Hace seis meses, Rocío Hurtado (27) estaba mirando su Instagram cuando apareció una publicidad de una fundación de rescate animal. Siempre ha sido amante de los animales, así que no le sorprendió. Sin embargo, antes de seguir con el scroll, un mensaje llamó su atención: “Tías, ¿por qué nadie me elige?” . La frase acompañaba la foto de Forastero, un galgo blanco con manchas oscuras que llevaba un año esperando ser adoptado. El mensaje le generó tanta ternura que hizo clic. Forastero había sido encontrado herido en una carretera. Las personas que lo rescataron contactaron a la fundación, donde lo alimentaron, cuidaron y sometieron a una cirugía en una de sus patas traseras, probablemente dañada por un atropello.
“Una de las secuelas de la cirugía, en la que le sacaron parte del fémur, fue que no podía apoyar esa pata. Así lo conocí. Cuando contacté a la fundación y me lo trajeron, su patita estaba completamente recogida, como un acordeón”, recuerda Rocío. Así comenzó su historia juntos. “Obviamente fue un desafío adoptarlo porque es un perro con capacidades limitadas, pero asumí el compromiso de rehabilitarlo”, cuenta.
Empezaron con exámenes para evaluar su condición, y luego lo derivaron a kinesiología. “Yo no tengo auto, así que debía pagar 20 mil pesos por un servicio de transporte de mascotas cada vez que tenía una sesión de rehabilitación. Estuvimos yendo cerca de tres meses”, relata. Sin embargo, el esfuerzo dio frutos: al mes, Forastero empezó a dar sus primeros pasos. “Me acuerdo que íbamos caminando por la calle, lo vi apoyar su pata y me puse a llorar”, dice aún emocionada.
Forastero comenzó con pasos limitados, pero luego sumaron la acupuntura al tratamiento, lo que aceleró sus mejoras. “Este tratamiento fue fundamental para él. Además, la acupuntura se realiza en una salita pequeña; la doctora pone música, usa aromas relajantes, le da premios. Él va feliz”, asegura Rocío.
Hoy, cuando salen a pasear por el barrio, Forastero camina casi como cualquier perro, aunque aún conserva un leve cojeo. “Lo que más me impactó fue que yo pensaba que él no tenía dolor porque no se quejaba. Pero después, cuando lo comencé a tratar, todos los especialistas que lo vieron me decían que sí tenía dolor y eso marcaba su manera de ser”, explica. Antes era tímido y sumiso, pero ahora, Rocío cuenta que es famoso en el vecindario. “Todo el mundo lo conoce, y me dicen que se ha notado mucho el cambio desde que llegó a mi vida: agarró confianza, le ladra a los perros, es amigo de los perros chicos... se ha empoderado”.
Rocío nunca deja solo a Forastero. Durante su jornada laboral, una petsitter lo cuida, y los fines de semana, si tiene compromisos, lo deja en una guardería. “Aunque ya tiene 4 años, siento que desde que llegó conmigo volvió a ser un cachorro, como si estuviera viviendo esa etapa que perdió. No sé si sufrió abusos, como suele pasar con los galgos, pero creo que sí vivió situaciones difíciles. Ahora, finalmente se siente bien y querido”, dice. Y ella también: “Dormimos juntos, abrazados. Es pegote, siempre quiere estar encima mío”, cuenta.
Al final, cambió la vida de ambos. “Soy de La Serena, y mudarme a Santiago para trabajar fue difícil. La soledad, estar lejos de mi círculo familiar, me había hecho sentir un poco deprimida, no tenía un propósito. Pero desde que llegó Forastero, todo cambió. Ha sido lo mejor que me ha pasado en este tiempo: es un compañero que me da motivación, mi mayor compañía. Aunque implica un gasto de tiempo y dinero importante, verlo avanzar y feliz, hace que todo valga la pena”.