El Boldo, un perro salchicha de seis años, llegó a la vida de Javiera Molina cuando sus hijos eran pequeños: el menor tenía un año y la mayor seis. “Siempre fui amante de los animales, pero por alguna razón, mi hija mayor le tenía mucho miedo a los perros. Pensé que lo mejor para que lo venciera era tener uno en casa”, cuenta.
Eligió esa raza porque, según investigó, son fieles y adaptables. “Nos dieron el dato de un lugar y ahí estaba el Boldo, tan asustado como mi hija. No sé si ese miedo inicial los hizo conectar desde una misma emoción, pero generaron una relación especial, es como su hermano peludo. También es mi hijo peludo, porque para todos nosotros, incluido mi marido, el Boldo es uno más de la familia, va con nosotros a todos lados e incluso aparece en los dibujos escolares. Mi hijo menor ha crecido con él”, relata.
Hace un año el Boldo tuvo que aprender a compartir su protagonismo y demostrar su flexibilidad para convivir con otras especies cuando a la casa de Javiera llegaron Toto y Lara, unas cotorras Ninfa que desde entonces se pasan el día revoloteando por todas partes. “En la familia somos amantes de los loros, así que, motivados por nuestra hija, un día decidimos traer a Toto. Poco después, nos dimos cuenta de que necesitaba una pareja, así que trajimos a Lara”, explica Javiera.
El Boldo pasó la prueba con facilidad ya que entre los tres se llevan estupendamente. No es que los mire desde lejos en su jaula, los tres circulan con libertad por todos los espacios de la casa. “Incluso en la mañana, los tres se acuestan a tomar el sol juntos en la ventana. A veces también juegan y Toto le picotea la pata a Boldo, que lo mira con paciencia”, añade.
Para Javiera, su marido y sus dos hijos, Boldo, Toto y Lara ya son parte de la familia. “Cada uno tiene su personalidad. El Boldo es un señor, muy consentido. Cuando acuesto a los niños y les doy el beso de buenas noches, él se pone en la fila y espera también el suyo. Toto es muy divertido y simpático, hace bailes, grita y llama mucho la atención. Lara en cambio es muy cariñosa, se posa en mi hombro y le gusta que le hagan cariño; se acurruca en nuestro cuello”, dice.
“Somos una familia y así lo entendemos todos. Tanto que los fines de semana, que solemos ir al Cajón del Maipo, partimos todos juntos, incluido el perro y los loros. No podríamos dejarlos porque somos un núcleo, pero principalmente porque los queremos mucho, tal como ellos a nosotros”, concluye.