No es un rumor que existe una competencia frenética entre mujeres en la oficina. La gran mayoría puede decir que ha tenido al menos una experiencia desagradable con una compañera y a algunas hasta les ha costado el trabajo o la salud mental. Y a pesar de lo comunes que son, esos celos o 'cahuines', que solo se separan del acoso laboral por una delgada línea, no los encontramos en el Código del Trabajo si queremos denunciarlos.
Cuando nos toca vivir una situación así, lo primero que hacemos es comentarlo con las amigas. Sentimos rabia. Y es que es difícil de entender por qué una mujer, muchas veces de nuestra misma edad y que hace el mismo trabajo que nosotras, trata de aportillarnos ante los demás. "Es que así es la mujer chilena", me dijeron alguna vez. ¿Pero es realmente un problema de nuestra idiosincrasia?
La psicóloga clínica y consultora de organizaciones en dinámicas para el liderazgo Pía Vergara cree que la respuesta es que "la identidad chilena siempre se ha visto menoscabada a lo largo de la historia. Cuando tú no te quieres a ti mismo, no puedes valorar lo bueno en otra persona, y como te da envidia, rebajas al otro para que también se sienta mal". Tiene sentido, pero es claro que muchas veces se cruzan los límites, como le pasó a Carolina (31, cuyo nombre ha sido modificado) en la agencia de publicidad donde trabajó en 2018.
Eran los días previos al 18 de septiembre y la oficina estaba casi vacía. Se sentó frente al computador de Constanza, su jefa, para mandar un correo que le habían encargado, pero antes decidió confirmar una sospecha. Abrió la aplicación de WhatsApp Web y ahí lo vio: fotos suyas –que le habían tomado a sus espaldas y sin autorización– con comentarios ofensivos en distintos chats que hacían referencia a su cuerpo, a su peso. "No podía entender por qué mi jefa se reía de mí con todos a mis espaldas", dice. Entre lágrimas sacó pantallazos de las conversaciones y los juntó en un PDF para hacer la denuncia.
Pasó el fin de semana y ese mismo lunes denunció lo ocurrido a la Mutual de Seguridad. Después de una semana llegó un correo masivo a todos los trabajadores de la oficina durante la hora de almuerzo, en el que su jefa informaba que investigadores de ese organismo vendrían a entrevistar a testigos por el caso de Carolina, quien estaba con licencia médica por trastorno de adaptación diagnosticado después del episodio de las fotos.
Según Natalia Bravo, directora de la comisión laboral de Abogadas Feministas de Chile, "la delgada línea entre naturalizar un ambiente agresivo y el acoso laboral es problemática. El desarrollo organizacional se tiene que hacer cargo de esto, porque si no va a seguir aumentando la cantidad de gente enferma". Así lo confirmaron las últimas cifras del INE publicadas en 2017, según las cuales en cinco años aumentaron de 5.167 a 8.942 los casos de enfermedades profesionales. Y el 22% de las licencias médicas emitidas fueron por enfermedades psiquiátricas, siendo las más prevalentes la depresión y el estrés laboral.
"Tenemos una depresión negra, una tasa de suicidios altísima. Nuestra identidad se basa en lo que los otros piensan y ahora recién nos estamos cuestionando el aparentar y no valorar lo que cada uno tiene", dice Pía Vergara. En el mismo estudio del INE se constata que las mujeres tenemos el doble de posibilidades de sufrir síntomas de estrés laboral. ¿Por qué entonces seguimos haciéndonos daño entre nosotras?
La enfermedad de las oficinas
Carolina leyó el correo que recibieron todos sus compañeros de trabajo desde su casa y vio cómo Constanza intentaba bajarle el perfil a la situación. Sintió tanta rabia, que reenvió todas las pruebas que tenía en su poder a la cadena de la empresa. Horas después la llamó un amigo y le contó que ese mismo día su jefa no había vuelto a la oficina. Constanza había renunciado.
Cuesta entender esta conducta entre mujeres. El diagnóstico oficial no se ha hecho en Chile, pero sí en países como Argentina, Holanda y España, donde la psicóloga investigadora Rosario Zurriaga realizó un estudio llamado "Competición intrasexual en el trabajo: diferencias sexuales en celos y envidia".
En él define los 'celos' como la pérdida de algo que uno siente propio y la 'envidia' como la rabia de nunca haber tenido lo que otro tiene. En 2012 las mujeres sentían más celos hacia sus pares por la apariencia física y más envidia por las habilidades sociales que otras poseen, pero en la actualización que se hizo en 2018 dice que ahora sienten el mismo nivel de celos hacia un rival por cómo se ve y por cómo se relaciona con los demás. "Las mujeres debemos relacionarnos sanamente a través de un proceso consciente, no es espontáneo, porque la cultura nos hace competir", explica Teresa Valdés, socióloga con estudios y acción feminista en nuestro país desde hace 50 años.
Esa competencia y el sacar las garras frente a cualquier amenaza hacia nuestros éxitos laborales se han cultivado también porque todo nos ha costado más que a los hombres y, como si fuese poco, además de competir contra ellos existe una sensación de que tenemos que preocuparnos de ganar esos pocos espacios que quedan. Rosario Zurriaga explica que toda la competencia por esos puestos codiciados genera un ambiente de celos donde se "exhiben emociones negativas humanas, lo cual debe ser comprendido, aceptado y manejado desde la libertad de expresión y la empatía".
La relación agresiva entre mujeres que se genera producto de esta competencia también es una consecuencia de no haber entendido nuestro rol, distinto al de los hombres. "No hemos decidido ni desarrollado una opción diferente a esa clásica figura masculina en cargos de liderazgo. Queremos ser mujeres, pero al mismo tiempo ser iguales a ellos, tipo El diablo se viste a la moda, donde la mujer a cargo es muy buena en lo que hace, pero deja todo el lado empático aparte", dice la psicóloga Pía Vergara.
Lorena (45), bibliotecóloga que había sido contratada en la Municipalidad de Macul para responder partes vecinales en enero de 2019, cuenta que su historia tuvo esa misma falta de sororidad de la que hablamos cuando debemos ser líderes potentes. "Cuando llegué el 2 de enero a mi primer día de trabajo acordado con el alcalde, me mandaron de vuelta a mi casa. Me contaron que la secretaria municipal había reservado el puesto para un hombre, no para mí", dice. Pasaron dos semanas y Lorena continuó sola, sin conocer a su jefa. Las puertas se cerraban en su cara para las reuniones de planta, no fue invitada a los paseos de oficina fuera de Santiago y terminó sentada en un escritorio de tamaño escolar.
Ese escritorio daba hacia la estufa por su lado derecho y hacia la puerta con corriente de aire hacia la izquierda. "Una vez le pedí a un compañero que cerrara la puerta porque me daba frío y él me contestó ofuscado que 'no lo molestara y que tuviese cuidado', insinuando que mi cargo pendía de un hilo". Lorena se asustó y se puso a transpirar como si hicieran 35 grados de calor, aunque era mayo. Esa fue su primera crisis de pánico. El diagnóstico de su psiquiatra decía: "Portadora de un trastorno adaptativo mixto relacionado con su situación laboral", donde se le indicó reposo y Duloxetina para tratar su depresión.
Recuerda que cuando fue a pedirle ayuda a Sonia, la jefa con quien recién estaba formando una relación, ella se negó a intervenir, lo que provocó que enviara una denuncia al alcalde y a la Mutual de Seguridad, de la cual no recibe respuesta desde el 15 de mayo del año pasado.
En la Dirección del Trabajo no existen cifras exactas de la cantidad de casos de renuncia o despido por acoso laboral, mucho menos por celos intragénero. Los números que existen son los de una publicación de julio de 2019 hecha por ICARE y Chile Mujeres, que muestran que el 53% de las 161 empresas que encuestaron declaran haber tenido casos de acoso laboral y que en el 67% de estos la víctima abandona la empresa por renuncia o despido, en una proporción de 3 mujeres a 1 hombre.
Legalmente, "los celos de una mujer hacia otra o de un hombre hacia un hombre no están tratados en términos del derecho del trabajo porque se entiende que esta figura está sumida en el acoso laboral cuando alcanza ciertos ribetes", explica la abogada feminista Natalia Bravo. "No hay protocolos de acción de la Dirección del Trabajo que indiquen cómo proceder, pero claramente es una realidad que se puede constatar todos los días", agrega. Encontrar un respaldo para las mujeres que viven relaciones de celos, muchas veces sutiles, puede sonar utópico. Pero enfrentar el problema desde las nuevas dinámicas internas y educación emocional es una posibilidad factible.
La Shine Theory o teoría del brillo
En Estados Unidos lo comprobaron. La periodista Ann Friedmann y la escritora Aminatou Snow crearon The Shine Theory, o teoría del brillo, que se define como "una inversión, a largo plazo, para ayudar a alguien a ser la mejor versión de sí mismo. Un compromiso de preguntarse: '¿Seríamos mejores como colaboradores que como competidores?'". La mayoría de las veces la respuesta es sí.
Esto implicaría crear una relación con otras mujeres donde nos hagamos brillar la una a la otra en nuestros triunfos laborales y en la vida. Ann Friedmann lo escribió así en The Cut, de la revista New York, en 2013: "Cuando conoces a una mujer que es intimidantemente ingeniosa, elegante, hermosa y profesionalmente realizada, hazte amiga de ella. Rodearse de las mejores personas no te hace ver peor, sino mejor". Estamos de acuerdo con que el hecho de tener una aliada que no solo celebre tus triunfos, sino que logre proponer algo productivo a partir de ellos (como una relación de amistad, por ejemplo), es mucho más útil que celarnos en la oficina.
De hecho, la mismísima Michelle Obama ya lo había puesto en práctica en 2009, en su primer periodo como primera dama. Fue en ese entonces cuando juntó a todas las trabajadoras de su equipo y les pidió que comenzaran a utilizar la "amplificación"; una forma de levantar y apoyar el argumento de tu compañera mujer en reuniones de todo tipo. Cuando una terminaba de hablar, la otra tenía que comenzar validando el argumento de la anterior: de esa forma se crearía un soporte frente a situaciones donde usualmente dominaban los hombres. Esto inspiró The Shine Theory.
La teoría funciona; colaborar en vez de competir. En Chile, un espacio para el desarrollo de la teoría del brillo es WoomUp, empresa social fundada por Gracia Dalgalarrando en 2015 y que tiene como objetivo potenciar la colaboración entre mujeres en el área de los negocios. Las cifras de WoomUp muestran que un 29% de las participantes obtienen ascensos laborales y salariales a los 2 meses de haber recibido mentorías y un 60% logra reinserción en el mundo de los negocios después de periodos de inactividad. Actualmente existen 140 mentoras, reconocidas profesionales que se reúnen con otras para compartir experiencias e impulsar sus carreras a partir de la creación de redes. "El fenómeno mujer versus mujer es una de las limitaciones que más entorpecen la diversificación de género en esos cargos, porque nos boicoteamos entre nosotras. La mujer que lo logra no vela por políticas de flexibilidad ni se toma en serio que otras puedan llegar a altos cargos después", dice Gracia. "Visibilizar a la mujer hace que ella tome un rol y se crea el cuento. Eso pasa también para la líder, que se da cuenta de lo importante que es empoderar a nuevas mujeres".