Hace un par de semanas, en esta misma columna, conté por primera vez el largo camino que hice buscando aquello que para la mayoría de las mujeres resulta el acto más natural de su existencia: ser madre. Durante esos once años me preguntaron mil veces por qué continuaba con un proceso tan doloroso y difícil, por qué no desistía. Mi respuesta era simple: "quiero tener hijos", "quiero tener una Micaela y un Sebastián". Pero nunca se me ocurrió pensar que tal vez mi deseo no era puramente instintivo, sino que estaba macerado por una serie de creencias de las cuales creía ser consciente, pero jamás víctima.
Desde muy niña viví en un mundo en que la palabra feminismo era parte de nuestro léxico. Mi madre trabajaba, y no respondía en absoluto al prototipo de madre que ostentaba el resto de mis amigas. Sin embargo, en aquella larga lista de luchas que habían dado las mujeres y que seguían dando, jamás se aludió a la maternidad. Ya no hablo aquí de aborto, sino de algo previo: la decisión de ser madre o no.
En su libro Contra los hijos, Lina Meruane, la connotada escritora chilena residente en NY, pone este tema en el tapete con valentía y honestidad, sin remilgos. Lina Meruane argumenta que la idea de la maternidad como la esencia de ser mujer es una imposición patriarcal. Aun hoy, en el siglo XXI, resulta casi obsceno escuchar a una mujer decir que no le interesa tener hijos. Como puntualiza Lina Meruane, el 'no' se ha transformado en un emblema de la causa femenina. No al acoso, no a los sueldos dispares, no al abuso de poder, no a la cosificación de nuestro cuerpo, pero apenas se ha oído un 'no' a la maternidad. Un 'no' que conlleva en su esencia un 'sí', porque al final estamos hablando de la posibilidad de elegir, 'sí o no', sin estigmas, sin culpas. Como dijo en una entrevista la actriz Hellen Mirren: "Ninguna mujer debería tener que explicar por qué no tiene hijos. Esta sociedad impone un estereotipo de mujer cuya misión en la vida es ser madre. Como si no tener hijos fuera un defecto o un error de una vida incompleta".
Lina Meruane va más allá en su ensayo. La maternidad, una vez consumada, debe seguir teniendo una pátina de perfección. Plantear, como madre, la existencia de problemas, frustraciones, ganas de desaparecer, se lee como falta de amor. La maternidad no tiene fisuras. No puede tenerlas. Porque el sistema completo se viene abajo. Entonces Meruane plantea dos formas en que las madres hemos intentado sobrevivir. Una es renunciar a todo para dedicar nuestra vida a la maternidad y las labores en el hogar. Una tendencia que en el siglo XXI ha retomado ímpetu, especialmente entre aquellas mujeres que aspiran volver a lo natural, como forma -según su parecer- de contrarrestar el capitalismo y su voracidad. Una paradoja, como puntualiza Lina Meruane, porque aquella no es más que una manera de perpetuar la supremacía económica y existencial del hombre sobre la mujer. La otra forma es transformándonos en supermujeres. Exigirnos al límite en todos los flancos, laboral, romántico, sexual y familiar. El resultado es preocupante. El consumo de ansiolíticos y derivados en mujeres ha ido en rápido aumento.
Es evidente que algo aquí no está funcionando. La forma en que se lee la maternidad como parte constitutiva del ser mujer y cómo asumimos este rol son temas que deben ser puestos en el tapete. Contra los hijos ha sido editado recientemente por Random House. Vale la pena leerlo. Seguimos conversando.