“Son esos momentos cuando tú dices, ´es un punto de inflexión, hago algo o no hago nada´, porque finalmente no era mi directa responsabilidad, pero al ver comunidades con tanta tradición y cultura en un estado también de abandono, pensé que puedo ayudar de alguna manera”, relata Magdalena Pereira, presidenta de la Fundación Altiplano, que se encarga de la conservación patrimonial de Arica.

Nacida y criada en Santiago, estudió Historia sin saber que encontraría su pasión a más de 2.000 km de su casa. En 1996 tuvo la oportunidad de conocer los pueblos al interior de Arica y al llegar a un lugar abandonado, se sorprendió con el patrimonio del norte, su importancia y el estado de deterioro en que estaba.

Se percató de la necesidad que había de restaurar una iglesia, ya que, según sus palabras, “es y era el corazón de su cultura, sus tradiciones, sus rituales” y la comunidad no tenía las facilidades para conseguir recursos.

“Aunque no fuera experta en ese momento, si podía buscar ayuda, contactar expertos, especialistas”, y así fue como en tan sólo en su segundo año de la universidad, decidió crear la Fundación Altiplano junto a un grupo de jóvenes.

Una joya en descubrimiento

A los 19 años, una edad llena de romanticismo e ideales, Magdalena sentía que de alguna forma podía “cambiar el mundo” de los habitantes del norte del país. Desde 1996, viajó a Arica durante todas sus vacaciones de verano e invierno a hacer inventarios, colaborar y conocer a la gente de la ciudad.

Teniendo suficiente experiencia con el patrimonio de la zona norteña, comenzó a trabajar con el sacerdote Gabriel Guarda en la Comisión de los Bienes Culturales de la Iglesia y posteriormente postuló a un proyecto de la Fundación Andes; la capacitaron en el Centro de Documentación Nacional y terminó algunos inventarios en las iglesias del norte.

Pero, un suceso marcó un antes y después en su carrera profesional. En 2002 la convocaron para ir a la National Gallery en Washington y hacer una pasantía en el Departamento de Esculturas y Artes Decorativas. Fue seleccionada junto a otra historiadora y estuvo en Estados Unidos desde mayo a octubre de ese año. “Fue una experiencia muy importante para tener más perspectiva y dimensionar lo que se podía hacer con ese trabajo y sobre todo conocer Nuevo México”, cuenta Magdalena.

Conociendo sus iglesias rurales, el cuidado que le daban las comunidades indígenas y la intervención del Estado, se convenció de que tenía que hacer un cambio en Chile. “Allí, aunque hubiese una pequeña expresión de arquitectura, se trataba como si fuera una joya, porque esas comunidades la habían mantenido durante cientos de años, entonces ya no era algo que tuviera que ver con grandes expresiones arquitectónicas, sino con tecnologías constructivas. Ese cariño, ese respeto, esa tradición, son las que no hay que dejar que se pierdan. Más que convencerme de hacer un doctorado en Estados Unidos, me convencí de lo que tenía que hacer acá”, asegura.

Dejando atrás la visión de lo que ya “está perdido”, decidió enfocarse en Arica y ayudar a la gente que estaba golpeada culturalmente. De esa forma Magdalena Pereira confiesa que “la restauración de sus iglesias y su patrimonio era como dignificar, era de alguna manera que volvieran a tener esa fuerza, que sintieran lo importante que siempre han sido y lo importante que se mantenga su lengua, su cultura, sus tradiciones. Ese es el sentido profundo, el impacto que puede tener en la gente y el beneficio social”.

Apareciendo nuevos tesoros

Hasta el momento, la Fundación Altiplano ha restaurado 16 iglesias y, a propósito de esta acción, el Gobierno Regional se empezó a entusiasmar con las viviendas. Pasaron a recuperar fachadas, muros laterales y techos, llegando a intervenir más de 100 casas.

“Ahí lo lindo fue que en estos pueblos que pensábamos que eran blancos, empezaron a aparecer los colores, los pigmentos originales. Finalmente, las casas eran ocre, verde, naranjo rojizo. Es bonito, porque la gente se empieza a recordar también de otras épocas”, relata.

Para Magdalena es impresionante la emoción y satisfacción de las personas del norte cuando ven sus casas y patrimonio como nuevos: “Cuando uno ve que se restauró la iglesia y poco tiempo después ya se celebra un matrimonio, porque uno de los dirigentes del pueblo anhelaba que su hija se casara en ese lugar, es maravilloso. Qué más bonito que celebrar la boda de tu hija y que esté todo perfecto y así como ellos se acordaban cuando eran pequeños”.

Además, la Fundación Altiplano ha podido constatar que en la última década más personas se han acercado al norte de Chile. Están habitando nuevas piezas, “entonces eso ya es un índice de que ha valido la pena, que se están reutilizando y habitando los espacios”.

Una gran red de apoyo y reconocimiento

Actualmente Magdalena es investigadora de la Universidad Adolfo Ibáñez, sigue siendo parte del directorio de Altiplano y fue gracias a su inspiradora historia, que ganó el Premio Mujer Impacta en 2021.

Desde ese año la Fundación Altiplano ha tenido una mayor visibilidad “porque normalmente el patrimonio es un área pequeña y ahora ha tenido otros canales de difusión, abriendo nuevas posibilidades y caminos”, expresa.

Pasó a ser parte de “una comunidad de mujeres en la cual están todas en la misma, tratando de ayudar y buscar financiamiento”. De eso se trata la Red Mujer Impacta, de unir a emprendedoras sociales que han proporcionado beneficios a su comunidad y resuelto problemas a través de soluciones innovadoras.

Magdalena Pereira se encuentra en un gran momento de su vida, donde comparte con otras mujeres que se han dedicado a diferentes causas. Asimismo, enseña e investiga sobre lo que más le apasiona, las iglesias de Arica.

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