de seducción de antaño: escribir cartas, dedicar canciones, regalar flores y chocolates. Son al mismo tiempo modernos, al no tener miedo de mostrarse conectados con su feminidad, y anticuados, por sus estrategias de conquista. Aunque su peor enemigo, el zorrón –típico macho alfa que, aunque también es preocupado de su físico y frecuenta el gimnasio, se jacta constantemente de su masculinidad, y de "agarrarse muchas minas, perrito" – va a tratarlo siempre de "niñita que no ha salido del clóset" o "gay encubierto". La sicóloga Claudia Baros, experta en investigación de mercado y comportamiento del consumidor, dice que" "la sociedad patriarcal tiende a confundir el rol de género con la orientación de género. Un hombre con conductas femeninas, o que se entienden como femeninas en nuestra sociedad –ser pretencioso, sensible y delicado– es catalogado como homosexual. Eso habla de una intolerancia tremenda, porque como tú te defines como persona, no tiene que ver necesariamente con tu orientación sexual. Que un hombre sea más o menos femenino no tiene que ver con su hetero u homosexualidad".
¿Cómo se explica esta tendencia?
Como un reflejo –llevado al extremo– de las modificaciones que han tenido los roles de género en los últimos años. "Es la evidencia de un proceso largo y silencioso de larga data, al menos 30 años, de cambios culturales, sociales, económicos. Podríamos decir que el tablero de la construcción de las identidades cambian porque está cambiando nuestra sociedad", dice Molina. Y Baros agrega: "Es evidente que en comparación a un siglo atrás, las mujeres estamos más masculinas y los hombres más femeninos. A los hombres se les ha exigido adquirir más habilidades femeninas, tanto en la casa –hoy deben ser padres presentes a la par con las madres, participativos y distribuirse equitativamente las tareas del hogar– como en el trabajo: hoy el tema del liderazgo y de gerenciar implica habilidades blandas. Hoy están más conectados, más empáticos. Y hay políticas que respaldan eso, como la del postnatal para hombres. O que ahora es bien visto ausentarse del trabajo para llevar a un hijo al médico. Pero, aun así, yo creo que ser hombre es muy difícil hoy en día. A los hombres se les ha exigido ser un poco más femeninos, pero es delgada la línea para pasarse de la raya. Hay que ser un poco más sensible, pero no tanto. Hay que mostrar un poco más de preocupación en el vestir, pero no tanto. Porque si no te conviertes en "mariquita", como llaman denostativamente a los princesos en redes sociales. Hay una vigilancia constante de sus pares. Es súper complicado".
Mis calugas y yo
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José Ignacio Arriagada (23)[/caption]
Un joven entra al baño y se mira al espejo. Se arregla el pelo. Prueba moviéndolo de un lado y para el otro. Muestra los dientes para mirarse su sonrisa. Se saca un par de selfies: boca abierta, boca cerrada, sonriendo, serio. Mirando a cámara, mirando al horizonte. De cara, de cuerpo entero. Luego, sale del baño para seguir con sus actividades. Y durante su rutina diaria, repite este hábito al menos 10 veces. Así se pasa el día José Ignacio Arriagada (23), estudiante de Educación Física, quien hace un par de años, en una de esas miradas al espejo, se atrevió a hacer algo que hace un tiempo estaba evitando: sacarse la polera y mirarse el torso desnudo. Al hacerlo, constató lo que se temía: se le habían ido las calugas que cultiva desde que tiene 9 años. "Fui adonde mi papá y lloré. Decidí dejar el copete, porque eso era lo que me estaba haciendo mal, y retomé la actividad física diaria, que había abandonado por salir a carretear con mis amigos", cuenta José Ignacio, sentado en el living de su casa –que está plagado de fotos semiprofesionales de él en distintas poses– vestido con polera blanca, chaqueta de cuero negra, jeans que mandó a apitillar y bototos; look que, confiesa, se demoró una hora y media en armar. Además de otra media hora que ocupó en el alisado del pelo y en aplicar los productos que usa en su cara. "Nunca me ha ido mal con las chicas. Y me gusta gustarles. Pero lo que no soporto es que me griten en la calle cosas como "papito rico". Lo encuentro desubicado, flaite. A mí me gustan las cosas románticas. Yo conquisto escribiendo cartas, dedicando canciones, grabando videos de amor", dice.
Episodios como el del llanto por las calugas fueron clave para que José Ignacio hoy se autodenomine "princeso". La sicóloga Claudia Baros lo explica así: "Un princeso es un hombre que se define desde lo emocional, es sensible y cree en el amor para toda la vida. Además, son metrosexuales, en tanto son muy preocupados de la ropa, peso y tonicidad muscular. De los princesos que he conocido por mi trabajo, he visto hombres que se fotografían con las calugas maquilladas para acentuarlas; como siempre andan preocupados del vestuario, hay algunos que acostumbran a usar el mismo color "fuerte" de zapatos y chaleco, por ejemplo; otros que pasan diariamente largas horas en el gimnasio (muchos de ellos estudian para ser personal trainer); y todos se depilan".
Jonathan Aragón quiere encontrar una mujer que acepte que él se quede en la casa cuidando a los hijos mientras ella trabaja. "Tendría que tener una buena pega para ayudarme a comprar la ropa que me gusta", dice riendo. Pero sabe que sería un shock para su familia: "Acá son muy machistas. En Estados Unidos ese es un modelo familiar normal".
Ofertas en el mall de identidades
El sociólogo Juan Carlos Molina analiza la irrupción de estos hombres orgullosos de su alta conexión con su lado femenino desde la oferta de la industria cultural: "En los últimos 10 años ha aparecido, en el cine, las series de televisión y la música, "lo sensible" como un atractivo de venta, como un código de consumo que se transforma en un código subcultural. Hace 50 años atrás era lo rudo lo que vendía", dice. No es casualidad que el primer princeso chileno, Ulises Contreras, haya sido el doble oficial de Zayn Malik, integrante de la banda inglesa One Direction, ícono de los princesos junto a Justin Bieber. "Son chicos adolescentes cantándole al amor. Elementos de sensibilidad pura. No hay elementos conflictuales, no hay crítica social. Tiene que ver con el mundo íntimo", explica Molina. "Los preadolescentes y adolescentes (desde los 8 hasta los 20 años), están en plena construcción de sus identidades y tienen un gran ofertón de representaciones juveniles. Un mall de identidades. El 'princesismo' hoy día es una oferta más", dice.
Si bien no constituye una tribu urbana como tal –puesto que no tienen un lugar de comunión, no se agrupan– los princesos como tendencia social son novedosos, porque los grupos que antes apelaban a lo emocional, los conocidos "emos", lo hacían desde la oscuridad, desde la melancolía. "En cambio, acá hay una percepción de lo emocional desde el consumo. Son chicos ávidos de consumo, atentos a la moda, despiertos, informados, conectados a redes sociales. Apela a lo emocional festivo".
En busca de la princesa azul
Matías Henry (20) pasea por una tienda Zara de la mano con su polola, Camila (21) a quien conquistó hace cuatro años cantándole letras de amor. Mira una chaqueta de más de 100.000 pesos, la toca, la contempla por varios segundos y se la prueba. Se toma varias fotos con ella puesta. "Está filete", dice él. Pero como no trabaja –lleva un par de meses estudiando para ser cajero bancario después de haber probado con otras varias carreras que, asegura, "no lo llenaban"– no tiene plata para comprarla. Además, sabe que en su clóset tiene muchísimas y de marcas caras, la mayoría regaladas por su polola. No necesita una nueva chaqueta. "¿Te gusta? Yo te la regalo, mi amor", responde ella, que se tituló de técnico en Enfermería y trabaja en la Unidad de Anestesiología de la Clínica Las Condes. La ropa es su debilidad. No puede negarse.
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Matías Henry (20)[/caption]
Como Matías, hay princesos que esperan una "princesa azul" que los mantenga porque no les gusta trabajar. Una mujer proveedora, que le haga regalos caros, lo invite al cine o a comer. "En muchas mujeres surgió una necesidad de proteger a estos 'princesos' en tanto el discurso actual femenino exige más sensibilidad de parte de los hombres, sin embargo, también algunas los rechazan por carecer del rol tradicional de protector", explica Claudia Baros. "Aunque me dé un poco de vergüenza admitirlo, soy un mantenido", dice Matías, quien vive con su abuela y su papá. "Terrible. No puedo entenderlo. En mi época no se me hubiera ocurrido invitar ni siquiera a un chicle a un jetón", reclama Ivonne Reyes, la abuela. "Eran otros tiempos", le responde su nieto.
Matías Henry (20), quien estudia para ser cajero bancario, no trabaja. Pero su polola sí; es técnico en Enfermería, trabaja en la Clínica Las Condes y le regala chaquetas Zara de 100 mil pesos. La ropa es la debilidad de Matías.
Algo parecido le ocurre a Jonathan Aragón (29), fanático de las teleseries y bueno para llorar en los capítulos más románticos, quien estudió para ser preparador físico, pero no terminó la carrera. Aunque ahora está soltero, en sus antiguas relaciones era común que la mujer pagara todo, porque él no ha durado mucho en los trabajos que ha conseguido, como reponedor de supermercado, embotellador, entre otros. "A mi ex polola le ofrecí que tuviéramos un hijo y yo me quedaba cuidándolo en la casa. Ella aceptó. Pero después terminamos por otras razones. Si vuelvo a encontrar una mujer que me diga: no hay problema, quédate con los niños en la casa y yo me pongo con todo, sería feliz. Mientras no saque en cara que hago mal el aseo… todo bien. Ahora, ella tendría que tener una buena pega para ayudarme a comprar la ropa que me gusta", dice riendo. "Además, podría teñirme el pelo rubio, como David Beckham. Siempre he querido hacerlo, pero me contengo porque sé que sería más difícil para encontrar pega después", explica. Aunque Jonathan sabe que sería un shock para su familia: "me criticarían harto. Acá son muy machistas. Una vez viajé a Estados Unidos y ese era un modelo familiar normal allá", alega.
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Jonathan Aragón (28)[/caption]
A propósito, la sicóloga Claudia Baros cree que esto lleva a repensar la paternidad del hombre. "Las mujeres quieren que los hombres estén más presentes en la crianza, y los nuevos padres también, pero parece que la sociedad aún no está preparada para ver a un hombre completamente dedicado a la crianza. Se acepta, pero solo un poco, quedando nuevamente develado el machismo imperativo en la definición de roles de género, tanto en hombres como en mujeres. Al parecer los princesos vienen a desatar la discusión respecto a que la igualdad de derechos entre hombres y mujeres se logra con una educación no sexista en la población, desde las edades más tempranas. Recuerdo un meme que tiene a unos niños (hombres) pequeños jugando con muñecas y dice: '¿Te preocupa que tus hijos sean… buenos padres? Es el mejor ejemplo'".