Mujer invisible: La exclusión de las tareas de cuidado en la manera de diseñar la movilidad en las ciudades

movilidad y género paula



En 2011 las autoridades de la ciudad de Karlskoga, en Suecia, decidieron revisar todas sus políticas públicas para dotarlas de un sello de equidad de género. En el proceso, una persona comentó, en tono de broma, que al menos la política de despeje de nieve en las calles no podía tener un sesgo de género, lo que llevó a que alguien se preguntara: ¿Es posible que la política de limpieza de nieve tenga efectivamente un sesgo de género? Por aquel entonces dicha política seguía el mismo lineamiento que en el resto del país, es decir, luego de una nevazón, se limpiaban primero las grandes avenidas, luego las calles secundarias y finalmente las veredas y ciclovías.

Esta historia –que es parte del libro Invisible Women de Caroline Criado-Pérez–, demuestra que lo que nadie había analizado en esa ciudad, es que el orden en que se limpiaba la nieve, afectaba a hombres y mujeres de manera distinta, porque no se desplazan de la misma forma por las ciudades. Si bien no existen datos desagregados por sexo para cada país, los que existen muestran claramente que las mujeres son las que más caminan o utilizan el transporte público. En Francia por ejemplo, dos tercios de los pasajeros del transporte público son mujeres, algo que también se repite en Filadelfia y Chicago en Estados Unidos, donde las mujeres constituyen el 64 y 62% de quienes utilizan el transporte público respectivamente.

En Chile, según datos de la Encuesta Origen Destino (EOD, 2014), un 52,5% de las personas que utilizan el transporte público son mujeres, y esa cifra aumenta a 62,4% cuando el traslado es caminando. Alrededor del mundo y de manera consistente, son los hombres los que predominantemente conducen un automóvil –en Chile y según la misma encuesta representan un 58,9% de quienes usan transporte privado– y si en una casa hay un automóvil, es más probable que sea un hombre el que lo utilice, incluso en un país tan progresista como Suecia.

Por otro lado, los patrones de viajes diarios también son distintos. Comúnmente cuando un hombre usa el auto, es para hacer un viaje de ida y vuelta al trabajo, mientras que las mujeres tienen patrones de viajes más complejos, que incluyen dejar niños en el colegio, acompañar a adultos mayores al médico, hacer compras de víveres y otros viajes encadenados entre ellos, muchos de los cuales ocurren caminando por la vereda, las que en el ejemplo de Suecia, tenían la menor prioridad para sacar la nieve. Y como podrán imaginar, es más fácil manejar un auto con unos centímetros de nieve en la calle, que intentar caminar por una vereda empujando un coche, con esa misma cantidad de nieve.

Como cambiar el orden de limpieza en las calles no tenía en la práctica ningún costo económico, las autoridades de la ciudad de Karlskoga no vieron ninguna razón de peso para no hacer el cambio, ya que preveían que limpiar primero las veredas y ciclovías, no tendría ningún impacto en su economía. Pero se equivocaron, porque de manera inesperada, la medida produjo un ahorro de dinero y esto porque la mayor parte de los accidentes que ocurrían durante el invierno afectaban a las personas que se desplazaban por las veredas y ciclovías. Se trataba usualmente de caídas por caminar en superficies congeladas y que mayoritariamente afectaban a las mujeres. El costo económico de esos accidentes era el doble de lo que costaba el plan de limpieza de nieve.

La política original de limpieza de nieve en Karlskoga no fue diseñada de manera deliberada para beneficiar a los hombres a expensas de las mujeres. Como en muchas ocasiones, resultó sencillamente de una brecha de datos relacionada con el género, una brecha de perspectiva que afectó a quienes originalmente planearon la estrategia de limpieza de nieve. Esas personas, muy probablemente hombres, pensaron en cómo ellos viajan y diseñaron el programa de acuerdo a sus necesidades. Y este es un ejemplo de muchos. En nuestro país, con el objetivo de reducir la evasión del pago en el Transantiago, poco tiempo después de su inauguración, instalaron torniquetes en la entrada de los buses que se activan al pasar la tarjeta Bip!. Y aunque con esta medida lograron disminuir en algunos puntos porcentuales la evasión, generaron otra complicación: ¿cómo pasa por uno de estos torniquetes una mujer embarazada, una mujer con un coche, con las bolsas de las compras o una persona con movilidad reducida? Probablemente es algo que no pensaron, hasta que ya estuvieron instalados.

Según Daniela Rubio, antropóloga, especialista en movilidad y doctorante del programa Territorio, Espacio y Sociedad de la Universidad de Chile, esto es un problema de género porque un 65,5% de los viajes cuyos propósitos son de actividades de cuidados son realizados por mujeres. “El feminismo, al cuestionar la invisibilidad que ha tenido la esfera familiar en los estudios y políticas, frente a la esfera mercantil y esfera pública, que hasta ahora han concentrado todos los análisis, abre el debate sobre dónde han estado hasta ahora nuestros objetivos como sociedad y cómo se han desarrollado nuestros campos de conocimiento. Si bien tiene distintas corrientes, en lo que todas coinciden es en cuestionar la visión androcéntrica presente en los distintos ámbitos de la ciencia, evidenciando que el conocimiento generado hasta ahora es parcial y está situado en una perspectiva masculina del mundo”, explica.

Agrega que en el ámbito de la ciudad, urbanistas y geógrafas han visibilizado la necesidad de reconocer que estas dinámicas de cuidado tienen una expresión espacial que debe ser abordada, ya que si bien se consideran labores “domésticas”, su realización no se limita al terreno del hogar, sino que se expresa también en el espacio público en el que se requiere trasladar a niños y personas mayores, realizar compras, asistir a centros de salud, etc. Y en ese sentido Daniela dice –tratando de homologar el ejemplo de la nieve– “que si el transporte se abordara desde una perspectiva de género, no se priorizaría dentro del presupuesto la construcción de grandes autopistas, sino que la mejora en el transporte público o en las calles y veredas”.

La primera en acuñar el término Movilidad del Cuidado fue la española Inés Sánchez de Madariaga quien planteó la necesidad de identificar los viajes diarios relacionados con las actividades cotidianas del cuidado. En su trabajo, cuestionó los sesgos de género y omisiones que tenían los datos utilizados para la planificación de transportes en España. Pero –aclara Daniela– hay que ser cuidadosas al asociar cuidados y mujer. “Ahora hay un vínculo potente que no tendría porqué ser para siempre. “Hoy cuando hablamos de cuidados necesariamente hablamos de mujeres, son ellas las cuidadoras principales. Pero lo ideal sería pensar en infraestructuras que beneficien las tareas de cuidado y no a la mujer, pensando que en algún momento estas tareas dejen de estar feminizadas”, dice. Y concluye: “No deberíamos esperar que estas tareas las hagan los hombres para empezar a valorarlas y hacernos cargo de sus problemáticas”.

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