"Sólo puede ser siempre feliz el que sepa ser feliz con todo". En esta enseñanza del pensador chino Confucio se basa el libro ¿Dónde están las monedas? Las claves del vínculo logrado entre hijos y padres. En él, su autor Joan Garriga, plantea un asunto esencial que –según dice– nos concierne a todos: el proceso de asumir nuestro origen, nuestro legado familiar y de encontrar a través de ello nuestro lugar en el mundo.
El texto hace una analogía con unas monedas que unos padres le entregan a su hijo en sus sueños. Estas monedas representan el abundante conjunto de experiencias, tanto agradables como desagradables, alegres o tristes, que heredamos de nuestros progenitores. El autor incita a los lectores a tomar las monedas de sus padres como un proceso de reconciliación profunda con la vida y con ellos mismos. Dice, además, que hay una razón poderosa que puede llevarnos a restaurar siempre el amor hacia ellos, y es que "solo lograremos amarnos a nosotros mismos cuando amemos y honremos a nuestros padres, ya que nos encadena lo que rechazamos y nos hace libres lo que amamos".
Su forma de pensar es la base de las constelaciones familiares, terapia creada por el teólogo alemán Bert Hellinger -por eso también se conocen como las constelaciones de Hellinger- que toma elementos no reconocidos de la antropología social, la teoría sistémica, psiquiatría y el psicoanálisis, y postula que las personas son capaces de percibir de forma inconsciente patrones y estructuras en las relaciones familiares. Estos quedan memorizados, sirviendo como esquemas afectivos y cognitivos que afectan la conducta.
"Por el solo hecho de pertenecer a una familia estás conectado con los aciertos y desaciertos de ella. Las constelaciones plantean que heredamos toda la historia de ese árbol familiar. Eso puede ser en ocasiones muy agradable, pero también pueden haber otros asuntos que no lo sean tanto, y por eso debemos tomar conciencia para avanzar en nuestro propio camino", explica Luz Betancur, magister en psicología y dedicada hace más de veinte años a este tipo de terapia.
En esta estructura, el rol de las madres es fundamental. "El vínculo materno es el vínculo primario, el más importante. Luego viene el vínculo paterno y después los otros que generemos durante nuestra vida", explica la psicóloga especializada en ciclos vitales femeninos y estudios de género, Irina Durán. Esto –dice– se debe a que la madre representa la vida y el padre al mundo. "Antes del mundo está la vida, por eso el vínculo materno es tan delicado. La manera en que me vinculo con mi madre va a ser la manera en que me vinculo con la vida".
El vínculo al que se refiere la experta surge del apego. "Las madres tienen una forma de maternaje y los hijos una forma de apegarse a ese maternaje. Cuando nacemos y somos seres indefensos, buscamos por instinto de sobrevivencia a nuestras madres. Un ejemplo concreto es la lactancia materna, que necesitamos para nutrirnos. Es en la figura de ella donde encontramos protección y asilo. Y es, por lo tanto, nuestro primer referente".
Relación madre e hija
Para las mujeres, específicamente, la madre es el primer referente femenino, el que le muestra a la hija cómo es ser mujer en el mundo. "Las mujeres crecemos con ese referente y aprendemos a movernos en la vida desde lo que nos ha proyectado nuestra mamá", dice Durán. "Desde una perspectiva más afectiva, la manera en que la madre ama, cuida y protege a su hija va a ser la forma en que esa hija, cuando sea adulta, se ame, cuide y proteja a sí misma", agrega.
La teoría dice que cada hija es su madre en una nueva versión. "No se espera que la hija sea como la madre, sino que se refiere a que la hija se transforma en mujer desarrollando al referente que tiene más cercano, que es su mamá. En ese proceso pueden pasar dos cosas: que la hija, por negación, se transforme en algo muy distinto o que, por lealtad, sea una copia de la madre. Tiene la posibilidad de ser mejor cuando hay un trabajo de conciencia, es decir, darse cuenta de que está repitiendo patrones y formas de ser de su mamá, y decidir dejar de repetirlos", explica Durán.
Luz Betancur cuenta que en sus años de terapia se ha encontrado con muchas mujeres que dicen que con sus hijos no van a ser como sus madres fueron con ellas. "Pero eso es imposible, porque tenemos la imagen de nuestra madre dentro. Por eso es bueno preguntarse ¿qué imagen de mi madre he cultivado dentro mío? Eso marcará la pauta en el momento en que yo me quiera transformar en madre y también en cómo me relaciono con otros".
Esto, que se conoce como herencia transgeneracional, se evidencia más en familias donde hay muchas mujeres. "La forma en que nos vinculamos con nuestro entorno, que es de manera inconsciente y que se conoce como las lealtades invisibles, está marcada por esa imagen que he cultivado de mi madre y que en el caso de ser negativa, podría influir en que se construyan relaciones tóxicas con otras mujeres".
Sanar, agradecer y asentir
¿Cómo podemos tener relaciones sanas y agradecer la vida que nos tocó si no tenemos una buena relación con nuestra madre? Betancur dice que "las constelaciones nos permiten poder reconciliarnos con nosotros mismos y con las imágenes que nos hemos creado de nuestros progenitores. Solemos tener una idea de lo que debería ser una buena madre, pero eso no es más que una construcción social". Lo que plantea la experta es que el rol de nuestras madres es darnos la posibilidad de estar vivos. Y eso ya es suficiente.
"Tenemos que entender que la mamá que tenemos es la mamá perfecta para que seamos lo que somos en el momento. Eso suele ocurrir cuando las hijas nos convertimos en madres. Antes de eso, estamos conectadas con la tarea de ser hijas, pero cuando nos embarazamos, parimos y criamos nos conectamos con la tarea de ser madres y entendemos que no es fácil. Ves que tu madre hizo lo mejor que pudo y que –al igual que tú en ese momento– no fue preparada para asumir ese rol. Cuando logro conectarme con mi deseo de ser una buena madre debería entender que mi madre también estuvo conectada de alguna forma con ese deseo", agrega Luz.
En las constelaciones familiares no se trabaja con el perdón. Irina explica que "si yo decido "perdonar" a mi madre, me pongo sobre ella, es decir, subo un escalón y me considero, de una manera inconciente, mejor. Eso hace que ella se disminuya y pierda el poder de transmitir la energía de la vida. Por eso se habla de aceptación; uno debe aceptar a su madre como es, tomar la vida que ella nos dio e intentar hacerlo lo mejor posible".