Paula 1198, Especial Madres. Sábado 23 de abril de 2016.
Mi mamá se llama Claudia. Claudia Eugenia Vera Poblete. Nací cuando ella tenía 20 años y recién terminaba de estudiar Decoración de Interiores. Ya voy a cumplir 30 años y eso quiere decir que ha pasado más de la mitad de su vida conmigo y espero que haya valido la pena lo suficiente.
Mi mamá es el único ser del mundo que me hace llorar y tiene el superpoder de saber qué me pasa a distancia. Pelear con mamá (ayer por teléfono, hoy por Whatsapp) me arruina el día: yo pago Isapre, AFP, voy al barbero y uso tarjetas de crédito, pero si la decepciono siento que quiero morir. Una daga me atraviesa del pecho a la garganta como cuando le llevaba una nota bajo 5 en el colegio. Nosotros aprendimos a leer, a escribir, a cantar juntos. A hacer los trabajos de técnico manual.
Nosotros, los que nacimos en los 90, en la clase media chilena, sabemos que todo eso era precario. Que estaba basado en el esfuerzo y el amor. En los momentos. Sabíamos que si venía una crisis se nos caía todo. Pasábamos los inviernos pero nunca pasamos frío. Mamá hacía los mejores queques del mundo. Mamá nos dejaba el pijama calentito antes de ir a la cama frente a la estufa donde arriba se tostaba pan.
Una vez mamá me dijo que ella se sentía representada por lo que digo. Que se ve ahí cuando me toca hablar. Por mi trabajo, me toca muchas veces dar discursos o plantear causas e ideas. A veces la busco, pensando que va aparecer como cuando iba a todos los actos del colegio. Incluso cuando estoy fuera de Chile y me toca el podio, busco en las mujeres a mi mamá. Porque mamá siempre está ahí. Te amo mucho mamá. La echo de menos.
Una de las cosas que me gusta de ser famoso tiene que ver con mi mamá: es la persona más sociable del mundo. Mamá puede estar en un paradero lejano en el norte de Finlandia y entablará conversación con quien está ahí y le contará su vida. Mamá es mucho mejor entrevistando que yo, porque escucha. Yo tengo que aprender aún mucho de ella.
Mamá siempre estaba creando. Mamá tomaba todos los cursos del mundo. Mamá me apoyó cada vez que empecé a disentir del pandero oficial. Y cuando lo hago pienso en que mi mamá siempre estaría convencida de que estoy dando una lucha correcta.
Mi mamá siempre me dejó trabajar y hacer lo que me gustase. Si soy lo que soy es por mi mamá que me enseñó a leer antes de kinder, lo que me permitió vender por 100 pesos los títulos de los trabajos para que se lo llevaran los otros a sus casas a impresionar a sus mamás. Lo que hago ahora es súper parecido ahora que lo pienso. Gracias mamá. Yo quiero que mis hijos tengan una mamá como tú".
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