Según datos recogidos en 2021 por el INE, el número de mujeres que tienen hijas e hijos a partir de los 35 años es cada vez mayor, representando a más del 20% de los nacimientos anuales. Y, dentro de este grupo, ha aumentado considerablemente el porcentaje de mujeres que son madres sobre los 40 años.
Muchas de quienes deciden ser madres sobre los 35 años, lo son por primera vez, hecho que desde las ciencias de la salud se denomina “maternidad tardía”.
Si bien hay pocos estudios cualitativos que identifiquen de manera clara las causas y motivaciones de las mujeres para optar por ser madres por primera vez a esta edad, lo que sí está claro es que se correlaciona con niveles de educación más altos y trayectorias laborales de mayor especificidad que han permitido cierta sostenibilidad financiera. Es decir, la postergación tendría relación con el desarrollo personal, profesional y económico que sería inconciliable con la maternidad en etapas previas.
Ahora bien, cualquier análisis que se realice sobre la materia, no puede extraerse de los cambios sociales, culturales y de género que se han producido en las últimas décadas así como de los avances en la tecnología médica que facilitan que se produzcan embarazos a esta edad, disminuyendo los riesgos asociados a la maternidad tardía, como la mayor probabilidad de cuadros hipertensivos, partos prematuros, abortos, entre otros.
Y aunque se han evidenciado beneficios como menores niveles de ansiedad que se derivan de la mayor experiencia de vida, la tasa de depresión post parto se encuentra dentro de los mismos rangos que la de aquellas madres que tienen a su primer hijo en edades más jóvenes (Adamczyk et al., 2023; Yopo, 2023).
Aún así, es importante considerar algunos costos asociados a la decisión de optar ser madre sobre los 35 años: mayor dificultad para quedar embarazada -lo que produce frustración y afecciones a la salud mental-, menos soporte inmediato para la crianza (abuelos, hermanos, etc), menor resistencia física para el cuidado de los hijos/as, menor esperanza de vida, entre otros.
La pregunta que surge es si esta tendencia estadística se revertiría si se produjeran cambios significativos en materia de corresponsabilidad, apoyo al cuidado de los niños/as, protección laboral y conciliación. Aunque en una una primera instancia podríamos pensar que el porcentaje de mujeres que tiene hijos/as sobre los 35 años disminuiría, no se puede descartar la existencia de una valoración positiva ya instalada en la mujer hacia la maternidad en una edad más madura, que no necesariamente varíe si el contexto lo hace.
Para asegurar que la mujer tenga libertad en la elección sobre la edad en que desea ser madre, es necesario avanzar en la superación de las barreras socioculturales, laborales y económicas que impiden la conciliación entre la crianza y el desarrollo en otras dimensiones de la vida de la mujer cuando es madre.