Diana Choque (28) teje desde que tiene memoria. Tal como le enseñó su abuela, utiliza telares artesanales de dos y cuatro pedales para crear diseños en lanas de alpaca. Esta actividad, característica de su pueblo aymara, no solo ha sido una forma de ganarse la vida en la comuna de Huara, en el Norte Grande, sino también de preservar una cultura que sus a ojos se ha ido perdiendo con los años.
En 2017 Choque creó su agrupación, Tabajo Sawuri, que en aymara quiere decir tejedora joven, con la intención de que sus creaciones tuvieran un nuevo alcance. Tuvo un doble acierto: formalizó un emprendimiento que ahora ayuda a generar ingresos a los productores de lana de alpaca de la zona del altiplano y además, le dio trabajo a mujeres indígenas del sector que generalmente no cuentan con mucho apoyo para salir a trabajar fuera de casa.
Estas mujeres trabajan en un circuito de comercio justo y obtienen los productos de la misma zona donde habitan. Tiñen las lanas con hierbas naturales y se inspiran en los colores de la naturaleza que las rodea. Según Diana, están enfocadas en capacitarse, aprender y concursar por fondos para ampliar su negocio. Recientemente, Tabajo Sawuri ganó el campeonato nacional de emprendimiento “Nada Nos Detiene”, organizado por la corporación G100. Ha sido uno de los apoyos que ha recibido para vender con más alcance, digitalizar su empresa y abarcar más mercados. También para crecer sin perder el foco en sus bases, donde la red de apoyo entre mujeres y la preservación de la cultura sigue siendo lo más importante.
¿Cómo inició Tabajo Sawuri?
Desde la necesidad de trabajar, porque soy mamá de tres niños. En ningún trabajo formal me permitían poder pedir permiso en el caso de que se enfermara mi hijo, no había esa facilidad. Yo aprendí a tejer desde niña y dije, ¿qué voy a hacer? Tengo que sacar a mis hijos adelante. En la pandemia mi trabajo estuvo detenido, pero igual seguí vendiendo, aunque en menos cantidades. Yo esperaba empezar a trabajar full, pero no fue así. Seguí persistiendo. La artesanía me ha ayudado harto a sacar a mis hijos adelante, a seguir capacitándome. A perfeccionarme en mi área. Esa ha sido mi mayor motivación. Mi emprendimiento depende de mí. No es un tejido que sea industrial. Se hace con las manos. Es la lana de alpaca, mi máquina, el telar y yo. Gracias a eso he podido ayudar en mi comuna, en Huara, donde con mi agrupación trabajamos y nos perfeccionamos juntas.
¿Qué impacto ha tenido en tu zona?
La cultura aymara se ha ido perdiendo porque los jóvenes están migrando a las ciudades. Por eso estamos tratando de rescatar eso que es parte de nuestras raíces. Todas las mujeres aymaras tejemos. Cuando somos pequeñas nos enseñan a ser artesanas, agricultoras y ganaderas.
¿Y en las mujeres?
Ha sido muy positivo porque no solo están difundiendo su cultura, para las mujeres es una fuente de trabajo y de ingresos. También de empoderamiento porque nosotras nos dedicamos principalmente a la crianza de nuestros hijos, pero ahora estamos estudiando, capacitándonos y trabajando con todas las herramientas que necesita nuestro emprendimiento. Y eso ha logrado inspirar y motivar a otras mujeres.
¿Es difícil el empoderamiento laboral dentro de la cultura aymara?
Si, a veces es difícil, pero no imposible. En el siglo que vivimos ahora ya todos están trabajando y capacitándose. Antes teníamos que buscar una contadora para nuestro emprendimiento, o una persona que nos vendiera los tejidos. Ahora lo hacemos nosotras porque estamos estudiando, tratando de progresar. Depende de cada uno poder desarrollarse. A veces una misma se pone esos impedimentos. Como mamá siempre pienso en mis hijos primero y luego en realizarme. Pero con un poco de apoyo pude desarrollarme y aprender.
¿Qué es lo más importante dentro de una agrupación?
La confianza es importante, poder trabajar en equipo. A nosotras no nos cuesta mucho eso porque nos enseñan desde niñas. Somos personas bien organizadas. Si unas trabajan en la agricultura otras cocinan, las otras están en la chacra. Lo hacemos en equipo. Es la idea de poder trabajar y que las cosas salgan más rápido.
¿Qué tan importante han sido las mentorías y la red de apoyo?
Muy importante porque hay cosas que uno no sabe. Los temas tecnológicos cuestan y antes de la pandemia no era tan importante. Después, tuvimos que nosotras mismas inculcarles a los niños poder conectarse todos los días para asistir al colegio, tuvimos que aprender a usar Zoom. Las cosas que aprendimos ya quedaron en nuestro día a día. Abrimos los ojos de que se puede vender por Internet. Era algo que se veía bien lejano, pero ya no. Me he ido capacitando y he tenido harto apoyo de distintas agrupaciones. Mi equipo de trabajo cuenta con mi mama y mis hermanas, mi familia completa en general. Esto ha sido un apoyo. Cuando tenía que viajar a Santiago o a ferias en Iquique, mi mamá me ayudaba a organizarme, a cuidarme a los niños. Yo viajo con todos los productos de mi grupo. Nuestro equipo de apoyo es también nuestro equipo de trabajo.
¿Cuál es tu próxima meta?
Me gustaría tener una tienda en la comuna de Huara para que el público nacional venga a ver los productos. Nuestra cultura no es solo de nosotros, es de todos. Cada pieza es única, puedo hacer diez chales pero todos son distintos. Además no contaminamos en el proceso, trabajo con hierbas vegetales altiplánicas para teñirlas. La naturaleza es hermosa, es hermoso el norte.