Paula 1229. Sábado 1 de julio de 2017.

¿Qué te llamó la atención al tener que alimentar a tu hija?

A los 4 meses empecé a ver que con tal de frotarse las encías se llevaba cualquier cosa a la boca. Cuando la vi chupando la correa del perro, dije: "ok, entre eso y un hinojo, el hinojo". Entonces me di cuenta de que si bien hay juguetes para estimular el oído, la vista o el tacto, no hay nada para estimular el olfato y el gusto, que van a hacer que un niño coma bien cuando sea grande. Porque si tenés esos dos sentidos desarrollados, vas a tener una curiosidad por probar cosas. Entonces empecé a hacer eso con ella.

¿Cómo lo hacías?

Cuando estaba en la cocina con ella, pasaba el dedo por el jengibre crudo y se lo hacía probar. Yo también lo probaba para que agarrara confianza y fuera un juego. No se lo daba de comer, obviamente, porque la beba tenía 4 meses, pero sí la hacía probar para que se relacionara con los sabores. También la hice oler curry, pickle, vinagre, vainilla, quesos. Y la hice probar ajo, cebolla, limón: todo con el dedo, tocando la lengua y los labios; ella ponía cara de blaa y nos reíamos juntas. Entonces era divertido. Y cada cosa era una sorpresa nueva.

Dices que los niños no rechazan un sabor en sí mismo, sino que la experiencia. Háblame de eso.

Defiendo que los niños jueguen con la comida si quieren jugar con ella, porque si para vos, cuando sos grande, la comida es un placer, ¿por qué no lo va a ser para un niño? La hora de la comida con los niños hay que llevarla a un plano amable, con menos presión, para que sea divertida y relajada y no sinónimo de una tensión que se repite tres veces al día.

¿Qué se te hizo difícil con tu hija?

Entender que porque un día no quería comer algo o porque en ese momento no le gustaba no era sinónimo de que fuera mañosa. Cuando era bebita hubo un momento donde no quería comer zapallo. Nunca asumí que no le gustaba el zapallo, sino que en ese momento no quería. Mi postura fue asumir: "ahora no le gusta, después le va a gustar". Y así fue. Hay que acordarse que cuando uno era chico no te gustaba la cerveza. Pero sí te gustó de grande (se ríe).

En tu libro Ñam Ñam defiendes que las madres amamanten hasta los 6 meses, pero tu argumento es que la leche materna es una aliada para que los niños no sean mañosos en el futuro.

Sí, y es es porque la teta no tiene siempre el mismo sabor. Lo que vos comas altera el sabor de la leche. Pero cuando le das fórmula, el sabor es siempre el mismo. Entonces amamantando vas preparando al bebé para que entienda que la comida no es siempre igual: le vas enseñando que comer no es una cosa repetitiva. Hoy el sabor es salado, mañana es más dulce, pasado pica un poco y después tiene un tono amargo.

¿Qué malas costumbres has detectado que tienen los adultos a la hora de enseñarle a un niño qué comer?

Primero, premiar o castigar con comida. "Si no te comes todo, no te levantas". Hay que premiarlo con un paseo, con tiempo tuyo. Pero no con la comida. Otra cosa es demonizar cierta comida frente a ellos. Si le dices "eso no, porque está prohibido", se vuelve objeto de deseo.

Te demoraste 5 años en hacer este libro. ¿Por qué?

Sí. Me demoré porque, aunque pasaba el tiempo, sentía que no estaba hecho el trabajo. Leia comía de todo, pero siempre lo que yo elegía para ella. Hoy ella es quien elige. La otra vez fuimos a comer juntas a un lugar de comida de Medio Oriente, donde te llevan a la mesa muchos platitos. Cuando vi lo que eligió, me reí. Su plato tenía remolacha y coliflor, pepino, una falafel, 4 papas fritas. No tenía pan. Cuando te das cuenta de que tu hijo elige por sí solo lo que está bueno, el trabajo está terminado.