Paula 1229. Sábado 1 de julio de 2017.
Pide un cortado grande, bien cargado, con poca leche descremada. Y un pan de chocolate. "¿Cómo no vamos a comer algo rico? Si al final, qué tanto. ¡Todo engorda!". Es viernes, se avecina un temporal de lluvia y viento, y Mónica Pérez (50), sentada en un café, trae una estampa de relajo como quien sabe que en unos días parte de vacaciones. Pero lo suyo fue, más bien, un "chao jefe". A fines de febrero concretó el plan que venía masticando hacía 3 años con su marido, el periodista deportivo Francisco Sagredo: renunciar a todas las certezas para instalarse por un año –uno sabático– en Londres. Parten el 19 de julio. Pérez se va como periodista freelance: el plan es hacer corresponsalías desde Europa. Y, aunque tiene un acuerdo para volver en un año más a TVN, hasta ahora no tiene ni un papel firmado. Su último día en el canal va a ser el jueves o viernes antes de subirse al avión. "Yo quería irme antes, pero me conviene quedarme por el sueldo porque voy a estar harto rato sin ganar plata", dice.
Se van a Londres, una ciudad muy cara.
Sí. Pero era un sueño de años con Pancho. Y, además, queremos que la Laura (su hija de 9 años) aprenda bien inglés. Si nos íbamos a Estados Unidos, Pancho quedaba sin pega, porque no hay fútbol. Y claro, es una ciudad cara, pero para eso hemos ahorrado 3 años. Nos vamos a gastar todos nuestros ahorros y a la vuelta no vamos a tener ni uno, pero va a ser plata bien gastada. No solo queremos vivir en Londres. Queremos otro tipo de vida.
¿Por qué?
Cuando yo volví a Chile después de 11 años viviendo afuera, llegué en categoría de conductora de noticias. Yo no sabía lo que era eso. Mi primer shock vino cuando decidí comprarme un auto. Quería uno enano porque venía de Madrid donde no tenías dónde estacionarte. Cuando le dije a mi papá, fue "¡No! Tú eres conductora, tienes que comprarte por lo menos un Audi". "¿Un Audi?", le dije. No había ni soñado comprarme un auto tan caro. Pero me dijo: "En Chile es súper importante andar en un buen auto para demostrar que te va bien". Y me compré un Audi.
¿Caíste en la lógica de la apariencia?
Sí. Empiezas a hacer las cosas que supuestamente tienes que hacer para encajar. Cuando me casé con Pancho, nos compramos una casa. Después otra. Después una casa en la playa. Después Pancho se compró un departamento y yo del Audi pasé al Volvo porque necesitábamos el auto familiar. Hasta que dijimos "¿qué onda esto?". Nos empezamos a ahogar. Trabajábamos y trabajábamos y nunca era suficiente la plata. Estábamos sobreexigidos a mil, pasándolo pésimo por pagar deudas de cosas que no queríamos tener.
¿Cuánto influyó caer en esa vorágine que los dos fueran rostros de televisión?
Influye porque ganas plata. Pero tampoco es que fuéramos súper consumistas. Yo con una casa estoy feliz. Nos metimos en ese ruedo por esa sensación de seguridad que supuestamente te da tener propiedades, para que cuando te deje la tele o tú la dejes a ella, no te mueras de hambre. Queríamos asegurarnos para tener una vejez buena. Pero esa lógica tampoco es buena. Porque a lo mejor la vejez no llega. A lo mejor nos morimos mañana.
¿Qué los empujó a bajarse del tren?
Un día empezamos a hablar y dijimos "¿realmente quieres tener la casa en la playa?". "A mí me da lo mismo". "¿A ti?". Pancho es comentarista deportivo, trabaja todo el fin de semana, era ridículo tener una casa en la playa. Así que dijimos chao. Tenemos solo una hija. No se justificaba tratar de sostener una estructura gigante e innecesaria.
¿Cómo proyectas tu vida en Londres?
Quiero ser floja un año. Podría haberme conseguido trabajar para una radio. Pero no quise, porque mi primer objetivo es concentrarme. Esto es una experiencia familiar. La idea es que ni yo ni Pancho nos volvamos locos trabajando ni ofreciendo temas. Este viaje en gran parte es porque queremos estar con nuestra hija.
¿Te da susto ser una NN?
Allá no. Pero pasar a ser una NN acá, a la vuelta, sí.
"Londres es una ciudad cara, pero para eso hemos ahorrado tres años. Nos vamos a gastar todos nuestros ahorros y a la vuelta no vamos a tener ni uno, pero va a ser plata bien gastada. No solo queremos vivir en Londres. Queremos otro tipo de vida".
El premio máximo
Tras tomar la decisión, los Sagredo Pérez se pusieron a ordenar sus platas: vendieron su casa en Cachagua, pagaron deudas, se pusieron a ahorrar. Ahora están vendiendo los autos. "Cuando volvamos, chao con comprarnos un auto grande", dice Mónica.
¿Cuánto pesó la crisis de TVN en tu decisión? ¿Era irte antes de que te sacaran?
No. No me sentía amenazada. No tenía ningún temor de que no me fueran a renovar el contrato. Estoy bien evaluada y me siento súper querida en TVN. Pero obvio que la crisis de TVN influye. Soy una TVN camiseteada. Trabajo ahí desde hace 20 años y sufro mucho con lo que está pasando. Estoy todo el día pensando qué tenemos que hacer para volver a subir el rating, preguntándome qué estamos haciendo mal. Además, he visto cómo han echado a tantos amigos. Y veo cómo mis compañeros de prensa luchan y luchan y no pasa nada con el rating. Eso me tiene cansada, adolorida, estresada. Y es un círculo vicioso: no tenemos plata, entonces no podemos hacer cosas diferentes.
¿Qué es no tener plata en televisión?
No podemos viajar a ni una parte. Si tienes un entrevistado increíble en Talca, no puedes ir. No hablo de grandes lujos.
¿Tienes una teoría sobre por qué TVN no sale de su crisis?
No. Estoy completamente perdida, porque hemos teorizado tanto al respecto que no me atrevería a dar una fórmula.
¿Irte del canal es una forma de arrancar de ese problema?
No, para nada. Claro, es un estado de ánimo adverso y es rico darme un recreo de ese sufrimiento, ¿no? Pero mi decisión tiene mucho más que ver con procesos personales y familiares. Tiene más que ver con mi edad, la edad de mi hija. Además, cuando tomas una decisión así, siempre vas a tener que renunciar a algo que te va a doler.
¿Qué tan difícil fue renunciar?
Súper difícil. Dejar el noticiario central me costó mucho más de lo que pensaba. Irme a Londres es increíble, pero tiene un costo súper grande: dejé el cargo y dejé el sueldo. Vuelvo en un año, porque tengo un acuerdo con el canal, pero no tengo un cargo asegurado. Cuesta mucho dejar el puesto que se supone que es el gran trofeo de la televisión: el noticiario central. Me da dolor de guata, me da inseguridad pensar qué va a ser de mi vida. Uno se atrapa en los miedos y no se acuerda de sus capacidades. Y yo sé que a la vuelta voy a trabajar. A lo mejor no trabajo más en la tele, pero no importa. Tengo dos manos, soy periodista, sé trabajar. No soy solo una persona a quien le ponen un papel y lo lee. Soy inteligente, inquieta, propositiva.
¿Estás viviendo un duelo?
Sí, porque se supone –se supone– que en la carrera de una conductora de noticias el gran premio máximo es ser la mujer ancla del noticiario central y yo lo logré. Como soy competitiva, era lo que tenía que alcanzar, pero no me entretiene mucho.
¿Te empezaste a aburrir?
Es que es un poquito monótono (sonríe). Es que no quiero decir ninguna de estas cosas porque después la Consuelo (Saavedra) se enoja, Matías (Del Río) se enoja. A ver. ¿Qué hago? ¿Cómo lo digo? Mira, una vez un jefe me dijo que el central era una jaula de oro. El premio máximo, pero una jaula. No lo entendía, pero lo es. Me siento y leo. Los conductores no tenemos ninguna influencia sobre el producto que leemos. Eso frustra.
¿Dabas la pelea?
Sí, y es una lata.
¿Echas de menos ser reportera?
Sí, mucho. Me gustan mucho más las coberturas internacionales o de cualquier tipo pero en terreno.
Te vas a Londres, con todos los atentados.
Sí. Todo el mundo me dice "Mónica, ¿no te da miedo irte a Londres?". Y yo digo no. Me he visto diciendo, qué mala suerte. Está pasando todo ahora y yo estoy acá.
"(A la vuelta de Londres) quiero ser más fiel a mí misma, hacer las cosas que en verdad me gusta hacer, aunque no tenga la misma relevancia, ni el mismo sueldo, ni el mismo exitismo".
Una periodista, no una modelo
Siendo mujer ancla, ¿viviste la tiranía de la imagen?
Mira, yo creo que peleé más conmigo misma que con el canal (dice mientras mastica feliz su pan de chocolate). El canal tampoco me dijo nunca estás gorda, estás flaca, estás aquí, estás allá. Sí criticaban mucho mi vestuario. No les gustaba cómo me vestía. Toda esa parte la enfrenté teniendo varias asesoras de vestuario. Una me dejó la escoba. Al final dije "voy a ser yo". Soy periodista, no una modelo. Entonces decidí que no me iba a comprar tanta ropa y que me iba a vestir como periodista: con una blusa y un pantalón o un vestido. Y chao. No uso casi accesorios. Mi peinado es siempre igual. No busco llamar la atención. Busco pasar colada con un traje profesional y elegante. Y me repito las tenidas, ¿qué pecado hay? Antes era como "ohhhh, te pusiste el mismo vestido que el mes pasado". Y yo decía "So what?".
¿Cómo proyectas tu nueva vida a la vuelta del viaje?
Quiero ser más fiel a mí misma, hacer las cosas que en verdad me gusta hacer, aunque no tenga la misma relevancia, ni el mismo sueldo, ni el mismo exitismo.
¿No has sido fiel a ti misma hasta ahora?
Siempre he sido muy de preguntar "¿qué hay que hacer?" y lo hago. Me dijeron ahora tienes que leer noticias y yo dije "ya". Ahora quiero hacer lo que yo quiera hacer. Y me cuesta saber qué quiero hacer. Voy a Londres un poco a eso.
¿Qué tanto te ha marcado la exposición que trae la televisión?
He luchado siempre para que no me marque, pero obviamente te marca. Me siento querida por la gente. En la calle no me piden fotos ni autógrafos aunque, si voy a un matrimonio, me tengo que sacar fotos con todos los mozos y las niñas que atienden.
¿Y eso te gusta?
Sí, me encanta.
¿Tienes miedo a perder eso?
No. No creerme tanto el cuento me sale bastante natural.
Pero creerse el cuento sirve, ¿qué tanto te jugó en contra a la hora de negociar tu sueldo?
Al principio me metían el dedo en la boca. Siempre me pagaron menos que a mi compañero hombre. Hasta que me avivé. La primera que dio el golpe fue la Consuelo (Saavedra) que dijo: "¿Por qué a las mujeres les pagan menos? Si yo leo el central, me tienen que pagar el mismo sueldo que al hombre que lo lee conmigo". Entonces, cuando llegué al central, pedí lo mismo.