El otro día buscando una vieja película de terror en Netflix -que no encontré- me acordé de cuando éramos chicos y con mis amigos arrendábamos VHS en un videoclub de Quintero; el balneario donde nos reuníamos todos los años a pasar las vacaciones de verano e invierno. Ver películas juntos era nuestro panorama ideal cuando llovía y hacía mucho frío para estar de noche en la terraza de alguno de nosotros. Recuerdo que entre todos poníamos una cuota
de plata y bajábamos caminando al pueblo, porque nuestras casas estaban en un cerro, rumbo al videoclub.
Una vez ahí, revisábamos lo que ofrecían todas las secciones: romance, acción, cine arte. Sin embargo, siempre preferíamos las de terror y suspenso o las comedias. En la casa de mi amiga Milena recuerdo haber visto Los chicos del maíz, Flores en el ático, La hora del espanto, House, Fright Night, Cementerio Pal Pito, Pesadilla, Martes 13, Aragnofobia, La mancha voraz y muchas otras.
Como en el programa Maldita Sea -del desaparecido canal Rock&Pop-, veíamos varias veces las escenas que nos hacían reír, nos tapábamos la cara cuando una parte era muy gore y disfrutábamos comiendo mil porquerías. Digo: realmente lo disfrutábamos. Tiempo después quise replicar la idea de juntarnos a ver películas y con mi pareja decidimos hacer un club de cine en nuestro departamento. Creo que solo duró dos meses, pero de él nació una pareja, juntos hasta hoy.