Niños y el miedo a dormir solos

sicóloga



Una de las sensaciones que aparece más comúnmente en los niños y niñas es el miedo. Y aunque se manifiesta de diversas maneras y por distintas causas, hay uno muy recurrente: el miedo que aparece cuando se van a acostar.

Es inevitable que el miedo se manifieste y se reactive con mayor intensidad en algunas etapas del ciclo vital. Y que lo haga no es algo negativo, porque el miedo permite que a medida que vamos creciendo, vayamos desarrollando con él la capacidad para ir evaluando situaciones que pueden ser riesgosas y así podamos irnos adaptando al contexto y al medio en que nos desenvolvemos. Tener miedo es tener conciencia de los riesgos a los que nos podemos ver enfrentados. Si el niño o niña asocia que cruzar la calle solo y sin mirar puede significarle un daño, tendrá cuidado y aprenderá a protegerse.

¿Dónde está el problema entonces? Cuando pasa a ser un motivo de stress que gatilla sensaciones tan intensas, que pueden volverse perjudiciales para un crecimiento sano, al punto de frenar el desarrollo psicológico y convertirse, por ejemplo, en conductas evitativas, fobias o crisis de pánicos, entre otras.

Teniendo niños y niñas que evitan situaciones de manera poco adaptativas por miedo a lo que pueda suceder, y por ende apareciendo mucha ansiedad cuando se enfrentan a ellas, es importante intervenir. Y aunque no todas terminarán en patologías psicológicas, es importante analizarlas y generar un plan de acción para ir aplacándolas.

A partir de los dos años los niños y niñas comienzan a tomar conciencia de sí mismos/as, de los otros y de su medio ambiente. A darse cuenta de su exterior y poder comenzar a crear ideas de su entorno. Ideas favorables pero también desfavorables. Y es ahí donde los adultos tenemos mucha incidencia al ser quienes les traspasamos, en primera instancia, un significado del mundo exterior. Según sus percepciones, ideas y fantasías, es como también se irán aproximando e integrando al mundo exterior.

Aunque hay niños y niñas que pueden tener una historia de mal dormir por diversos factores, en esta oportunidad nos detendremos en aquellos en quienes el miedo aparece cuando se aproxima esta hora. Y es que puede ser que a partir de los seis hasta y hasta los diez algunos/as comiencen a experimentar desagrado al irse a dormir por tener ciertos pensamientos y fantasías recurrentes que promuevan el miedo. Cosas como que alguien pueda aparecer en la noche, temor a las sombras o asociar algún personaje de serie o de cuento a un elemento desagradable, lo que les impide conciliar el sueño, tener pesadillas y/o despertar durante noche. Aquí, es muy importante evaluar a qué tipo de programas y cuentos han estado expuestos nuestros hijos e hijas, así como también si han visto o escuchado sobre situaciones o noticias que los llevan a crear fantasías mayores que perjudican su tranquilidad. Además, hay que estar atentos a conversaciones o intercambios de personajes (como por ejemplo MOMO), que entre los mismos compañeros/as puedan presentarse y que generan miedo al dormir. Así, uno como papá o mamá podrá conversar con ellos al respecto.

Esta situación no siempre estará justificada por elementos exteriores que pueden estar afectando, ya que la capacidad del niño o niña para poder ir identificando, reconociendo y gestionando su miedo estará impactada por su madurez evolutiva y por las estrategias que desarrollemos para canalizar de manera más adaptativa este sentir.

El mundo del niño se crea en gran parte por su capacidad de fantasía, es en la niñez donde toma gran relevancia aportando a la creatividad y espontaneidad tan clásica de la edad. Por esta misma razón, debemos entender que cuando aparece una fantasía que alimenta el miedo, es una idea muy irracional, que a su temprana edad le es difícil racionalizar y controlar. Nosotros mismos, siendo adultos, hemos experimentados el sentimiento del miedo de manera irracional frente a elementos externos como reacciones a un sismo o terremoto o cuando nos pueden haber asustado de manera sorpresiva como broma. Miedo a un ruido si estamos solos en casa, a caminar en la noche o a que alguien venga cerca de nuestro. Por lo tanto, es importante empatizar con este sentimiento que puede ser muy intenso y desagradable, sobre todo si eres pequeño.

Cuando tenemos un hijo o hija que comienza a experimentar miedo al irse a dormir, puede ser bastante desgastante para la dinámica familiar, lo que comienza con mucha comprensión puede terminar en retos o amenazas. Es importante tener presente que el progreso no será lineal y habrán días que el menor logre desarrollar estrategias que le permitan irse a acostar de manera tranquila y canalizar su miedo, y otras noches en que sintamos que se ha retrocedido todo lo avanzado. Por esto mismo es muy importante -pero también muy difícil-, poder mantenerse tranquilo y que nuestras estrategias sean consistentes y sistemáticas en el tiempo. Si un día somos pacientes y lo acompañamos pero al otro le reclamamos exigiendo que ya es suficiente esta conducta y que no pasa nada, será muy contradictorio y generará más ansiedad y angustia, lo cual no ayudará a su evolución. Por esto, si tenemos la oportunidad de turnarnos y crear un plan ordenado con nuestra pareja, eso ayudará para no estar cansados ya que, si es solo uno quién está a cargo, es casi imposible mantener la calma todas las noches frente a esta hija o hijo que aparece con miedo.

Algunas sugerencias que podemos realizar:

  1. Comprender que en algunos niños y niñas el progreso puede ser lento y requerirá de nuestra paciencia y contención.
  2. No tratar de racionalizar su miedo, sino más bien hablar de sus preocupaciones frente a la experiencia de irse a dormir para así comprender el sentir del menor y poder empatizar con él.
  3. No exponer su miedo o su conducta frente a hermanos, tíos, amigos o familiares. A los niños y niñas les desagrada su propia experiencia de tener susto, por lo tanto siente que al exponer su problemática se les está ridiculizando.
  4. No forzar o obligarlos a que sean valientes, más bien a convivir con el miedo y poder gestionarlo.
  5. Generar estrategias en conjunto con el niño o niña para que así se sienta protagonista en cómo enfrentar esta situación y que le haga sentido.
  6. Las estrategias deben ser sistemáticas y no cambiar según nuestro propio cansancio.
  7. No retarlos, ya que eso solo ayudará a que el miedo se agudice con más ansiedad y angustia.
  8. Recurrir a ayuda de un especialista para encontrar estrategias adecuadas y guía.

Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.