Mientras dormía

Una joven que asegura viajar a otras ciudades mientras duerme. Una mujer que en sus sueños recibe visitas de familiares que se despiden antes de morir. Una profesora que sabe por un sueño cómo va a ser su propia muerte. Aunque la neurología, el sicoanálisis y la medicina del sueño han logrado descifrar algunos de sus mecanismos, los sueños siguen siendo un gran pozo de misterios donde la vida y la muerte, el pasado y el futuro se confunden. Una segunda vida que comienza cuando cerramos los ojos cada noche.




Paula 1116. Sábado 2 de marzo 2013.

Algunas noches, justo al empezar a quedarse dormida, Fabiola Simonetti (29 años, comunicadora audiovisual) viaja fuera de su cuerpo. Cuando siente un zumbido en el oído muy fuerte, como el despegue de una turbina de avión, o como un zancudo gigante, Fabiola sabe que se va a desdoblar. En ese estado, entre dormida y despierta, siente que se separa de su cuerpo y se eleva, como si no tuviera peso. A veces se queda flotando en el techo, cruza la pared hasta la habitación donde duerme su hermano o, incluso, si está muy concentrada, puede dirigir su viaje hasta llegar a la playa de La Serena y mirar el mar de noche.

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Desde la adolescencia, la comunicadora audiovisual Fabiola Simonetti tiene experiencias de desdoblamiento.

Estas experiencias, que en su adolescencia le ocurrían hasta tres veces por semana, al principio la aterraban. Pensaba que se podía morir o quedar atrapada en ese estado etéreo, y cuando lograba volver a su cuerpo, siempre despertaba agotada y con dolor de cabeza. Una noche, cuando tenía 18 años, despertó fuera de su cuerpo, miró hacia abajo y se vio a sí misma en la cama con los ojos cerrados durmiendo. La imagen le pareció tan macabra como ver a un muerto. Y su susto aumentó, porque alrededor de su cama vio sombras y figuras fantasmales flotando. Se puso a rezar y a respirar muy rápido, para obligarse a despertar. Hasta que volvió a su cuerpo de golpe, transpirada, con el corazón latiendo rápido, y todavía el zumbido en el oído. Salió corriendo al jardín y se quedó ahí, esperando que terminara de salir el sol, porque ya eran las siete de la mañana.

"No entendía qué me estaba pasando. Yo era muy racional y atea. Para mí solo existían las matemáticas, la física y lo empíricamente demostrable", cuenta. Fabiola, entonces, comenzó a investigar sobre desdoblamientos en internet, librerías y bibliotecas. Pero casi todo lo que leyó le pareció, en sus palabras, "pura charlatanería New Age". Tampoco se convencía de que su experiencia hubiera sido una alucinación o sueño. También fue a ver a una tarotista que le recomendó una tía. "En vez de darme una explicación más amable, ella me asustó. Me dijo que cuando te desdoblas, hay otros seres que aprovechan esa oportunidad para ocupar tu cuerpo. Y el dolor de cabeza que sentía al despertar era la lucha con los seres que trataban de meterse. No le quise creer", dice. Pero sí empezó a usar símbolos de distintas religiones para protegerse.

Antes de acostarse, bebía un sorbo de agua bendita que dejaba en su velador, encendía un incienso y leía unas oraciones pidiéndole al arcángel Miguel que pasara lo que pasara, esa noche la protegiera y la guiara a dimensiones más elevadas. "Cuando empecé con estos ritos me empezaron a pasar cosas bonitas en mis desdoblamientos. Nunca más tuve miedo a mirarme dormida. Empecé a disfrutar mucho la sensación de no pesar, de ser etérea. Esta experiencia me dio una prueba empírica súper personal de que yo era un espíritu que habitaba un cuerpo. Eso es súper lindo. A partir de esos viajes empecé a creer en la vida después de la muerte", afirma Fabiola.

Desde el punto de vista de la Neurología, las experiencias de desdoblamiento no son interpretadas como un viaje del alma fuera del cuerpo, sino como una alucinación onírica. El neurólogo del Centro del Sueño de la Clínica Alemana, Leonardo Serra, especializado en medicina del sueño en la Universidad de Bolonia, señala que los desdoblamientos, descritos en la medicina del sueño como experiencia extracorporal o fenómeno autoscópico (que significa verse a sí mismo), ocurren en la transición de la vigilia al sueño. "Normalmente uno tiene actividad onírica en la fase de sueño REM, (que ocurre aproximadamente 40 minutos después de quedarse dormido) y es la etapa con movimientos oculares rápidos en que el cuerpo se paraliza y solo se mueven los ojos y el diafragma. Pero hay gente que, por cansancio o estrés, tiene sueños apenas se está quedando dormida. Por lo tanto, sueña cuando aún está despierta. Dentro de ese contexto se pueden dar distintos tipos de alucinaciones, que pueden ser visuales, auditivas o incluso táctiles, incluyendo estos fenómenos de experiencia extracorporal o desdoblamiento, cuando la gente tiene esta percepción de alejarse de su cuerpo y verse a sí mismo como en tercera persona. Y no solo

eso. Algunos sienten que los tocan o que alguien se sienta a los pies de la cama y se asustan mucho", explica el doctor Serra. El neurólogo enfatiza que se trata de fenómenos naturales que se dan en la transición del sueño a la vigilia que no revisten ningún peligro, que no tienen significado patológico y que son auto- limitados, es decir, las personas siempre van a despertar.

La mitad de la población experimenta este tipo de fenómeno alguna vez en su vida. Solo si son muy recurrentes y les molesta, deberían consultar. "No todas estas experiencias autoscópicas son desagradables. También hay personas que lo consideran una experiencia placentera, tienen una percepción muy vívida de que se trasladan a otros lugares y le dan una explicación más trascendental", agrega.

Desde los 13 años, Daniela (24) ve en sueños enfermedades, peleas o abortos de personas que conoce y que suelen terminar ocurriendo. Años atrás soñó la infidelidad de un pololo, la que terminó siendo real. "Al principio me asustaba, hoy agradezco esos sueños", dice.

Según el doctor en Psicología de la U. de Chile, sicoanalista y miembro titular de la Sociedad Chilena de Sicoanálisis, Hugo Rojas, el sueño es uno de los caminos principales por los cuales se puede investigar el inconsciente y por eso en la terapia sicoanalítica se pide al paciente que relate sus sueños y haga asociaciones libres para profundizar en su contenido. "Un sueño es un cumplimiento o realización de un deseo, según la definición freudiana, y los sueños de los pacientes son una puerta de entrada a los deseos inconscientes y los deseos reprimidos de la persona. Fenómenos como el desdoblamiento son vistos por el sicoanálisis como una forma más de sueño. "Uno puede verse a sí mismo de muchas maneras en los sueños y no significa que nuestra alma migre fuera del cuerpo", afirma.

SOÑÉ MI MUERTE

Si no soñamos, morimos. Todas las noches tenemos sueños, aunque algunos los recuerdan y otros no. La neuróloga Julia Santin, jefa del Centro de Sueño UC, asegura que el dormir y el soñar cumplen una función tan vital que de la misma forma que la privación del sueño es fatal, la privación de actividad onírica (o sueños), aunque de manera más lenta, también produce la muerte". Desde los 80 se han hecho en centros de estudios del sueño en Estados Unidos experimentos con ratas; al no dejarlas dormir, mueren a las dos semanas, de agotamiento. Y al impedirles soñar, también mueren, aunque en un tiempo más largo. El investigador norteamericano William Dement, uno de los primeros en medir la actividad cerebral durante el sueño desde los 60, en sus experimentos con estudiantes universitarios descubrió que al interrumpir sus sueños por la mitad, los soñadores presentaban síntomas de angustia y depresión. Sin embargo, tras décadas de investigaciones, todavía no estamos seguros de por qué necesitamos soñar. "Lo que sabemos es que la fase del sueño REM, que es cuando se produce la actividad onírica, es muy importante, porque cumple la función de consolidación de la memoria, es como revisar el disco duro, eliminar lo que no necesitas y depositar en la memoria de largo plazo lo que aprendiste en el día. En los sueños también se produce una descarga emocional, generalmente se sueña con cosas del día y se activan áreas cerebrales relacionadas a las emociones", dice la doctora Santin.

La profesora de Matemáticas Yannet Pontigo (59 años) también ha visto su futuro en sueños. Uno de los más importantes ocurrió hace 12 años.

En su sueño, Yannet ve en el pasillo de su casa a una niñita como de un año con un vestido blanco, zapatos negros de charol y calcetines blancos, peinada con un moño. La niña la mira y Yannet sabe que es su futura nieta. "Tenía unos ojos cafés preciosos. Desperté con una sensación de gozo que me duró todo el día y convencida de que iba a ser abuela", cuenta. Esa tarde estaba comiendo con su familia en la mesa y les dijo a sus tres hijos que había soñado con su nieta. Su hijo de 21 años escuchaba callado. Su polola acababa de quedar embarazada. Tiempo después, cuando su nieta ya tenía un año y medio, la bautizaron, y Yannet se sorprendió al verla idéntica a como la había visto en su sueño, con su vestido blanco, su moño y los mismos ojos que la miraban desde el pasillo. "Era como si el pasado y el futuro ocurrieran al mismo tiempo", dice.

El neurólogo Leonardo Serra, de la Clínica Alemana, señala que no existe explicación científica para los sueños premonitorios como los de Yannet. "Cómo una persona puede anticipar que se iban a caer las torres gemelas o una catástrofe, no sabemos. Lo único que se ha comprobado con experimentos es la precognición, en donde las personas son capaces de anticipar, por pocos minutos y de forma muy específica, lo que va a ocurrir", afirma. "Se han hecho experimentos con series de fotografías. Cuando estas tenían un contenido emocionalmente fuerte, por ejemplo, violencia, autopsias o sexo, algunas de las personas sabían, segundos antes de ver la imagen, que se trataba de una foto especial. De alguna manera su cuerpo lo intuía y les subía la frecuencia cardiaca y otras variables físicas. Eso se ha replicado con distintos experimentos. Pero de dónde viene esta capacidad, no lo sabemos".

Yannet Pontigo cree tanto en los sueños, que está convencida de cómo va a morir. Un sueño se lo anunció, cuando tenía unos 40 años. Y asegura que no tiene miedo. En su sueño va en auto, con su marido manejando. Pasan por un sitio eriazo y seco, lleno de polvo. Su marido detiene el auto junto a un quiosco para bajarse a comprar cigarrillos. En ese momento, Yannet ve meteoritos que caen del cielo y explotan alrededor suyo. Abre la puerta y alcanza a sacar solo medio cuerpo fuera, cuando un meteorito grande explota contra el auto. Su cabeza se pega contra la cuneta y muere instantáneamente. No siente miedo, ni dolor y empieza a subir. Se ve a sí misma, con un charco de sangre alrededor de la cabeza y los pies todavía arriba del auto. Siente una tranquilidad y felicidad que nunca había experimentado antes y sigue subiendo. Y cuando ya está muy arriba, ve a su marido volviendo del quiosco, que grita desesperado al verla muerta. "Con los gritos me desperté. Y pensé que Dios me regaló este sueño para que yo entendiera qué es la muerte.

Estoy segura de que algún día voy a morir en un accidente vehicular. Y no me da miedo saberlo ni tampoco subirme a un auto, porque vendrá cuando tenga que venir y ahora sé que queda mi alma", dice.

Para el sicoanalista de la U. de Chile, Hugo Rojas, la escuela sicoanalítica también mira con escepticismo los sueños premonitorios. "Cabe alguna posibilidad remota de que pueda haber un elemento anticipatorio, pero en general en esos casos se sueña con cosas que es muy probable que ocurran y en el sueño somos más agudos en procesar esas intuiciones. Freud decía que al recordar el sueño se produce un autoengaño o reconstrucción a posteriori, como una paciente suya, que al tener un encuentro con alguien, se convenció de que lo había soñado antes", dice.

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La profesora de Matemáticas Yannet Pontigo está acostumbrada a tener sueños anticipatorios. Mucho antes de que naciera, vio con toda claridad cómo sería su nieta a los 4 años. También ha visto cómo será su propia muerte.

INFIDELIDAD ANUNCIADA

Los sueños de Daniela (24 años, publicista) podían ser tan anticipatorios que varias veces sintió que estaba enloqueciendo. Prefirió mantener su verdadero nombre en reserva para este reportaje porque solo conversa este tema con sus más cercanos. Asegura que desde los 13 años viajaba a otras casas, incluso a otras ciudades mientras dormía, y despertaba de golpe, con un dolor en las venas de los brazos y las piernas, agotada, como si no hubiera dormido nada. A veces soñaba con vecinos o mamás de amigas y veía enfermedades, abortos e imágenes que la asustaban y de las que despertaba llorando. Su temor más grande es que muchas veces lo que ve en esos sueños, se cumple. Dos hitos importantes de su vida se le revelaron en sueños:

Enero de 2007. En su sueño, Daniela está con un vestido blanco. Baja hasta un lugar cavernoso, de color café y se encuentra con un hombre musculoso que, según ella entiende en ese sueño, es el diablo. Él le dice que se despida de una de sus mascotas. Daniela despierta preocupada. "Traté de olvidarme del sueño. Pero pasaron dos días y a Julieta, mi perra del alma, la envenenaron", cuenta. A los 18 años fue a una sicóloga, porque tenía el miedo de estar loca. La terapeuta le aseguró que no había nada anormal en ella y que estuviera tranquila.

Su último gran sueño fue uno en que descubrió la infidelidad de su pololo, con el que llevaba 2 años. Son las 3 de la mañana y Daniela sueña que está en el asiento trasero de un auto. No sabe cómo llegó ahí. En el asiento de adelante está su pareja y una chica. Los ve coquetear, reírse y darse besos. Daniela quiere gritar, pegarle, pero no puede hablar ni moverse. Ve a su pololo despedirse con un beso y después manejar de vuelta a su casa. En ese momento despierta llorando. Sabe que lo que había visto era verdad. "En la mañana lo llamé y le dije que lo habían visto anoche metiéndose con una niña. Él lo negaba rotundamente, pero al final reconoció que había sido así. Terminé con él. Ahí empecé a creer en mis sueños y agradecerlos, aunque a veces son duras las cosas que me avisan", dice Daniela.

EL ABISMO

El sicólogo Gonzalo Pérez, especializado en sueños y mitos, y autor del libro Un espejo cósmico, afirma que hay sueños superiores que todos soñamos de vez en cuando y que contienen instrucciones o guías respecto al camino que uno está siguiendo. "A veces son verdaderas experiencias espirituales en sí mismas. Los griegos decían que eran visitas de los dioses y Carl Gustav Jung era de la misma opinión, pero los llamaba arquetipos del alma". Pérez experimentó uno de estos sueños hace seis años.

En su sueño, Gonzalo Pérez está en Buenos Aires, invitado a dar un seminario. Está perdido y se acerca a un quiosco de diarios y revistas para preguntar la dirección. El vendedor es un joven encantador de ojos verdes que se ofrece a guiarlo. Caminan media cuadra y llegan a un precipicio. En la mitad de Buenos Aires hay un abismo sin fondo. Mira el vacío, con miedo, luego mira los ojos verdes del joven y pregunta:

–¿Tengo que saltar?

El joven sonríe. Y Gonzalo Pérez se da cuenta de que sí, tiene que saltar. "En ese momento se terminó el sueño y desperté preguntándome qué abismo venía a mi vida. Pocas semanas después perdí el ojo derecho, por un desprendimiento de retina", relata. Pasó un año entero en operaciones, con las ilusiones y desilusiones de tratar de rescatar su ojo. "Cuando tenía dudas, me acordaba de la sonrisa alentadora del quiosquero de ese sueño, diciéndome salta. Quedé tuerto, pero aprendí mucho de ese abismo".

El sicoanalista y escritor Marco Antonio de la Parra en su consulta como sicoterapeuta trabaja mucho con el análisis de sueños, como material que ayuda a entender el proceso emocional por el que están pasando los pacientes. Reconoce que a veces ha escuchado sueños que lo intrigan y que le cuesta interpretar, como los relacionados con los muertos. "Una anciana que conozco soñó con su marido que había muerto hace años y con todos sus parientes muertos. Al día siguiente anunció a su familia que iba a morir y falleció esa noche. Como si hubieran ido en sueños a buscarla sus antepasados porque le llegó su hora. Es un sueño descrito en muchas tradiciones, y que he escuchado varias veces en mi consulta, al igual que el de la persona que sueña con un ser querido que viene a despedirse, horas antes de enterarse de su muerte. Es parte de los misterios del sueño".

Desde el punto de vista de la neurología, los desdoblamientos so interpretados como una aluciación onírica, que puede ser visual, auditiva o táctil.

EL BAÚL DE LOS SUEÑOS

Pedro Engel, ancestrólogo, astrólogo y tarotista, cree que los sueños son la herramienta más poderosa que tiene el ser humano para el autoconocimiento y para enriquecer la vida espiritual. Su maestra, Lola Hoffmann, siquiatra que dedicó gran parte de su vida al estudio de los sueños, le enseñó la práctica de anotarlos todas las mañanas.

En su casa tiene un baúl lleno de cuadernos con sus sueños anotados desde hace décadas, cuyo contenido sigue provocando revelaciones que lo sorprenden. Una mañana sacó un cuaderno al azar y empezó a hojearlo distraídamente. Era una libreta que escribió en los 80 y relata el siguiente sueño: "A mi papá le da un infarto, viene una ambulancia, me subo a ella con él y me doy cuenta de que los conductores son de la CNI y que se llevan a mi papá a una casa de tortura. Estacionan en la calle Simón Bolívar, era una casa de dos chimeneas. Entro arrastrándome, tipo comando, y leo el nombre del dueño de casa en el escritorio. Yo digo 'a este gallo lo conozco, es un torturador de la CNI'".

El sicólogo Gonzálo Pérez soñó, poco antes de perder un ojo por un desprendimiento de retina, que venía un cambio importante, pero que no debía asustarse, sino confiar.

Al terminar de leer ese sueño que había escrito hace 12 años, Pedro Engel se dio cuenta de que tenía una amiga que pololeaba con un hombre que se llamaba así, como el torturador de su sueño. Llamó a su amiga de inmediato para contarle.

–Tu pololo es de la CNI y mató gente.

–Cómo se te ocurre, si no mata ni una mosca.

–Ese tipo vive en Simón Bolívar... (entrega la dirección de su sueño), en una casa con dos chimeneas, ¿cierto?

–Sí, ¿cómo supiste?

Pero su amiga no le creía, y colgó el teléfono. Al mediodía, ocurrió la segunda coincidencia con su sueño: a su papá le dio un infarto, el primero de varios que tuvo antes de morir. Llegó una ambulancia a buscarlo. A las seis de esa misma tarde, lo llamó de vuelta su amiga muy alterada y le dijo que le había preguntado a su pololo y después de una conversación larga y escabrosa reconoció que sí, era de la CNI.

Pedro Engel recomienda tener siempre en el velador un cuaderno para anotar los sueños, aunque no los entendamos. "No siempre encontramos sentido a un sueño de inmediato, sino que a veces, mucho tiempo después, revelan sus secretos. Si lees tu diario de sueños después de un año vas a necesitar sentarte cuando compruebes que todo lo que viviste ya estaba anunciado", asegura.

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