No estoy loca, esto es lo que me pasa
Cuando los diagnósticos de enfermedades pasan a ser parte de nuestros lenguaje cotidiano, sin darnos cuenta, empiezan a ser usados superficialmente y su uso banal puede afectar a quienes efectivamente sí las sufren. ¿Cuáles son las consecuencias de esto y por qué es clave hablar de lo que nos pasa?
¿Te ha ocurrido que ante un cambio de humor has sido tratada de bipolar? O quizás fuiste tú quien trató en broma a alguna amiga de “Toc” simplemente por tener un comportamiento “compulsivo”. No somos del todo conscientes, pero este tipo de situaciones se dan más de lo que creemos y no nos hemos percatado del trasfondo que esconden. Los trastornos mentales se han convertido en parte de las conversaciones cotidianas, muchas veces banalizando su significado, llegando incluso a utilizarse como estrategias de marketing.
Sin ir más lejos, en 2014, la conocida empresa americana de ropa, Urban Outfitters, se enfrentó a una ola de críticas en contra de un polémico diseño en una de sus poleras cubierta con la palabra “depresión”. El hashtag #DepressionIsNotAFashionStatement en contra de la empresa se hizo viral en pocas horas. Un hecho similar ocurrió con la empresa -ahora declarada en quiebra- Forever 21, que lanzó una polera que decía “alta ansiedad”, lo que causó críticas entre especialistas y personas que realmente sufren trastornos de ansiedad y luchan a diario contra la frustración.
Este tipo de situaciones no solamente se ha visto en industrias de la moda. A diario, en las plataformas como Tik Tok, Instagram y Facebook, nos podemos cruzar con algún post que hace referencia a la depresión, ansiedad, o bipolaridad. La presidenta de la fundación Ciencia Impacta, Florencia Álamos, asegura que se tiende a caer en el juego de transformar la patología en una característica o adjetivo, llegando a normalizar la enfermedad y convertirla en algo trivial. “Es peligroso porque le quitan peso a las enfermedades, ya que esto lleva a que de cierta forma las personas que tienen problemas de salud mental no se hagan cargo porque lo relativizan. De la misma forma, uno empatiza de manera distinta con el sufrimiento de la persona porque no se mira de una manera tan seria”, comenta.
“No debiéramos usar términos clínicos para describir las características de personalidad de alguien. Socialmente a las personas tímidas, retraídas o que no les gusta tanto el contacto social, se les dice que son “autistas” con mucha ligereza y lo cierto es que en esos casos estamos usando mal un diagnóstico”, explica la psiquiatra infantil y adolescente, Lily Arriagada, quien agrega que al mismo tiempo esto afecta a las personas autistas y a quienes luchan a diario para que ese diagnóstico no se ocupe en el vocabulario cotidiano como un insulto.
La comunicación como puente
Según cifras de la Sociedad Chilena de Salud Mental, en Chile un 23% de la población tiene un trastorno mental evidenciable y existen estudios que aseguran que un 80% de la población tiene enfermedades mentales que no han sido diagnosticadas.
Tanto la presidenta de la fundación Ciencia Impacta, Florencia Álamos, como la psiquiatra infantil y adolescente, Lily Arriagada, concuerdan que el problema que se esconde detrás de estos números es que en el país no se abren espacios de conversación en relación a las emociones, creando una importante barrera en la forma en que expresamos los sentimientos. “Nadie nos ha enseñado a hablar de esto y no crecemos con una relación a veces sana con nuestras emociones. Lo interesante es que hemos validado tener conversaciones emocionales como algo más valido para las mujeres y menos válido para los hombres y eso lo vuelve aún más complejo”, dice Florencia.
Por eso los términos “histérica” y “loca” no sólo afectan especialmente a las mujeres, sino que el sistema castiga la apertura emocional que lo femenino ha avanzado en expandir. ¿Qué hacer? En la fundación Ciencia Impacta, por ejemplo, se están llevando a cabo campañas que buscan dar respuesta a preguntas o problemas de la vida cotidiana con explicaciones que se encuentran en la neurociencia. Este programa, llamado Cerebro sin Filtro se dirige principalmente a adolescentes y comunica acerca de temáticas sobre el estrés, emociones, drogas, depresión, toma de decisiones, entre otros.
Lily Arriagada asegura que muchos profesionales están trabajando para normalizar el hecho de que existen personas distintos diagnósticos y que por supuesto, estos deben ser consultados profesionalmente y tratados. Lo cierto es que el correcto uso de los términos contribuye a que nadie se sienta estigmatizado. La clave, explica la psiquiatra, es la educación y la comunicación. “Creo que es importante hablar claramente de lo que nos pasa a todos niveles. Así cuando nos toque escuchar, podamos ser empáticos y quizás tener la capacidad entender lo que se nos está diciendo. Con todas sus palabras”.
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