Pese al cambio en las prioridades y estilos de vida que se ha experimentado en las últimas décadas, un porcentaje alto de las mujeres que tienen más de 30 años aun siente una presión latente por tener que ser madres. Un 88% de ellas, de hecho, expresó sentirse así. De ese mismo grupo etario, un 77% comparte la sensación de sentirse cuestionadas por no estar casadas después de una cierta edad.
A eso se le suma que un 96% de las encuestadas dijo vivir una presión por tener que equilibrar, y cumplir de manera eficaz, todos los roles asignados y esperados de ellas; específicamente ser buenas madres, buenas trabajadoras, buenas parejas y amigas. Una suerte de malabarismo, muy propio de la experiencia de feminidades, del que mucho se ha hablado pero que persiste. Según se expone en el estudio, esa exigencia y presión por cumplir de manera eficaz todos los roles, las hace sentir obligadas a tener que mantener el control constante de los distintos aspectos de sus vidas, para así cumplir con las expectativas de los demás. Un no poder soltar, podríamos decir, pero a falta de alternativa. Una sensación, por lo demás, transversal a las edades.
No por nada un 86% de las encuestadas percibe que a las mujeres se les exige mucho más que a sus pares hombres y un 82% siente que no le alcanza el tiempo para poder desarrollar todo lo que tienen que hacer. Datos que solo se refuerzan con otra afirmación: un 58% dice vivir con culpa. “Las mujeres vivimos eternamente con culpa”, según cuentan en el informe del estudio, es la expresión que eligieron.
Estas observaciones no son nuevas, y más allá de que estén expuestas en un estudio cuyo fin es el de tener una lectura profunda de las mujeres en cuanto a su función de audiencia y consumidoras, se trata de sensaciones constitutivas de la experiencia de mujeres en sistemas neoliberales.
Así lo propone Javiera Menchaca, socióloga y máster en Género, Sociedad y Representación, quien dice que, si bien esas presiones persisten, y así lo demuestran las cifras y las experiencias de cada cual, es interesante considerar que también han cambiado las prioridades y en muy poco tiempo. Si en los 70 la edad promedio para tener hijos era a los 22, la Encuesta de Corresponsabilidad realizada en el 2019 por INJUV arroja que los jóvenes de hoy esperan tener su primer hijo a los 29, no antes.
Y eso, como explica Javiera, tiene que ver con un aumento en el nivel educativo –así como un aumento en el acceso a la educación superior, lo que hace que muchos opten por desarrollar sus carreras y su vida profesional antes de pensar en tener hijos–, mayor acceso a métodos anticonceptivos y mayor información de cómo usarlos. “Considerando eso, sí se ve un cambio en las prioridades y en los formatos de vida. Pero claro, esas presiones y expectativas siguen estando, quizás de manera más solapada o cautelosa, y por ende las mujeres las seguimos percibiendo”, reflexiona la especialista.
Y eso tiene que ver con el momento que estamos atravesando. “Los cambios sociales son largos, y ahora estamos en ese punto en el que coexisten las tradiciones y los paradigmas antiguos con las visiones más progresistas”, dice Javiera. “Eso es complejo porque cohabitan las ideas de ser mamá con las de desarrollarse profesionalmente, tener independencia económica, desarrollar carrera e intereses personales. Es un momento en el que se buscan ambas cosas, y eso lleva a retrasar la maternidad por un lado, pero también a desearla o no dejar de percibirla como algo necesario para tener una vida satisfactoria y realizada”. Eso, en definitiva, revela que esa presión percibida está –más de un 90% declaró sentirla– pero a su vez es cada vez menor el juicio hacia quienes no cumplen con esa expectativa.
La responsabilidad individual
¿Qué pasa entonces, que incluso cuando le damos cabida a otros modelos y filosofías de vida, igual a una edad se hacen más notorias y agobiantes las presiones basadas en expectativas externas? ¿Qué hace que, aun cuando hemos desglosado, estudiado, cuestionado y problematizado con mirada crítica estos temas, aun sentimos que tenemos que lograr ese famoso malabarismo y lograrlo todo? ¿Qué hace que persista la necesidad por cumplir todos los roles a la cabalidad, el de ser buenas trabajadoras, hijas, madres, amigas y compañeras? O hacer todo a la vez, tener tiempo, además de sentirnos bien haciéndolo.
“Todo apunta –en sociedades neoliberales que priorizan la híper productividad y el éxito individual– a que los individuos sean lo que logran todo, de manera personalizada. Se apela a una responsabilidad individual, personal; es responsabilidad de cada uno poder lograr el equilibrio perfecto entre todas las tareas. Trabajar, tener una vida sana, ser exitosos, padres perfectos, criar bien. Todas expectativas sociales de comportamiento basadas en ideales neoliberales que llevan a que las personas vean en esas exigencias y en el poder lograrlas, un valor”, profundiza Javiera.
“Además, esta misma ideología hace que si no lo logramos, sentimos que es nuestra responsabilidad y nuestra culpa. Todo es individualizado, nos llevamos la carga de una y de otra, por lograrlo y por no lograrlo. Resulta entonces que nos sentimos constantemente insuficientes y así lo reflejan los datos. Si no nos da el tiempo, es porque no somos lo suficientemente organizadas”.
Cuando la realidad de las cosas es que, de por sí, ya vivimos en situaciones en las que se trabaja la mayor parte del día, hay obligaciones en casa y obligaciones con los demás, incluidas las amistades y la vida social. “Además de las exigencias de autocuidado, que no es que estén mal, pero cuando no las logramos, lo vivimos como una carga más. Eso es parte de esta ideología en la que nos desenvolvemos. Si a eso le sumamos la carga de los roles de género, en una sociedad con división sexual del trabajo, en la que las mujeres tienen más responsabilidades de cuidado y a veces triples jornadas, es innegable la culpa que se siente por no lograr todo y de la manera que se espera”, explica Javiera.
Tiene sentido, por lo mismo, que predomine esa sensación y que tantas mujeres la describan. “Lo interesante sería plantearse el cómo mirar estas responsabilidades desde una acción más colectiva y sacarlas de la responsabilidad individual. Que el desempeño y desarrollo no dependa de cada uno, solo, en casa, ni de la capacidad de administrar bien o no nuestro tiempo. Sería interesante pensar una vida de calidad para todos, todos logrando en colectivo nuestros propósitos”.