Mirada Paula: el mundo del Pilates desde adentro




“Desde que salí del colegio estudié y trabajé en áreas súper diversas. Me pasaba que todo lo que estudiaba me gustaba y de alguna manera me resultaba fácil, pero nada me llenaba tanto como para decidir convertirlo en algo a lo que me dedicaría para siempre, había muchas dudas. Y es que siempre fui admiradora de esas personas que vibran con su trabajo, porque eso de ‘ganar plata y al mismo tiempo ser feliz’ no se me hacía tan evidente. Fotografía, administración, ventas, moda y diseño son algunas de las materias que estudié hasta que llegué a la producción de fotos publicitarias y encontré ahí que podía aplicar lo que mejor hacía tanto laboralmente como en mi casa: organizar y crear. Pero con el tiempo la exigencia en cuanto a los tiempos, el desgaste físico y la incertidumbre económica me empezaron a hacer dudar. La maternidad y la familia son ítems muy valiosos para mí y mi trabajo además no me hacía vibrar.

Fue mientras buscaba un cambio que mi mamá me invitó a hacer Pilates. Y fue en la primera clase que me encanté de la disciplina. Mi mamá me insinuó que sería una buena profesora, siempre me gustó la actividad física, el baile. Así fue como me tenté.

Hice el instructorado durante un año y al poco tiempo ya estaba trabajando en una salita personalizada en el barrio El Golf. Cuando vino la pandemia y ese espacio cerró, decidí usar una pieza de mi departamento como sala de Pilates, donde sólo había espacio para un reformer. Entusiasmada, lo usaba yo misma y hacía clases personalizadas para tener un ingreso extra.

Esto de hacer clases en horarios establecidos por mí y poder a la vez estar en mi propia casa o ir a buscar y a dejar a mis hijas al colegio me empezó a gustar, así que con el tiempo fui comprando más implementos para hacer clases más dinámicas con aros, pelotas, rollers.

Si bien mi objetivo principal era hacer clases para generar más ingresos, cuando me cambié de casa acondicioné una pieza pensándola en un espacio en el que podía desarrollar un proyecto creativo visual y de bienestar más que un simple lugar para entrenar. Los olores, los colores, la sensación de disfrutar con los sentidos me motivaba tanto como enseñar esta disciplina que amo practicar.

Todo esto fue creciendo rápido. Empecé a hacer más horas y a tener más alumnas. Con un préstamo compré dos máquinas más y me instalé en un módulo liviano que levanté en el patio de mi casa. Y de un mes a otro multipliqué por tres las posibilidades de crecer.

Siempre me costó vender, publicitarme. No me gusta invadir y me cuesta cobrar, pero a través de mis herramientas estéticas tímidamente fui colando flyers al chat del barrio para lo que tuve que inventar un nombre. Sin pensarlo mucho nació Loving, un concepto que creo refleja lo que estaba empezando a sentir por mi proyecto. Con ayuda de amigas y conocidas entré en el mundo de las redes sociales y muy rápido pasé de 2 a 400 seguidores en dos días, lo que me obligaba a pasar horas respondiendo mensajes y mandando información. Y descubrí que era mi zona de confort y que esto era mi emprendimiento, mi negocio.

Emprender y ponerle tanto amor a un proyecto significa también multiplicar las energías físicas, emocionales y mentales para que todo funcione. He ido sumando profes lindas y secas para poder crecer he ido sumando cosas como masajes de drenaje linfático.

Hoy vibro con cada nueva alumna y más con las antiguas, esas que han sido fieles y han aguantado estos cambios. Estoy muy agradecida y puedo decir que a mis 45 años recién salgo de mi crisis vocacional. Y lo hago con mucho amor”.

Cecilia Medina, 45 años.

Instagram: loving.pilates.cl

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