Maisa Rojas, climatóloga, directora de (CR)2 y el nombre que se repite como una de las principales cartas para el Ministerio del Medio Ambiente: “La acción climática tiene que ser justa”
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado en agosto de este año, fue enfático al postular que muchos de los cambios observados en el clima en el último tiempo no tienen precedentes en cientos de miles de años y algunos, tales como el aumento continuo del nivel del mar, son irreversibles en los próximos siglos. Si hasta entonces existían dudas, el informe las descartó: El cambio climático está ocurriendo, sus efectos ya no se remiten únicamente a algunas pocas regiones del mundo y ya no hay tiempo de espera, las acciones tienen que articularse ahora.
Fue este escenario alarmante el que hizo que la doctora en física, climatóloga experta en cambio climático y directora del Centro del Clima y la Resiliencia (CR)2, Maisa Rojas, tomara la vocería en temas ambientales durante la segunda vuelta de la campaña de Gabriel Boric. Y es que el programa del Presidente electo, como explica la especialista, se ajusta a la conversación internacional; por un lado se resalta la necesidad de tomar acción de manera acelerada para disminuir los efectos contaminantes, pero por otro, también se destaca la importancia de construir sociedades que sean resilientes al cambio climático.
Este último punto, según desarrolla la especialista -que en el 2018 fue nombrada por la entonces Presidenta Michelle Bachelet como representante de la Presidencia de la República para la Comisión Asesora Presidencial Permanente de Cambio Climático-, se puede entender con el ejemplo de los edificios en Chile, construidos de manera tal que resisten y se adecúan a la realidad sísmica del país. Es esa misma capacidad de adaptación, además de la capacidad de mitigación, la que hoy se tiene que fomentar. Y son esas dos aristas y perspectivas las que constituyen el proyecto de Ley Marco de Cambio Climático, iniciativa que busca impulsar la acción climática en el país y que fue aprobada en octubre de este año en el Senado y despachada a la Cámara de Diputados para dar inicio a su segundo Trámite Constitucional.
A esos lineamientos, como desarrolla Rojas, se le suma un factor que desde (CR)2 han estado desarrollando hace un tiempo; que la acción climática tiene que ser justa. “Ese punto es de los que más me resuena del programa de Gabriel Boric, y tiene que ver con cómo debiese ser la estructura de toma de decisión en el país para que podamos enfrentar de manera efectiva y eficaz el cambio climático. Para que tenga el apellido de ‘justo’, los beneficios de la mitigación y adaptación tienen que impactar primero y por sobre todo a las comunidades más vulnerables, así como los costos de tal tienen que ser menores para ellos. Es decir, que cuando se tomen las decisiones, exista un criterio de justicia que considere a los que históricamente han estado más expuestos y afectados. No podemos hacernos cargo de la acción climática sin hacernos cargo de la equidad”, postula. “Y es que las emisiones de Chile alcanzan un poco más de 5 millones de toneladas per cápita, pero hay diferencias enormes entre lo que emite una persona pobre y una rica. Esas diferencias no se pueden exacerbar en las acciones”.
Es eso, justamente, lo que se plantea en el programa del Presidente recientemente electo; la responsabilidad compartida pero diferenciada. Porque como explica Rojas, somos todos responsables de revertir y adaptarnos al cambio climático, pero algunos, y según las capacidades que tengan, tienen mayor responsabilidad que otros. “Es por eso que los países desarrollados que llevan más de 150 años emitiendo gases de efectos invernaderos –y por lo mismo alcanzaron ese desarrollo–, tienen que hacerse cargo y ayudar a los países en vías de desarrollo del sur global”, termina.
A tres días de las elecciones presidenciales que dieron por ganador al candidato del pacto Apruebo Dignidad, el nombre de Maisa Rojas se repite dentro del círculo cercano como una de las principales cartas para el Ministerio del Medio Ambiente, pero ella, desde su casa, confirma que no ha recibido la invitación y por ende no se trata, hasta el momento, de una posibilidad que haya considerado.
¿Cuáles son las prioridades medioambientales en este momento?
Lo más urgente ahora es contar con la Ley Marco de Cambio Climático, que está en el Congreso y cuya aprobación definitiva nos aseguraría una continuidad en el tiempo. En Chile, en general, el cambio climático ha sido abordado como política de Estado. En los últimos años se ha avanzado mucho y desde que el país tomó la presidencia de la COP se aceleraron los procesos, pero todo eso podría quedar en un limbo si no se cuenta con un marco legal. La ley le da una estabilidad a este tema frente a los vaivenes políticos y también obliga a que se aborde de manera integral, no solo desde el Ministerio del Medio Ambiente sino que también desde el Ministerio de Energía, de Agricultura y de Transporte, por ejemplo.
Por otro lado, lo que hay que hacer ahora es acelerar dos caminos; tenemos que llegar a la carbono neutralidad y por ende mitigar el daño, pero también conformarnos y construir sociedades resilientes al cambio climático.
¿Cómo describirías una sociedad resiliente al cambio climático?
Como una sociedad o sistema que tenga la capacidad de hacerle frente a las perturbaciones. Así como nuestros edificios son resistentes a los terremotos, no podemos negar que el cambio climático también ocurre, y por eso nos tenemos que adaptar. Esa misma estructura que permite que el edificio se mantenga estable si es golpeado, hay que aplicarla a todo un ecosistema. Las consecuencias del cambio climático ya las estamos viviendo, y en Chile, con la sequía que hay en la zona centro sur, más aun. Lo tenemos que ver como una perturbación y tenemos que poder ser resistentes frente a eso.
¿La ley garantiza que logremos eso?
Al menos tiene esa propiedad de darle estabilidad a nuestra acción climática, pero aquí hay que hacerlo todo porque el nivel de transformación que esto requiere, no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Todos tienen que ser parte de esto; los gobiernos regionales, el sector privado y la sociedad civil. Cuando decimos carbono neutralidad al 2050, ponemos un punto final, pero para llegar a eso hay todo un recorrido y todos los agentes tenemos que estar alineados.
Existe una tendencia a individualizar la responsabilidad y hacernos pensar, a través de campañas que postulan que acortemos las duchas por ejemplo, que depende únicamente de nosotros revertir esta situación. ¿Qué pasa con las grandes empresas?
Lo que pasa es que es mejor verlo de esta manera; cada acción cuenta. Las acciones ciudadanas no mueven la aguja, eso es cierto, pero generan consciencia y una ciudadanía consciente también le exige a las empresas y al gobierno. Una ciudadanía consciente va y vota. Una ciudadanía consciente decide comprar un producto versus otro. En ese sentido, es fundamental contar con una ciudadanía que entienda, que sea sensible y que se sienta empoderada.
En este minuto, no podemos echarle la culpa a otros; sabemos además que hay 17 objetivos del desarrollo sostenible, entre los cuales está la igualdad de género y la acción climática, y son todos objetivos indisolubles que hay que trabajar de manera simultánea, porque si no logramos uno, no logramos los demás. Tenemos que dejar de pensar que el cambio climático es un problema ambiental, porque es un problema social, económico y de desarrollo. Ejemplo de eso es que quienes pasan mayor tiempo en la cocina expuestas a la contaminación intradomiciliaria son las mujeres. Así como también son las mujeres las que en zonas rurales están a cargo de ir a buscar o racionalizar el uso del agua. En ese sentido, está todo conectado.
Lo que hace el cambio climático, finalmente, es multiplicar los riesgos. Acentúa y exacerba los que ya existen y es por eso que se hace tan importante ver que las causas sociales no pueden ser abordadas de manera individual. Porque además, que el cambio climático sea un multiplicador de riesgos, implica que los más afectados son los que de por sí ya están más expuestos, es decir los más vulnerables.
¿Es la tendencia negacionista que se vio en su minuto con Trump y Bolsonaro y más recientemente con José Antonio Kast -cuyo primer programa de gobierno ponía en duda la existencia del cambio climático–, una manera de negar que lo que hay que cambiar es el modelo de desarrollo, el cómo concebimos la economía y, por ende, algo mucho más estructural?
Hay cuatro tipo de negacionismos; el primero, que ya casi no se ve, establece que el cambio climático no existe. El segundo postula que existe pero que no somos nosotros los responsables. Ese tampoco se ve tanto porque el último informe del IPCC dejó clarísimo que todo el calentamiento que hemos observado desde fines del siglo XIX es atribuible a la influencia humana. Pero existen otros dos que son más recientes y que se ven con mayor frecuencia. Uno postula que sí existe y somos responsables pero tenemos otras prioridades. Y el otro es fatalista y plantea que no se puede hacer nada al respecto. Estos últimos discursos apelan a la inacción y al ‘climate delay’, que significa que se va frenando lo que hay que hacer. Y apelan, justamente, a las medidas parche y no sistémicas. No ven la necesidad de reformular. Es eso lo que se veía con el candidato del Partido Republicano; una falta de visión de crisis que demanda un cambio estructural. Siendo que en este minuto deberíamos estar todos corriendo hacia la carbono neutralidad al 2050 y haber disminuido a la mitad las emisiones al 2030.
En ese sentido, el programa de Gabriel Boric aborda la mitigación y adaptación y también la acción climática justa, todas corrientes mainstream que apelan al hecho que estamos viviendo una crisis y que se requiere de acciones rápidas por parte de toda la sociedad.
¿Hay que tener miedo? ¿Cómo logramos que el sentido de urgencia permee?
Cuando decimos que esta última década es la década más cálida desde la segunda mitad del siglo XIX, se entiende que hay un sentido de urgencia. El daño está hecho en muchos aspectos y lo que estamos viviendo hoy, la sequía que ya ha llevado a personas a irse de lugares, a tener que desplazarse, es solamente el comienzo.
Si eso nos da miedo o no, depende de la percepción de urgencia de cada cual, pero lo que sí debiera resonar en nosotros es que no nos podemos quedar paralizados. A veces un poquito de miedo ayuda a movilizarnos. Demasiado miedo nos puede inmovilizar. Ahí hay que tener cuidado.
Por otro lado, hay que saber que el clima que vamos a vivir en el futuro depende de nuestras acciones hoy. Por mucho que hemos avanzado y sentado buenas bases, esa etapa pasó, ahora hay que implementar y muy rápidamente.
Hace unas semanas asesinaron a la activista medioambiental Javiera Rojas en Calama. Un informe de Global Witness plantea que en el 2020 los activistas medioambientales asesinados fueron más de 220. Esto es una realidad y los medios la ocultan, ¿cómo se debería abordar?
Ahí hay una realidad extremadamente invisibilizada. En el caso de Javiera Rojas, se trata de una mujer asesinada, o sea ya de por sí es un femicidio y que le pongamos ese nombre es sumamente importante, resultado de la lucha feminista y el movimiento por la igualdad. Eso hay que reconocerlo. Pero además, acá hay un asesinato a una activista y esa es una realidad mundial; los defensores ambientales son asesinados y lo único que podemos hacer de manera urgente es firmar el Acuerdo de Escazú, que considera la protección de la vida de las personas defensoras del medioambiente.
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