María Cornejo es, sin duda alguna, la diseñadora de modas chilena más destacada y quien ha llegado más lejos a nivel internacional con su trabajo. Sin embargo, pocas chilenas han oído su nombre, y menos aún conocen acerca de su talento.

Si hay una característica que define a esta mujer de 61 años y estilo impecable, es su perfil bajo. Ha vestido a destacadas figuras entre las que se encuentra Michelle Obama, Cindy Sherman y Sofía Coppola, pero no solo eso; en junio recibió una llamada inesperada que, incluso ella admite, fue sorpresiva. Había sido la ganadora del premio Geoffrey Beene Lifetime Achievement Award -o premio a la trayectoria- del Council of Fashion Designers of America (CFDA), el equivalente al Oscar de la moda, el que le fue entregado en una ceremonia que se llevó a cabo en noviembre en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Nunca antes había sido siquiera nominada.

Esta fue la primera vez que el premio se otorgó a una mujer independiente del rubro y María admite que ganarlo le ha dado mucho a nivel de diseño, clientes y energía. Destacados diseñadores reconocidos a nivel mundial le mandaron flores y felicitaciones por el galardón, el New York Times le dedicó un artículo de tres páginas, y los clientes han ido en aumento.

“Fue una sorpresa”, dice desde su oficina en Manhattan esta mujer nacida en Chile, pero que a sus 11 años y como consecuencia de la dictadura, inició un viaje junto a su familia que la llevaría lejos del país hasta hoy. En ese momento se instalaron en Inglaterra, donde estudió moda en el Ravensbourne College of Design and Communication en Londres.

A diferencia de la mayoría de la industria de la moda, a María Cornejo se le destaca que no sigue tendencias, no hace prensa, y no paga para que embajadoras o influencers ocupen su ropa para promocionarla. “Nuestra prensa son las personas destacadas que usan nuestra ropa en su vida real. Eso es mi mayor orgullo, ver a personas que hacen cosas importantes usando nuestra ropa de forma natural”, indica.

Se define como una persona de perfil bajo innato, pero también, las circunstancias de su vida agudizaron esta característica. A los 21 años inició su vida profesional en el mundo de la moda en Londres, y fue todo un éxito, generando mucha prensa. “Todo ese éxito fue increíble, pero al final estaba miserable. El sistema de la moda es así: se come a los jóvenes y después los bota, y desaparecen. Es poca gente la que continúa. Cuando los diseñadores no están listos y no tienen los recursos para seguir, no sirve de nada todo este éxito. Todo puede desaparecer en un día. Fue en ese momento cuando dije: yo siempre quiero estar, pero no adelante, porque es ahí donde desapareces, sino al lado, siempre, haciendo mis propias cosas”, explica.

“Mi prioridad siempre fue mi familia”

Trabajó en Francia, Japón e Italia, en cargos importantes y trabajos intensos. En paralelo se casó y tuvo hijos. Sin embargo, conciliar su trabajo y maternidad no fue tan fácil. “En ese momento (cuando fue madre) me dijeron que me demoraría mucho tiempo. Quizás hubiese tenido mucho más éxito en lo económico si lo hubiese hecho de otra manera, pero uno hace lo que puede y para mí lo que me hace feliz es ser creativa y trabajar con mujeres y equipos interesantes, eso es lo que le da valor a lo que hago”, dice. Y agrega: “Me doy cuenta obviamente que si hubiese ido a almorzar con las editoras de moda, hubiese tenido mucha más atención, pero yo estaba o trabajando todo el día, o yendo a mi casa a ver a mis hijos. No es que no haya querido formar parte (del mundo de la moda), pero siempre tuve claro que mi primera prioridad era mi familia, y después mi compañía y diseñar. El lado social de la moda nunca fue lo principal”, reconoce.

Fue cuando se mudó a Nueva York donde creó Zero+Maria Cornejo –haciendo referencia a la idea de empezar de la nada–, y desde allí, con mucho trabajo, esfuerzo y talento, ha ido creando diseños que usan figuras geométricas y que han sido calificadas algunas veces de piezas arquitectónicas, ganando distintos premios a lo largo de su trayectoria. Sus colores favoritos, dice, son el fucsia y el naranjo.

Vivir en distintos países y culturas ha influido en su diseño. “Los colores son siempre latinos porque a mí me gusta el color, pero también hay mucho negro porque estoy en Nueva York. Las formas minimalistas y los ponchos pueden tener que ver con lo étnico pero también con la cultura japonesa, porque trabajé allí. Somos todos como una esponja y, aunque no haga referencia explícita a una cosa, de repente sale, aparece”, explica.

Mujeres con confianza

Una tribu de mujeres. Así define María a quienes compran la ropa que diseña. Quienes visten sus prendas se reconocen desde lejos. Una vez una clienta fue a visitar la Casa Blanca y Michelle Obama le comentó que ella también tenía ese vestido, mientras hace poco tiempo otra clienta le mandó una foto desde México para comentarle que una desconocida le había gritado desde el otro lado de la calle para preguntarle si lo que vestía era de María Cornejo.

A la hora de diseñar piensa en los textiles que la inspiran y en sus formas, y también en ella misma: “siempre soy mi peor clienta, porque soy la más exigente”, reconoce. Pero, ¿qué busca María Cornejo al vestirse? “Me quiero sentir bien, pero nunca sentirme como otra persona. Si es muy “girly” no me siento bien. Para mí las prendas tienen que ser casi unisex y que se sientan sin edad. En mi cabeza yo me siento joven, aunque no se me vea en la cara (ríe), por lo que quiero ese estilo más universal”. Indica que le gusta sentir confianza en sus prendas, sentirse bien, usar ropa cómoda. “Cuando te sientes bien, funcionas bien”, señala.

Las clientas de María Cornejo buscan en sus diseños ropas que les hagan sentirse ellas mismas, con confianza. “Los vestidos pueden verse súper, pero son ellas las que se ven increíbles, y eso es lo importante”, sostiene. Por lo general son mujeres independientes que se caracterizan por no ser esclavas de la moda, pero sí por tener gusto y apreciar las cosas bien diseñadas, dice. “Lo mejor que me dicen es que a veces tienen prendas hace 20 años y se las ponen y parece que son nuevas. Se mezclan las cosas, no es que una colección de una estación particular después no te sirva para nada, sino que se mezclan los colores, las formas, pero siguen vigentes”.

La industria

Para María Cornejo, la industria de la moda está pasando por un tiempo de cambios profundos. Hoy, a diferencia de años atrás, todo está cambiando mucho y hay muchas maneras diferentes de tener una compañía, dice. “Las reglas antiguas ya no funcionan. Hay muchas marcas pequeñas que están haciendo mucho, y está también todo el sistema de las redes sociales. Alguien puede hacer una cartera solamente y tener una compañía enorme, entonces es todo como espejos, no se sabe realmente lo que es verdad y lo que no, es todo imagen. Nosotros tenemos una clientela que es muy leal, no está hecho por la prensa ni por celebridades”, indica.

Respecto de Chile, la diseñadora confiesa que nunca ha existido interés por sus diseños. “Nunca ha habido más allá de la esposa del ex presidente. No sé por qué pasa eso, quizás la ropa es muy rara para los chilenos o no sé. Ha habido prensa, no sé por qué pasará”, lamenta, y reconoce que le gustaría pasar más tiempo en Chile, perfeccionar su chileno. “Me siento una extranjera en mi propio país”, dice.

Planes futuros

A María Cornejo su gato la despierta todos los días a las 6.45 de la mañana. Le da de comer, se hace una taza de té, hace yoga, se viste y se va a la oficina. Su trabajo es intenso y está llena de proyectos a futuro. De hecho, por estos días está cambiando su oficina desde Manhattan a Brooklyn, específicamente en un sector llamado Navy Yard, un espacio que reúne más de 500 empresas y negocios relacionadas al mundo de la manufactura y la innovación.

Le encanta su trabajo, pero hoy María tiene claro que quiere cambiar la manera en la que lo lleva a cabo. Señala que lo que quiere es “evitar parte del trabajo y hacer otras cosas. Pienso en la manera en la que el diseño se puede aplicar a otras cosas, como interiores, perfumes, muchas otras cosas”, dice. Pero no solo eso. Está convencida que en adelante quiere tener más tiempo para ver a sus dos hijos, de 32 y 26 años, y a sus nietos, quienes viven en Londres. “Me gustaría tener más tiempo para viajar y verlos, y también ir a Chile a ver a mis tías”, dice.