María Cecilia Hidalgo: “Hay todavía prejuicios que hacen que las mujeres tengan más dificultades para avanzar en sus carreras”

Cecilia Hidalgo



En 2018 la UNESCO, organización dependiente de Naciones Unidas dedicada a la promoción de la cultura y el conocimiento, instauró el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo. Si bien a nivel global se celebra en noviembre, en nuestro país el Día de la Ciencia es celebrado cada año el primer domingo de octubre. Uno de los objetivos con los que se gestó esta iniciativa por parte del organismo internacional fue el de “subrayar el invaluable rol que desempeñan los científicos para ampliar nuestra comprensión del extraordinario y frágil planeta que llamamos nuestro hogar y en hallar soluciones para que nuestras sociedades sean más sostenibles”.

Y es en este camino en el que científicas chilenas se han destacado no solo dentro de nuestro país, también en el extranjero. Muchas de ellas iniciando sus carreras en tiempos en los que, la ciencia, la academia y el desarrollo científico, eran espacios dominados por hombres.

María Cecilia Hidalgo es Licenciada en Bioquímica y se convirtió en la primera Doctora en Ciencias de la Universidad de Chile cuando tenía solo 28 años. Comenzó su carrera en el mundo científico en la década de los 60 y desde el 2002 es Directora del Centro FONDAP de Estudios Moleculares de la Célula. Desde ese mismo año integra la Academia Chilena de Ciencias y la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL) en un contexto en el que, según datos publicados por la ONU, solo un 12% de los miembros de las academias científicas son mujeres. En 2006 recibió el Premio Nacional de Ciencias Naturales y se convirtió en la primera mujer en obtener este reconocimiento.

¿Desde siempre tuviste un interés especial por la ciencia?

Desde muy niña. A los 3 años o quizás antes empecé a jugar a hacer experimentos. Juntaba y mezclaba en la terraza de la casa de mis padres todo tipo de cosas: colonia, vinagre, hojas, flores, polvo de ladrillos y veía qué pasaba. Luego, un poco mayor ya en el colegio, decía que iba a ser científica. Era raro porque en mi familia no había nadie que fuera científico o científica.

Cuando decidiste hacer un doctorado, ¿sabías que serías la primera mujer? ¿Era intimidante o un desafío saber que eras la primera en este camino?

No me di ni cuenta de eso porque estaba muy ocupada y apasionada con mi trabajo. Después, años después, me he dado cuenta de que realmente fui una pionera. Primero en hacer el doctorado en Chile cuando todos mis compañeros de bioquímica que se doctoraron lo hicieron en el extranjero, y luego por ser junto con Ramón Latorre las primeras personas en obtener un doctorado en la Facultad de Ciencias de la U. de Chile. Así que no solo fui la primera mujer, sino que también la primera persona.

¿Crees que hubo dificultades por ser mujer en un carrera que originalmente estaba dominada por hombres?

Por supuesto que el hecho de ser mujer ha incidido en mi carrera. Siempre tuve que compatibilizar mi papel como madre —tengo 4 hijos— con mi trabajo en ciencia. Probablemente si no hubiese sido mamá habría sido mucho más productiva en términos de publicaciones y hubiese podido asistir a muchas más reuniones y congresos internacionales. Cuando los niños eran chicos solo viajaba a un congreso internacional por año. Pero no me quejo. No cambiaría mi papel de mamá ni ahora el de abuela, por nada en el mundo.

¿Qué consejo le darías a esa versión de ti que está recién empezando sobre cómo enfrentar una carrera científica?

No me surge una respuesta fácil a esta pregunta. Pienso que siempre lo hice lo mejor que pude, con mucho esfuerzo, pasión y rigurosidad. Siempre he podido avanzar en mi investigación, haciendo nuevas preguntas y encontrando respuestas fascinantes.

La ciencia, si bien es bastante demandante, da muchas alegrías y satisfacciones. Eso es lo que impulsa a seguir escudriñando, en mi caso, estudiando cómo se comunican las neuronas entre sí para que podamos generar procesos de memoria y aprendizaje. Y cómo estos cambios se ven alterados en el envejecimiento y las patologías neurodegenerativas.

¿Crees que para dedicarse a temas científicos es importante tener claro un camino a seguir?

Como escribió el poeta Machado, se hace camino al andar. No es que yo me haya trazado un camino al inicio de mi carrera. Pero a través de mi trabajo constante y creativo, siempre he podido avanzar. Y he tenido reconocimientos importantes, como haber obtenido desde Chile una beca Guggenheim en los años 90, y luego en 2006, el Premio Nacional en Ciencias Naturales. Estuve 10 años en Boston y me iba muy bien pero decidimos con mi marido regresar a Chile a fines de 1983, porque queríamos contribuir a impulsar el desarrollo de la ciencia acá. Eso es algo que he tratado de hacer siempre. He participado en diversas instancias, como en la Comisión Asesora Presidencial en Materias Científicas creada por el presidente Frei en 1995, y ahora como presidenta de la Academia Chilena de Ciencias.

¿Observas diferencias entre mujeres que trabajan en ciencia versus hombres en términos de cómo abordan su trabajo? ¿Hay todavía una mayor inseguridad en las mujeres?

No es un terreno parejo, aunque se está avanzando. Hay todavía prejuicios sociales y no solo en Chile. Eso hace que las mujeres tengan más dificultades para avanzar en sus carreras. Se cuestiona la capacidad de las mujeres para hacer avances de frontera en ciencia; se les cuestiona, además, su capacidad de análisis y su capacidad de pensamiento crítico, pues se las considera muy emocionales y poco analíticas y carentes de objetividad.

Las mujeres reciben a menudo cartas de recomendación inadecuadas, se citan menos sus papers y se les paga menos por el mismo trabajo. Todos estos factores inciden en que las mujeres muchas veces subestimen sus logros, se sientan más inseguras y además tengan el “síndrome del impostor”.

¿Te parece que han habido cambios radicales en el panorama para las mujeres en la ciencia? ¿O sigue siendo un proceso más lento?

Felizmente hay mayor conciencia y se están impulsando variadas iniciativas que promueven la igualdad y equidad de género en la ciencia y en la academia en general. El ritmo es aún demasiado lento. Pero pienso que las mujeres mismas, sobre todo las generaciones más jóvenes, impulsaremos cambios más rápidos. Muchas universidades chilenas tienen instancias que promueven la equidad de género y el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación ha generado un Consejo de Género para impulsar a las niñas a que consideren la ciencia como un futuro posible para ellas, y para acompañar a las mujeres durante el desarrollo de sus carreras en ciencias.

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