Mi marido, mi pareja desde los 9 años
Con Eduardo estudiábamos en el mismo colegio, pero en distintas jornadas. Él iba a clases en la mañana y yo en las tardes. Nunca lo había visto, hasta cuarto básico, cuando tuvo que hacer una disertación frente a todos. Fue amor a primera vista. Cuando lo vi, me dije: con él yo me caso. En ese entonces en realidad ni siquiera sabía muy bien lo que significaba esa palabra. No hablamos nada ese año, y solamente nos vimos en un par de jornadas aisladas que organizó el establecimiento. Sin embargo, al año siguiente, me tuve que cambiar de horario por temas familiares y me tocó estar en su curso.
Me acuerdo que el primer día de clases llegué tarde. Cuando entré, ya estaban todos sentados. A la primera persona que vi, fue a Eduardo. Después, vino lo típico de la niñez. Nos prestábamos los útiles, compartíamos la colación y pasábamos casi todos los recreos juntos. Ninguno de los dos le decía al otro que le atraía, porque a esa edad hay mucho pudor. Hasta que un día ambos lo confesamos en un juego. Un compañero nos preguntó cuáles eran las iniciales de la persona que nos gustaba. Él dijo las mías y yo las de él. Desde ese día empezamos a 'pololear', pero de una manera muy inocente. Nos tomábamos de la mano. Recién en primero medio, fue nuestro primer beso. Y así, empezamos a escribir una historia que sigue hasta el día de hoy.
Llevar 31 años, a tus 40, con la misma persona, hace que tu pareja pase a ser parte de tu ADN. No me imagino cómo sería si nunca lo hubiese conocido, porque definitivamente sería otra y quizás muy distinta. Eduardo es mi complemento, mi mejor amigo, compañero y cómplice. Yo lo describo como ni núcleo. Hemos vivido casi todas las etapas de la vida juntos: infancia, adolescencia y adultez. Conozco cada lunar de su cuerpo, lo acompañé en su peste cristal, en todos sus procesos. Me enamoré de un niño y fuimos creciendo juntos. Y hasta terminamos mimetizándonos. Mucha gente piensa que somos hermanos.
Obviamente también hemos tenido nuestros altos y bajos. Creo que el periodo de la universidad fue el más crítico, ya que era la primera vez que nos separábamos físicamente. El entró a estudiar ingeniería civil y yo comercial. Ambos en distintos establecimientos. Empezamos a descubrir que existía más mundo y eso nos hizo reflexionar y hacernos consciente de todo el tiempo que llevábamos juntos. Tuvimos una conversación muy sana y optamos por terminar para averiguar si estábamos juntos por amor o por costumbre. Pienso que lo necesitábamos, sobre todo para crecer individualmente y echarnos de menos. Además, queríamos darnos la oportunidad de explorar con otras personas y no arrepentirnos de no conocer a nadie más si es que en el futuro seguíamos juntos. Fue como una prueba de amor. Pasaron ocho meses y decidimos volver. Nos dimos cuenta que nuestro vínculo era mucho más grande que nuestra historia, que también se trataba de un tema de química, de un sentimiento que es más fuerte que cualquier otra cosa. Se trata de que te revuelva la guata, que te guste su olor, su temperatura.
A raíz de esa situación decidimos no casarnos porque no queremos ponerle un sello a algo que para nosotros es tan auténtico y tan puro. No estamos juntos porque nos da lata hacer el trámite de divorcio o porque existe un documento que nos mantenga unidos. Es por amor y nada más que eso. Y si el día de mañana uno quiere terminar, que no haya nada 'legal' que lo dificulte.
Creo que para que una relación perdure es muy importante saber reinventarse. Nosotros tuvimos una pequeña crisis hace un tiempo por caer en la rutina. Como los dos somos malos para salir y preferimos pasar tiempo en la casa, de cierta manera nos 'dejamos estar'. Tenemos dos hijos y al estar tanto con ellos nos olvidamos de generar ese espacio privado para la intimidad. Así que acordamos que todos los jueves son nuestro día de pololeo, y tratamos de salir a comer o a tomarnos algo los dos solos. Es el momento de la semana para seguir conquistándonos.
También pienso que todo esto funcionó porque entendemos que cada uno es una persona independiente y que no por llevar una eternidad, vamos a ser iguales. Los dos nos hemos dado ese espacio para desarrollarnos en nuestra áreas y sabemos que lo que le gusta a uno, no tiene porqué gustarle al otro. Eduardo ama escalar y yo no me meto en ese tema. Siempre hemos separado ese tipo de cosas. Incluso, todos los años nos tomamos dos vacaciones. Una juntos y otra para que cada uno haga lo que quiera.
Anggi Quiroga tiene 40 años y es ingeniera comercial. Actualmente trabaja como retail manager de una empresa.
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